El debate más absurdo de la historia de la democracia finalizó, como no podía ser de otra manera, con la victoria del único de los invitados que rechazó participar en él. Mis respetos para el asesor de Génova, fuera quien fuera, que le advirtió a Feijóo de que la convocatoria de RTVE era una trampa y de que lo mejor que se puede hacer cuando pretenden entramparte es no acudir a la cita y dejar que sea tu rival el que caiga en ella.
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¿En qué consistía la trampa? En ahondar, con la complicidad de RTVE, en una España fracturada en dos bloques irreconciliables: el del bien (Sánchez y Yolanda) y el del mal (Feijóo y Abascal). Un marco, el del viejo «divide y vencerás», que quizá le convenga a Sánchez, a Yolanda y a Abascal, pero que no le conviene desde luego a Feijóo ni mucho menos a los españoles.
Eso es el sanchismo y contra eso se vota también este 23-J.
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Feijóo ya gana hasta los debates a los que no se presenta. Para Sánchez, en cambio, este debate replicó lo ocurrido en el cara a cara de la semana pasada. Cuando el viento de la campaña parecía virar para soplar moderadamente en las velas del PSOE, una calamitosa actuación de Sánchez ha propulsado de nuevo al PP. Sánchez era el único que tenía más a perder que a ganar en este debate. Y eso es lo que ha acabado ocurriendo.
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¿Pero a qué asesor de Moncloa se le ha ocurrido presentar a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz como el dúo Pimpinela de la izquierda y ponerlos a dedicarse arrumacos, mimos y carantoñas en presencia de Martínez el Facha y en horario de máxima audiencia? ¿Pero a qué genio de la politología se le ha ocurrido asar esta manteca de la mercadotecnia electoral? ¿Pero cuántas veces se puede ver a Yolanda Díaz y Pedro Sánchez decir «claro que sí, Pedro», «por supuesto, Yolanda», «nos conocemos bien, Pedro», «absolutamente, Yolanda» sin que la vergüenza ajena te provoque un subidón de glucosa y decidas votar a cualquiera, literalmente a cualquiera, antes que a ese par de cursis?
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Pero si la escenificación fue lamentable, ¿qué decir de la estrategia?
Porque ¿qué sentido tiene presentar a Sánchez y a Díaz como un dúo de gemelos univitelinos cuando lo que necesita Díaz es ganar voto por su izquierda y lo que necesita Sánchez es ganar votos por su derecha, es decir en el centro?
Si en ese debate hubiera estado Pablo Iglesias, su principal objetivo habría sido confrontar tanto con Sánchez como con Abascal para arrancar votos por la extrema izquierda despejándole el camino por el centro a Sánchez. Y eso habría sido lo inteligente. Pero un Sánchez de la mano de Yolanda no sólo no ocupa el centro, sino que castra las escasas posibilidades de que el votante más rocoso de Podemos acabe votando, aunque sea a contracorazón, a Yolanda Díaz.
En cuanto al votante de centro, si algo ha de convencerle de votar a Sánchez no será la desgana y el hieratismo del presidente, que tardó exactamente cinco minutos en darse cuenta de que se había equivocado gravemente aceptando participar en el debate.
Y si el PSOE confiaba en que la enésima apelación al antifascismo bastara para ganar el centro, ahí va un spoiler. No le funcionó en Andalucía, no le funcionó en la Comunidad de Madrid, no le funcionó el 28-M y no lo hará este domingo.
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El de ayer fue, efectivamente, un debate de perdedores. Sánchez debería haberse negado a acudir desde el momento en que Feijóo dijo «no». Porque diciendo «sí» acabó debatiendo con dos aspirantes a vicepresidente (en el mejor de los casos) que batallan por el tercer puesto y cuyas expectativas rondan los 30 escaños. ¿Qué hace el presidente del Gobierno debatiendo con secundarios mientras el candidato que lidera todas las encuestas ve ese churrigueresco playoff de descenso desde el televisor de su casa?
