Comienzan a oírse voces poco reflexivas pidiendo al Gobierno que no cierre puertas, que tienda la mano a Batasuna. Sorprende que algunas sean del PNV, que acaba de declararse engañado por los convocantes de una manifestación. Si el engaño funciona hasta en un nivel tan tonto, ¿qué se puede esperar de un grupo terrorista que aspira a una negociación política con el Estado?
Hace pocas semanas fueron sorprendidos en Francia unos miembros de ETA cuando manipulaban material escondido en un zulo en el monte. La operación de la Guardia Civil desarrollada en los últimos días ha sacado a la luz la existencia en Guipúzcoa de un comando etarra, con armas y explosivos, adiestrado en Venezuela, listo para atentar cuando le diesen la orden correspondiente. Un comando, por cierto, que había intentado llevar a cabo un secuestro y que, por causas desconocidas, no pudo consumar. No está de más recordar este episodio y recordar la polémica que se montó hace unos meses cuando el ministro del Interior alertó del riesgo de que ETA estuviera preparando un secuestro.
Hechos como los señalados muestran que la maquinaria terrorista de ETA sigue activa, que no ha sido neutralizada y que está en condiciones de entrar en funcionamiento en cualquier momento, dentro de las limitaciones que tiene a causa del acoso policial a la banda y el cálculo político de sus dirigentes. Las palabras de ETA, por lo demás, son coherentes con sus hechos. El grupo hasta este momento no ha considerado el abandono de las armas.
No hay razones, pues, para que cambie la política del Gobierno que tan eficaz está resultando para el acoso del terrorismo. Y, sin embargo, en los últimos días comienzan a oírse voces más bienintencionadas que reflexivas que repiten las palabras que ya se pronunciaron en otras ocasiones. Son las de aquellos que piden que el Gobierno no cierre puertas, que no ponga palos en las ruedas, que tienda la mano a Batasuna y, sobre todo, que se mueva.
Los amigos del baile de San Vito salen de nuevo a pedir al Gobierno que haga movimientos, sin pararse a pensar en lo que ocurrió la vez anterior y la anterior. Ningún gesto de buena voluntad de los gobiernos ha sido respondido positivamente por los terroristas en el pasado y nada hace pensar que ahora las cosas vayan a ser distintas. ¿Qué clase de mano tendida se le puede mostrar a una ETA que ni siquiera es capaz de atender las peticiones de su entorno de hacer una tregua limitada? Y su entorno político todavía no ha sido capaz de condenar la historia criminal de ETA, ni el uso político del terrorismo, a pesar de que en estas fechas tenga interés en que la banda esté quieta para forzar la vuelta de Batasuna a la legalidad.
Sorprende aún más que algunas de esas voces sean del PNV, un partido que acaba de declararse engañado al secundar una manifestación que creyó que era por una cosa y se encontró con que su desarrollo no tenía nada que ver con lo anunciado. Si el engaño funciona hasta en un nivel tan tonto como este, ¿qué se puede esperar de un grupo terrorista que aspira a forzar una negociación política con el Estado? La eficaz actuación del Estado es la que ha conducido a que ETA, sin tregua de por medio y sin contraprestación alguna, lleve más de un año sin atentar en España.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 6/10/2010