Cristian Campos-El Español
Que imprimir dinero no genera inflación.
Que las mujeres no existen y que la biología es un constructo social.
Que las mujeres son seres incapacitados intelectualmente para responsabilizarse de sus propias decisiones y necesitadas de tutela por parte del Estado.
Que la libertad de expresión es fascista.
Que los medios privados de prensa no deberían existir.
Que el derecho a la presunción de inocencia debe ser erradicado.
Que la mejor manera de frenar a un genocida es negarle las armas a sus víctimas.
Que sólo sí es sí, pero sólo si la mujer emite ese sí con el suficiente deseo, lo que obliga a cada español de sexo masculino a llevar a cuestas un deseómetro homologado por el Ministerio de Igualdad que le permita saber en todo momento si el sí de su pareja es lo suficientemente deseoso o más bien un sí a la remanguillé.
Que la izquierda hace cosas chulísimas.
Que la izquierda debe retomar las cosas donde se dejaron en 1936.
Y que una alicantina como Macarena Olona no podrá jamás saber lo que es ser intrínsecamente andaluz, pero un marroquí será gadita de pura cepa, y hasta chirigotero de cuna, a los dos segundos de poner pie en la arena de la playa de Barbate.
De fachas y ferias. O por qué nuestra cultura y nuestro folclore no son un disfraz electoral.
Dentro vídeo pic.twitter.com/ZpsBGp0x3q
— Teresa Rodríguez ۞ (@TeresaRodr_) April 8, 2022
A alguien habrá que agradecerle algún día ese experimento en piel ajena que ha sido meter a Podemos en las instituciones. Estaba tan superado el franquismo por los españoles, tan lejos nos caía ya a todos, que nuestra socialdemocracia, en un ejemplar ejercicio de memoria histórica, lo trajo de vuelta en 2019 en la piel de Podemos para que todos lo cataramos de primera mano. Albricias.
Lo hizo dándole mando en plaza a un puñado de amateurs y arribistas del populismo que, tras multiplicar su patrimonio por seis, se dedicaron a decirle a los españoles qué comer, qué beber, cómo copular y qué pensar mientras le aplauden los golpes de Estado a la burguesía catalana y le escriben cartas de amor a Vladímir Putin.
He firmado este manifiesto para reclamar ¡Paz Ya! Peace Now! para Ucrania junto a Noam Chomsky, Jeremy Corbyn y muchos más.
Firma tú también para exigir una salida diplomática al conflicto y una apuesta real por la paz.https://t.co/O59fMPr7VM
— Ione Belarra (@ionebelarra) April 18, 2022
En realidad, el podemismo se explica rápido. Consiste en trasladar tus neurosis al terreno de lo público. «Nada es personal, todo es político» sólo quiere decir que cada ley surgida del Consejo de Ministros es poco más que la venganza del ministro de turno sobre su expareja, los judíos, su casero, la OTAN, los ricos, la sociedad en general o ese fantasmagórico capitalismo heteropatriarcal que le negó a dicho ministro el puesto en la historia que su talento le ameritaba: el de Fidelito Castro de Vallecas.
Pero que nadie desespere. El integrismo de la otra orilla ha renacido en España para garantizar que ningún español se quede sin su ración de franquismo sociológico cuando Podemos desaloje las instituciones.
¿O qué se creía la izquierda? ¿Que esa puerta abierta a la justicia «popular» de las turbamultas iba a cerrarse tras su paso por las instituciones?
¿Que una derecha equivalente no iba a aprovecharse de esa puerta abierta, arremangarse hasta las orejas y bramar aquello de «pues ahora me toca a mí, os vais a enterar de lo que vale un peine»?
¿Que por cada mula Francis de la izquierda no hay un Bucéfalo en la derecha?
¿Que no les iba a tocar a ellos algún día ver pasar por esa puerta a las Adriana Lastra, los Pablo Echenique y los Oskar Matute de la derecha?
¿Que no existe un equivalente perfecto en la extrema derecha para Antonio Maestre, Cristina Fallarás, Jordi Évole, Ana Pardo de Vera e Ignacio Escolar?
Pues ahí están ya. Censurando hamburguesas veganas por un eslogan al que ni el más convencido le encontraría pega alguna aunque se dejara las pestañas buscando la injuria.
Pedimos disculpas a todos aquellos que se hayan sentido ofendidos por nuestra campaña dirigida a promocionar nuestros productos vegetales en Semana Santa. Nuestra intención nunca ha sido ofender a nadie y ya ha sido solicitada la retirada inmediata de la campaña.
— Burger King (@burgerking_es) April 17, 2022
Cómo estará de pasado de rosca este integrismo de la otra orilla que hasta se ve antiguo en comparación con una Marine Le Pen que se ha ganado a una buena parte de la comunidad gay y lesbiana francesa cambiando el discurso de «el islam ha venido a echarnos al mar» por el de un «el islam acabará con tus derechos». Un viraje de 90 grados que, siendo ventajista, hipócrita y de manual, demuestra una inteligencia táctica inalcanzable para ese redentorismo mesiánico que pretende sexar a los españoles en función de lo fuerte que aporreen las teclas en Twitter cancelando hamburguesas.
Pero en España, mientras tanto, andamos todavía en la fase uno del revanchismo. La de las patatas fritas blasfemas. La batalla cultural era la grasaza, por lo visto.
Es este un fundamentalismo tan incapacitado para enfrentarse a la mentalidad socialdemócrata antes hegemónica en España que ni siquiera es capaz de darse cuenta de cuándo ha ganado esa batalla cultural de la que tanto habla.
Y eso que lo tenía ahí, a la vista, en esas procesiones de Semana Santa abarrotadas hasta las trancas. Y no por fervor espiritual, sino por puro placer estético y por elemental sed ciudadana de rito, de orden y de comunión social. La victoria está ahí, en esa Semana Santa para laicos y creyentes que ha convertido en pura carpetovetonia las invectivas guerracivilistas de los unos y los otros.
Y esa es la verdadera batalla cultural que la derecha está ganando por aplastamiento a un progresismo cuya negación de la naturaleza humana ha conducido a un callejón sin salida y al que sólo salva ya la inercia de los sectores más envejecidos de la población. ¿Pero cómo no se dan cuenta? ¡Si hasta en la izquierda son conscientes de que han perdido todas las batallas culturales del nuevo siglo (y de ahí su agresividad en el BOE, la fortaleza final donde rendirán las armas en el futuro)!
Pero ese renacido integrismo, como Podemos en su momento, está a lo importante. Es decir, a la cancelación. A la censura. Al meapilismo. Al revanchismo. Porque los españoles no se definen ya por sus ideas, sino por aquello que les ofende. «¿Te ofendes o trabajas?» es el nuevo gancho en el Ocho y Medio de Madrid para los votantes de una y otra trinchera.
¿De verdad no ven que no hay agua demoscópica en esa piscina de cruzaditos de Twitter? ¿De cides campeadores de Instagram? ¿De Santiago Matamoros de grupo de padres de WhatsApp?
¿Que no hay mayor victoria que un vídeo de C. Tangana en la catedral de Toledo o un anuncio de Burger King con una frase de la Biblia?
¿Que han pasado de clavar picas en Flandes a clavarlas en un doble Whopper?
Pero se ve que no, que no lo ven.
Podemos ha muerto. Viva los cabezas de Yunque.