José Alejandro Vara-Vozpópuli
- ¿Habrá sorpaso o habrá sorpresa? La campaña catalana fuerza extrañas contorsiones en la derecha. Vox ayuda a Sánchez y Ayuso desentierra el hacha de guerra
Explicar esa abstención al decreto de Sánchez sobre cómo el equipo de Iván Redondo va a manejar los dineros que nos entregue Europa resulta tarea tan complicada como imaginarse a Rufián perorando en la Cámara de los Lores sobre las virtudes de la Corona británica. Un dislate. Cuando las urnas asoman por el horizonte y los escaños están tan reñidos, todo desatino es posible. Incluso que los 51 escaños de Abascal salven al Gobierno socialcomunista de un naufragio estruendoso e inevitable. Y no en asunto menor, sino en cuestión tan principal como esos fondos comunitarios que nos alejarán, unos meses, de la ruina total. Ni las sutilezas gramaticales o el ingenioso tejido de palabras y argumentaciones desplegados por Iván Espinosa y Macarena Olona han bastado para despejar dudas y tranquilizar suspicacias.
Hace unos meses, Vox pretendió liquidar a este Ejecutivo por ilegal, ilegítimo, criminal, infernal. Ahora lo rescata en una maniobra inesperada, sorprendente y de muy complicada comprensión. ¿Los motivos? Todo el mundo tiene sus razones, decía Renoir. Posiblemente, además de ese compromiso patriótico que tanto jalean sus voceros y que nadie le discute, también hay que pensar en la campaña catalana, en ese voto que se siente asfixiado y olvidado, que necesita escuchar que la ayuda está en marcha y que haber votado ‘no’, como PP y Cs, obstaculizaría la carga del 7º de Caballería de la UE que viene a rescatarnos. Quizás sea una jugada maestra. Acaso una torpeza infinita. En cualquier caso, quien todavía no se ha recuperado del susto es Carmen Calvo, que asistió catatónica a la abstención de Vox con ese gesto de pasmarote encendido que ponía Gracita Morales cuando López Vázquez pretendía despojarle del mandil.
Cuando la presidenta madrileña se muestra tan desinhibida es un mix de bisonte y puercoespín. Abróchense los cinturones, como advertía Bette Davis en ‘Eva al desnudo’
Los tiempos preelectorales propician contorsiones singulares. Este inopinado episodio parlamentario ha coincidido con uno de los momentos estelares de Isabel Díaz Ayuso, un estallido de razonada furia después de largo tiempo de acumular paciencia y evitar conflictos. Cuando la presidenta madrileña se muestra desinhibida es un mix de bisonte y puercoespín. Abróchense los cinturones, como advertía Bette Davis en Eva al desnudo. Hace ya tiempo que Ayuso hizo suyo el consejo de Camus: «Todas las desgracias de la gente provienen de no hablar claro». Hágase.
En torno a la presidenta de la Comunidad de Madrid se produce un fenómeno mediático algo tedioso. Y grimoso. Apenas se le dedica un minuto o un titular que no discurra por el territorio del reproche, el descrédito y hasta el insulto. Al tiempo, se suelen silenciar o distorsionar los momentos de acierto. Esta semana, en efecto, la lideresa madrileña ha redondeado dos performances de antología convenientemente ignorados.
Incidió Ayuso, despojada de ese barniz rutinario y grisón que suele envolver las declaraciones de los políticos en algo que apenas se comenta. El ámbito era propicio. Un auditorio de farmacéuticos y odontólogos a quienes, por fin, después de mil zancadillas del ministro Illa, se les permitirá realizar los reclamados test que colaborarán en la detección y el tratamiento de la pandemia.
Pocas veces, por no decir que alguna, se ha escuchado a un dirigente político definir en forma tan certera al presidente del Ejecutivo. Y con una sola frase: ni siente ni padece. No hace falta más
«A Sánchez todo le da igual. Ni siente ni padece. Sólo aparece para hacer propaganda. Su papel está siendo lamentable en todo este tiempo». Pocas veces, por no decir que alguna, se ha escuchado a un dirigente político definir en forma tan certera y escueta al presidente del Ejecutivo. Y con una sola frase: ni siente ni padece.
Mostraba la presidenta madrileña su «decepción y hartazgo» por la actitud de los estrategas de Moncloa durante estos largos meses de pavor, siempre dispuestos al bajonazo, a la zancadilla, siempre renuentes con la colaboración, la ayuda, la mano tendida. ¿Por qué el test en las farmacias el 1 de febrero y no el 1 de diciembre? ¿Cuántos contagios familiares hubieran podido evitarse? ¿Por qué Sanidad recomienda ahora las mascarillas FPP2 y en abril del pasado año, cuando las entregó gratis la Comunidad, don Simón las calificaba de ‘insolidarias’? ¿Cuántos casos de cepa británica se han colado por un Barajas sin controles, abierto de par en par al viajero del Reino Unido» ¿Qué hace Sánchez en Cataluña el mismo día que desde el PSOE se promueve un griterío de sindicalistas frente a un hospital público creado exclusivamente para combatir la pandemia y que ni el presidente ni su exministro de Sanidad han tenido a bien visitar?
Líderes mundiales, ¿de qué?
Todas estas cuestiones desbordaron el improvisado discurso de Ayuso, a quien apenas podría reprochársele una exageración. Ni siquiera una hipérbole. Mientras ella hablaba, el presidente del Ejecutivo proclamaba, desde su tribuna del embuste, que «España está en condiciones de asumir un liderazgo mundial», tanto en el terreno de lo sanitario como en el económico. Huelga mencionar los 90.000 muertos. Huelga señalar el océano de parados, empresitas hundidas, de comercios fenecidos, de autónomos machacados, de familias desesperadas, de colas de hambre y ejércitos de desesperadas.
Están arruinando este país, son ustedes unos sinvergüenzas. Hay que ser muy sinvergüenza para manifestarse ante un hospital público. Vengan a la Puerta del Sol y dejen en paz a los enfermos
Completó Ayuso su semana fantástica, su vibrante contorsionismo dialéctico, su retorno a los orígenes del combate cultural, con una referencia, quizás poco sutil, para con la rama madrileña del socio del PSOE y su excrecencia carmenita. El escenario fue la Asamblea regional. La bofetada aún resuena por el entorno de Vallecas. «Están arruinando este país, son ustedes unos sinvergüenzas. Hay que ser muy sinvergüenza para manifestarse ante un hospital público. Vengan a la puerta del Sol, sinvergüenzas, y dejen en paz a los enfermos». No tiene Ayuso esa voz acaramelada y pringosa de los parlanchines. Pero no le hace falta gritar. Quedó muy claro que el Zendal no se toca.
Ayuso y Abascal, los nombres de la semana según se mira a la derecha. La presidenta madrileña ha sido convocada por Alejandro Fernández para abrir la campaña electoral del PP en Cataluña. Allí estará junto a Cayetana Álvarez de Toledo, las dos cabalgan juntas, el ala más firme de la derecha sin miedo, habituadas ambas a plantarle cara a los populistas del progreso y a los nacionalistas de la exclusión. Un tándem para prevenir y conjurar el posible sorpaso de Vox en aquella región. Quizás no haga falta. Es posible que tras la abstención del jueves, el partido de Abascal se haya auto-sorpasado. Habrá que esperar. La derecha, ya se sabe, a veces tiene razones que la razón no entiende.