ARCADI ESPADA-EL MUNDO

CIUDADANOS convocó la manifestación del domingo en Madrid y enseguida aceptó compartir la convocatoria con el Partido Popular. Lo sorprendente –y lamentable– es que luego aceptara la inclusión de Vox. En texto y fotos, además. La fotografía, perfectamente evitable y perfectamente irrelevante, con Santiago Abascal solo es la consecuencia de un relevante error previo: aceptar que el vocabulario, las ideas y las mentiras de Vox estuviesen presentes en el manifiesto y que la elección de los portavoces respetara escrupulosamente una delirante proporcionalidad política. Negociar con Vox es una conducta que ya parece habitual en el Pp: como si no imaginara su futuro sin él. Pero no se corresponde con las decisiones que Cs ha tomado ni con las que debe tomar. Al margen de las distancias ideológicas, Cs no suma con Vox. No ya votos, sino ni siquiera manifestantes. No lo podré probar nunca, pero a ver si voy a ser el único hombre que no eche su cuarto a Espada: una convocatoria escrupulosamente limitada a Cs y Pp habría llevado más ciudadanos a Colón. Entre otras razones, una escrupulosamente cínica es que los simpatizantes de Vox habrían acudido igual.

Habrían acudido y yo les habría dado la bienvenida. Como se la habría dado al Papa de Roma. O a la Podemia. Yo soy partidario de no llegar a acuerdos políticos con Vox, la Podemia y el Papa de Roma, todo uno y lo mismo, hasta que los dos primeros prometan fidelidad al régimen del 78 y se comprometan a respetar los derechos individuales, amenazados en un caso por su apoyo a un referéndum de autodeterminación y por su pretensión, en el otro, de distribuir derechos en razón del origen de los ciudadanos españoles; respecto al Papa de Roma hasta que deje de hacer política con dios. Ahora bien. Una cosa es trazar un cordón de seguridad político en torno a ese eje del berrido y otra muy distinta trazar un cordón de seguridad cívico. En parte del rechazo a Vox, en esa obsesión por su aislamiento, late una contaminada exigencia de pureza de sangre. Y algo que es muy grato a la desvalijada izquierda de nuestro tiempo: las cláusulas de la política de identidad. Se desprecia a Vox por lo que es y no por lo que diga o haga en un momento concreto: discriminación negativa, pleonasmo.

Nadie ni nada debe prohibir a Vox que desfile junto a partidos razonables. Puede ser, incluso, que se le pegue algo. Pero una cosa es darle la paz y otra darle la palabra.