Nacho Cardero-El Confidencial

Los ideólogos del secesionismo han aprovechado el caos de la crisis sanitaria y social del covid, así como la dependencia del Gobierno de Sánchez de los votos de ERC, para escalar posiciones

Todos aquellos que aventuraban que la crisis sanitaria del covid-19 terminaría por rematar el ‘procés’ —“En 2017, perdimos. No hay ninguna república a medio proclamar”, confesó Toni Soler en mitad de la pandemia— y ahogar el independentismo catalán en sus propias contradicciones han dado con su gozo en un pozo. El ‘procés’ está igual de vivo que hace dos años.

Los ideólogos del secesionismo han aprovechado el caos derivado de la crisis sanitaria y social del coronavirus, así como la dependencia del Gobierno de Pedro Sánchez de los votos de ERC, para ir escalando posiciones dentro y fuera de nuestras fronteras. Han extendido el relato independentista camuflándose en una población que tenía la vista fija en el confinamiento. “Cuando nadie me ve, pongo el mundo al revés”, entonan en el Alto Ampurdán.

La Generalitat ha llevado a cabo una campaña exterior sin límites. Ni en las semanas más duras de la expansión del virus dejaron de contratar personal en sus delegaciones, expertos en comunicación para potenciar propaganda secesionista. El mantra desplegado es de primero de ‘agitprop’: “Con la independencia habríamos tenido menos muertos…”.

El covid no frena el ‘procés’: Torra traslada la responsabilidad de la mala gestión al Ejecutivo central y hace campaña con ello

La Moncloa podría haberles afeado el discurso, pero no lo hizo. No son Vox. No les sirven de pimpampum. Además, el Gobierno depende de los nacionalistas catalanes para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Ahí están los trampantojos de la mesa de diálogo y de las embajadas catalanas, con un Ministerio de Asuntos Exteriores avalando, por primera vez, la apertura de delegaciones de la Generalitat en el extranjero con un informe que iba en contra de los que el mismo departamento había realizado un año antes.

Quim Torra ha evitado la autocrítica, trasladando la responsabilidad de los errores en la gestión del covid al Ejecutivo central, al que acusa de haber atado de pies y manos a la Generalitat con “un 155 camuflado de estado de alarma”. Ahora, sin alarma y con las competencias recuperadas, se ha visto obligado a confinar a los casi 210.000 habitantes de El Segrià. Una cosa es predicar y otra muy distinta, dar trigo.

Hablar de Torra es hablar de KRLS. Puigdemont es quien continúa moviendo los hilos para influir en la política nacional e internacional. Muchos le dimos por amortizado. Craso error. El ‘expresident’ cree posible un nuevo intento unilateral de romper con una España debilitada por el coronavirus y la crisis económica asociada. Es el segundo intento.

El de Waterloo lleva tiempo desbrozando el camino de regreso a la primera línea política. Primero, preparó el fallido golpe de mano en la ANC, tratando de colocar de presidenta a Montserrat Soler Prat —de la ‘troupe’ de Joan Canadell— en vez de apoyar a Elisenda Paluzie, que se estaba ‘esquerrizando’ y se había vuelto más permeable al diálogo con Madrid.

“Con la revisión del tercer grado, la condena de Borràs y la confirmación de la inhabilitación de Torra, el campo está abonado para KRLS”

Y ahora vuelve a la carga con el anuncio de un nuevo partido. A uno se le acaban los dedos de las manos al tratar de contabilizar cuántas formaciones lleva ya. El independentismo se ha transformado en una quincallería de las Ramblas. Puedes encontrar de todo y a precios de saldo. Es el caso de la Crida, en proceso de liquidación.

La nueva formación se llamará, ‘a priori’, Junts, per Catalunya, un partido de izquierdas “socialmente responsable”, que reivindica el “espíritu del 1 de octubre” y la ruptura con una España que “no quiere reformarse”. La práctica totalidad de los ‘consellers’ ya han anunciado que se van con él. También los presos. Es digna de estudio la capacidad de seducción de Puigdemont después de lo vivido en Cataluña. Acaso le falta la mitra del Palmar de Troya.

Las elecciones se celebrarán presumiblemente en otoño, cuando el Supremo se pronuncie sobre la inhabilitación del actual inquilino de plaza Sant Jaume. La nueva temporada del Netflix catalán comenzará en esa fecha.

“Con la revisión del tercer grado, la condena de Borràs y la confirmación de la inhabilitación de Torra, el campo está abonado para el ‘president”, señala un alto cargo de JxCAT. “Si durante estos meses hubiera habido algún progreso en el diálogo, se podrían vislumbrar otros escenarios, pero no los ha habido. Solo espero que se sepa conjugar pragmatismo con confrontación. Ahí se verá si JxCAT tiene éxito”.

En JxCAT, dan por hecho que el periplo judicial de Laura Borràs, persona de confianza de KRLS y emblema del independentismo, no terminará bien después de que el juez recibiera la autorización del Congreso para investigar a la diputada.

También parece verosímil que el Ministerio Fiscal impugne la semilibertad de los líderes secesionistas si atendemos a los precedentes. En tal caso, la pelota pasaría a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, que dirige Manuel Marchena. Más leña al fuego.

El plan de expansión de las embajadas catalanas, el proceso de victimización a causa del coronavirus, la deficiente gestión del Gobierno central y la creación de una nueva formación independentista no se pueden analizar como casos aislados sino que obedecen a una estrategia de hechos consumados hilvanada en los predios belgas.

Aunque es cierto que en los últimos comicios Puigdemont solo ganó por unos escuetos 13.000 votos de diferencia a ERC y que, con un Parlament cada vez más balcanizado, dividido en un sinfín de partidos nacionalistas e independentistas, sus opciones se ven reducidas, igual de cierto es que vuelve a llevar la iniciativa. KRLS es, de nuevo, quien reparte las cartas.