Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Hace 7 años el Banco de Sabadell decidió irse de Cataluña para escapar de una triple amenaza. Se trataba de parar la sangría de depósitos que amenazaba su estabilidad, de escapar del ambiente tóxico que crearon las «ensoñaciones independentistas» -Tribunal Supremo dixit- y no perder el paraguas regulatorio y protector del Banco Central Europeo que quedaría suprimido si llegaran a hacerse realidad dichas «ensoñaciones». Ahora, el banco ha decidido desandar el camino y volver al refugio. ¿Por qué razones? ¿Han cambiado tanto las condiciones que motivaron su marcha? Eso es discutible. Por un lado es evidente que Cataluña ha normalizado la convivencia, ya no hay barricadas incendiadas en la plaza Urquinaona, no se celebran referéndums ilegales, en el Palau Sant Jordi se sienta el PSC y en Moncloa sigue el PSOE. Pero aparte de su coste en términos de concesiones arbitrarias, asegurar que la situación está normalizada, hay un largo trecho. Puigdemont continúa huido y asilvestrado, sosteniendo al Gobierno central con la enorme inestabilidad con la que los equilibristas sostienen los platos giratorios. Y la ANC decía a finales de año que «una guerra civil es una hipótesis legítima y loable». Legítima y loable, ahí queda eso como magnífico ejemplo de la pretendida normalización. Por el contrario, la Caixa parece que no ve la situación de misma manera, mantiene su sede en Valencia y no es seguro que la vuelta a Cataluña sea una de sus prioridades actuales.
¿Entonces, cómo se explica el movimiento del Sabadell? Pues como lo que es, un repliegue hacia el refugio que supone el paraguas de Junts, que es el partido que puede hacer descarrilar al Gobierno Sánchez y por eso es el que dispone de una mayor capacidad de influencia sobre él. Los vientos actuales indican que la CNMC no es capaz de encontrar motivos suficientes para prohibir la fusión y que los cambios que pueda obligar a introducir en la operación, los salvarán los famosos ‘remedies’, perfectamente asumibles, sin menoscabo de su interés. También se da por hecho que la CNMV hará lo que haga la CNMC.
Así que, con todos los plácets técnicos extranjeros confirmados -el BCE, el regulador italiano, el británico- y nacionales -los supuestos y esperados de la CNMC y la CNMV-, al Sabadell solo le quedan dos posible aliados. Uno, sus accionistas, que serán decisivos al aceptar o rechazar la oferta y, dos, el refugio político de los dos gobiernos, condicionados y sostenidos por los independentistas. A los primeros tendrá que convéncerles con datos y a los segundos les ofrece la vuelta al redil del que huyó aterrorizada hace 7 años. No es una muestra de confianza en su postura, más bien suena a debilidad en sus fuerzas.