Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Las grabaciones debieron ser numerosas; consideradas en su conjunto aclararían las circunstancias de la grave y excepcional decisión del capitán

A cuarenta y cuatro franceses menores de edad los expulsaron del avión de Vueling en el que se disponían a regresar de un campamento estival. La decisión fue del piloto. Hay pocos precedentes de un desalojo masivo. He encontrado vídeos de celebraciones de todo tipo en vuelos comerciales, con miembros de la tripulación participando o, cuando menos, en actitud complaciente. Son equipos deportivos que regresan a casa con un trofeo bajo el brazo. O fiestas en las que una especie de músico somete al conjunto de los pasajeros a tortura con parte de su repertorio, en ocasiones a un volumen ensordecedor. O manifestaciones políticas en pleno vuelo con pasajeros de pie gritando «Free Palestine!». En la red hay vídeos de todo lo descrito, si dudan.

En un acto altamente sospechoso y decididamente autoritario, casi inconcebible, a los adolescentes franceses se les obliga a borrar de sus teléfonos móviles todos los vídeos e imágenes de lo que acaba de suceder dentro del avión. Este es un punto crucial. Vueling y las autoridades destruyen las pruebas que podrían justificar la grave decisión del capitán. Es absurdo. ¿O no? Las grabaciones debieron ser numerosas; consideradas en su conjunto aclararían las circunstancias de la grave y excepcional decisión del capitán.

Sabríamos qué se dijo, quién lo dijo, si se gritó o no, si se jugó con los chalecos y mascarillas, como cuenta la compañía, si hubo referencias a la religión que profesan los menores franceses. Los términos en que se desencadenó una situación tan grave como para dejar colgados y solos, lejos de su casa y fuera de su país, a casi medio centenar de menores de edad. Por desgracia, dado el extraño y forzoso borrado de lo que aclararía tantas cosas de inmediato, solo ha sobrevivido una imagen. Y esa única imagen es la de unos guardias civiles inmovilizando y esposando, la cara contra el suelo, a la responsable de los menores, una joven de veintiún años que habría protestado, precisamente, por la orden de borrar las grabaciones de los teléfonos móviles. Insisto, esa orden es la clave. Por inexplicable… o por perfectamente explicable. Inexplicable si el capitán dice verdad y los menores pusieron en peligro la seguridad del pasaje. Perfectamente explicable si el capitán miente y expulsó a los 44 franceses por otra razón. Otra razón.

Los viajeros ajenos al grupo que han prestado testimonio ante diversos medios de comunicación no avalan la versión de Vueling ni del capitán. (Ese capitán enseñó a volar a los terroristas que derribaron las Torres Gemelas. El hecho es tan asombroso que debe constar, aun sin valoraciones). Los viajeros ajenos al grupo narran sin excepción una historia contraria a la de Vueling y el capitán: no solo no hubo peligro alguno sino que los menores se comportaron de manera especialmente educada para ser un nutrido grupo de chavales de entre 13 y 17 años. ¿Alguna particularidad? Bueno, son judíos. Cuando al fin regresaron, sus responsables les rogaron que escondieran cualquier símbolo religioso.