No recuerdo en los 45 años que han pasado desde las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras tras el referéndum que seis meses antes aprobó la reforma política de España, mejor portavoz en las Cortes que Iván Espinosa de los Monteros. El mejor diputado de las dos últimas legislaturas. Las únicas en las que una cicatera España le ha permitido representarla, porque España no quiere a los mejores. No está orgullosa de sus mejores hijos, sino que los envidia. Y los envidia más cuanto más cerca los tiene y Espinosa de los Monteros se estaba acercando mucho a la Historia, demasiado, así que mejor relegarlo a las hemerotecas y al Diario Oficial de las Cortes Generales donde, para siempre, quedarán sus más que brillantísimas intervenciones.
Pero yo no he venido aquí a glosar la figura de mi amigo. El encargo que me han hecho es otro y voy a cumplirlo, aunque me cuesta, ante la figura de Iván, primero relegado y luego dimitido. Nunca caído. Vox no tiene futuro. Este partido del que muchos hacían una caricatura que, como toda caricatura era injusta e hiperbólica, ha decidido parecerse a ella y no al épico retrato que algunos, con Espinosa de los Monteros de maestro, iban pintando.
Salvo que el PP se sacuda sus complejos y entienda que sólo no agradando a la izquierda actual y sus enloquecidos aliados puede volver a gobernar para hacer lo que hay que hacer
Muchos de los votantes de Vox votarán a partir de ahora al PP, por aquello del voto útil o del mal menor. Otros muchos se quedarán en la abstención o el voto en blanco. El conjunto de fuerzas no nacionalistas a la derecha del PSOE perderá votantes, salvo que el PP se sacuda sus complejos y entienda que sólo no agradando a la izquierda actual y sus enloquecidos aliados puede volver a gobernar para hacer lo que hay que hacer. Y lo que hay que hacer es parar, primero, y reducir, después, el Estado hasta fijarlo en lo que son sus funciones, porque más allá de ellas se convierte en un obeso gigante de apetito desenfrenado que devora a quien tiene que servir: la vida, la libertad individual y la propiedad.
Castigar a sus padres
El diván de la oposición, con la humedad y el calor que se produce en sus pliegues, cultiva el moho verde de la envidia que devora el sano cuerpo de la ambición, incapaz como es de dar frutos propios. El diván de una oposición pequeña y mezquina en la que no faltará el calor y la humedad suficiente para devorar cualquier color que no sea el verde blanquecino de la uniformidad debida.
Vox será el primer partido de la derecha no convencional que fracasará en Europa por haber optado por ser lo que sus enemigos le decían que era. Como algunos adolescentes, ha decidido castigar a sus padres comportándose de manera irresponsable, porque Vox tenía una responsabilidad de la que ha dimitido. Espinosa de los Monteros, no.