Alvaro Petit Zaralejos-Vozpópuli
- PSOE y Podemos han arrancado ya la carrera que va desde la crisis hasta su modelo de sociedad, y el centroderecha ni siquiera se ha puesto en los tacos de salida
Vox ya ha dejado caer en más de una ocasión la posibilidad de liderar una moción de censura contra el Gobierno. O por ser exactos: ha presionado al PP para que la presente para, en caso de no hacerlo, ser ellos quienes den el paso. De momento, el PP parece haber hecho caso omiso y tampoco Vox ha insistido. Mejor así. Presentarla sería un error del que sólo se beneficiaría la entente PSOE-Podemos por varias razones.
1. Equipararía la política del centroderecha con la política de Podemos. Fue el partido de Iglesias el que presentó una moción sabiendo que no serviría más que para generar un par de titulares. Aquello fue una perversión de la figura, una malversación política. Hacer lo mismo sería dar por bueno lo que en su día hizo Podemos y asumir sus formas y métodos; hacer justo lo que, entre otras cosas, se pretendería censurar.
2. Sería una victoria para Sánchez. Por mucho que la mayoría de la investidura esté hoy debilitada, fácil y rápidamente volvería a cohesionarse en cuanto Vox asomara la cabeza. Es parte de la estrategia de Sánchez, es por lo que Sánchez agradece a los cielos la existencia de Vox. Por lo que, casi seguro que el programa y el candidato alternativo cosecharían una derrota. O lo que es lo mismo: Sánchez lograría otra victoria. ¡Nada le vendría mejor que en su momento de mayor debilidad, cuando más evidente es su mala gestión, la oposición le diera una victoria!
3. Debilitaría a la oposición. O por decirlo mejor: la debilitaría aún más. Una oposición fragmentada es el sueño con el que se humedece cualquier gobernante con aspiraciones de perpetuidad. Y hoy, el centroderecha no es más que una división en la que hay que adivinar partidos y propuestas, en medio de una coyuntura permanente. Hasta que no se normalice, hasta que el centroderecha reduzca drásticamente la brecha que lo divide, andará cojeando.
Esta crisis y, sobre todo, la crisis que vendrá tras ella, si es que no han llegado ya, va a exigir a los partidos del centroderecha algo más que eslóganes, fotos, tuits y citas orwellianas
Hace tiempo que se viene insistiendo en la necesidad de que entre el PP, Vox y Ciudadanos se fragüe y se forje una alternativa real a la izquierda. Una alternativa que combine, a un tiempo, una idea de país, una forma de entender y hacer política y un rosario de reformas que todos dicen estructurales, pero que de momento parecen no existir. Se lleva tanto tiempo dándole vueltas a esa idea, en esa necesidad, que se ha convertido en una musiquilla ambiental, en un runrún que se escucha de cuando en cuando, en parte del mobiliario retórico de nuestro día a día político. Esta crisis y, sobre todo, la crisis que vendrá tras ella, si es que no han llegado ya, va a exigir a los partidos del centroderecha algo más que eslóganes, fotos, tuits y citas orwellianas. Porque si nunca fueron suficientes, ahora ni siquiera son aceptables.
Visto bueno de Europa
Cada vez hay más motivos para afirmar que el PSOE y Podemos están corriendo ya la carrera que va desde la crisis hasta su modelo de sociedad, y el centroderecha ni siquiera se ha puesto en los tacos de salida. Por eso, que Santiago Abascal saque a pasear la posible moción de censura es, hasta cierto punto, revelador. De concretarla, estaría presentando una estratagema, no un proyecto; ondearla como un espantajo es reconocer que lejos de un proyecto, se está meramente en la jugada y el movimiento. Y lo que tiene enfrente no es, por mucho que se empeñen en repetirlo, sólo propaganda o titulares, sino un proyecto ideológico engrasado que avanza y que, por de pronto, ya tiene el visto bueno de Europa para una intervención intensiva del sector privado.
La cosa no va de empleos, sino de lo que significan los empleos, si hablamos de una familia o un cuadro con números y porcentajes
Acierta el PP en no recoger el guante, en no distraerse con envites estériles, fallidos de antemano. Vox acertaría en no insistir por ese camino. Pero el acierto no será nunca completo hasta que dejen de buscar ese golpe comunicativo perfecto y se pongan en serio a examinar la situación, diagnosticarla con racionalidad y proponer su alternativa, una alternativa total. Porque la cosa no va de economía o no sólo, sino de qué significa la economía en el mundo actual, qué el Estado, qué la iniciativa privada, y cuál ha de ser el papel que le compete a uno y otra; igual que la cosa no va de empleos, sino de lo que significan los empleos, si hablamos de una familia o un cuadro con porcentajes. Una propuesta, en fin, que vaya al fondo que late tras la estadística; a lo que significan los números. Una propuesta que de sentido al centroderecha y lo defina ante los españoles. Este es el campo de juego en el que la izquierda, hábil en el uso de los significados líquidos y el retorcimiento de las palabras, puede quedar exánime: que ser liberal y ser conservador sea algo más que rechazar todo lo que venga del PSOE o de Podemos.
Diálogo y diferencias
Hay que tener muy claro qué batallas se han de dar. La de la moción de censura estaría perdida de antemano, no sólo por la aritmética parlamentaria, sino porque llegaría al Congreso vacía de contenido y fondo; sería una jugada, un movimiento. Mejor servicio prestarían al país si antes de lanzarse a mociones de censura o a golpes de mano con vocación mediática (dicen que es ‘comunicación’) los partidos del centroderecha se sentaran frente a frente, se observaran sin prejuicios y se hablaran con sinceridad. Quizá descubrirían que la gravedad de sus diferencias es ínfima comparada a la del momento.