ANTONIO CASADO-EL CONFIDENCIAL

  • Nunca habría imaginado que la incendiaria Laura Borràs se apoyaría en un juez ‘español’ (Llarena) para tachar de corrupto a un compañero de viaje (Junqueras)
Vuelan los puñales en ambas barricadas. En el lado constitucional, los ha afilado la entrada en campaña de Bárcenas (PSOE y Cs contra PP) y Tezanos (PP y Cs contra PSOE). Con estrambotes tan inesperados como el elogio socialista a la responsabilidad de los ultras de Vox. Una forma de hacer daño a Pablo Casado, mientras el PP ve la larga mano de Moncloa en las encuestas del CIS y la reaparición del extesorero.

En el bando independentista, se apuñalan con mutuas acusaciones de corrupción. Y eso que Oriol Junqueras, líder de ERC, venía presumiendo de ser la única formación libre de pecado. Hasta que llegó la Borràs y le apagó el farol. Pero uno nunca habría podido imaginar que la incendiaria Laura Borràs, lo más radical que se despacha en el independentismo, acabaría apoyándose en la legitimidad de un juez ‘español’ (Pablo Llarena) para tachar de corrupto a un compañero de viaje. Así contraatacaba a Junqueras, que antes había tachado de lo mismo a la candidata de JxCat, imputada por prevaricación.

JxCat y CUP hablan con una sola voz contra el colaboracionismo de ERC con el Gobierno del Estado represor y descalifican la «mesa de diálogo» pactada con el PSOE. Dolors Sabater (CUP) sostiene que los republicanos engañan a la ciudadanía con una mesa para el diálogo que no sirve de nada.

Los inconfesables ritos de apareamiento tienen los marcos mentales del independentismo más alborotados que las hormonas de Greta Thunberg

Sabater también embiste contra los de Borràs-Puigdemont (JxCat) por pregonar la declaración de independencia sin explicar qué harán un minuto después. Ahí coinciden con Junqueras: acaba de pronunciarse contra una declaración unilateral de independencia «que dure unos segundos», aunque se tenga más del 50 % de los votos (¿se está trabajando el indulto, incluso la amnistía?). Y, en fin, para Laura Borràs la mesa del diálogo solo es «una foto en los jardines de la Moncloa». Ninguno de los dos se cree el «con Illa, no» de Pere Aragonès.

No me extraña que teman la desmotivación de sus votantes. Los dirigentes no hacen más que darles motivos. No solo se apuñalan por las respectivas cuentas pendientes con la justicia. También los inconfesables ritos de apareamiento en vísperas del 14-F (los números dirán) tienen a los independentistas con los «marcos mentales» (tomado de su propia jerga) más alborotados que las hormonas de Greta Thunberg.

A pesar de los puñales entre constitucionalistas, es cuestión de Estado enterrar una década perdida y volver a la política de las cosas

Las broncas se multiplican. Y ya hemos oído la voz de maestro de escuela de Gabriel Rufián alertando de que la bronca interna solo sirve para regalarle el futuro a Salvador Illa. Oportuna voz de alarma en las filas del independentismo, donde lo único que comparten, o aparentan compartir, es el miedo a que una eventual desmovilización de su electorado impulse el proyecto del PSC, pensado en Moncloa, atención, como asunto de Estado.

A diferencia del nacionalismo, no es un proyecto identitario. No defiende las esencias de la nación única, sino los mandatos civiles de una sociedad organizada democráticamente. Y, a pesar del vuelo de puñales entre fuerzas de compromiso constitucional, es aspiración común enterrar una década perdida y volver a la política de las cosas mediante el reencuentro. Sin alimentar la política de bloques y con el declarado propósito de pasar página. Ningún perfil tan adecuado para intentarlo como el del exministro Illa. En medio del vendaval, un hombre tranquilo.

Insisto: un proyecto de mayor cuantía, un verdadero asunto de Estado. Nada menos que convencer al electorado de que Cataluña no volverá a ser rica y plena con gente tan ufana y tan arrogante como la que ha gobernado estos últimos años, con un ruinoso balance en términos económicos y sociales.