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Un último detalle: la llamativa insistencia de Xabier Fortes en sacar el nombre de Feijóo a colación, viniera o no viniera a cuento, y con las excusas más esforzadas. Si alguien está intentando que RTVE se convierta en el CIS televisado en la cabeza de muchos españoles, mis felicitaciones: lo está consiguiendo.
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La oportunidad desaprovechada de nuevo por Sánchez dolerá más en la Moncloa a la vista de que la campaña del PP no ha sido buena, aunque tampoco rotundamente mala. Porque de no haber sido por el resultado del debate cara a cara entre Sánchez y Feijóo, quizá ahora estaríamos hablando de una posible situación de bloqueo en el Congreso de los Diputados, el mejor de los escenarios posibles para el PSOE hoy. Es decir, de un PP en 130-140 diputados, un Vox en 30-35, y un PSOE con 115-120, pero sin posibilidad de sumar una mayoría viable a no ser mediante un Frankenstein hipervitaminado que convierta la aprobación de las leyes más irrelevantes en un Vietnam de consecuencias imprevisibles y cesiones capaces de dinamitar la paz social.
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Entonces, ¿por qué el PP sigue 40 escaños por delante del PSOE en los sondeos? «Decir que la campaña del PP ha sido buena sería voluntarioso» dice una fuente del PP. «Feijóo hizo un buen debate contra Sánchez y despertó a la derecha después de tres semanas terribles en las que Sánchez había logrado incluso parecer un hombre de Estado».
«Pero la campaña buena ha sido la del PSOE. Lo que pasa es que lo dinamitaron todo con el juego de las expectativas en el debate. Y a partir de ahí entraron en barrena. Y de ahí no han salido. El tema de las pensiones y el IPC es irrelevante. Eso no impacta en la línea de flotación de los motivos por los que la gente vota al PP».
«¿Y cuales son esos motivos?» pregunto.
«Para votar a alguien no hace falta que te apasione. El principal motivo para votar a Feijóo es que no es Pedro Sánchez. Y los españoles no van a odiar menos a Sánchez porque Feijóo se haya equivocado o haya mentido en un tecnicismo sobre las pensiones o sobre Pegasus, que es un tema que sólo os importa a los periodistas. Creer que eso va a cambiar la opinión de los españoles sobre Sánchez es PSOE state of mind. Es onanismo socialista. Así que el resumen es este: la campaña del PP no ha sido para tirar cohetes, pero el PSOE se ha inmolado solo. Si el debate hubiera ido de otro modo, quizá ahora estaríamos hablando de un escenario de repetición de elecciones».
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Una vez más, el PSOE se ha equivocado leyendo la realidad. Porque estas elecciones son un referéndum sobre Pedro Sánchez, no sobre Alberto Núñez Feijóo. Y por eso la estrategia de mover el foco desde el presidente al líder del PP no ha funcionado salvo entre los ya convencidos de antemano. Los ataques y la hiperactividad de los bots y los troles del PSOE en las redes, que muchos periodistas estamos viviendo en primera persona (David Alandete hablaba el pasado domingo de este tema), son precisamente la señal más clara de que la estrategia del PSOE es ya abiertamente podemita.
Este gobierno entró hace cinco años pidiendo cabezas de periodistas y analistas y ahora desacredita a expertos en análisis de datos. Un comando digital se creó en 2017 para atacar orquestadamente a políticos socialistas, de otros partidos y sobre todo periodistas.
— David Alandete (@alandete) July 16, 2023
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Por primera vez en 45 años de democracia, los periodistas nos hemos convertido en objetivo de los ataques no ya de un partido extremista como Podemos, sino del partido que encabeza el Gobierno. Un partido que ha arremetido, haciendo uso de todos los medios del Estado para ello, contra presentadores de televisión, contra periodistas políticos y de actualidad, contra simples columnistas e incluso contra analistas de datos cuyo único trabajo consiste en hacer medias y calcular probabilidades.
Llamarlo «sanchismo» sería minusvalorarlo. Pero es que llamarlo «trumpismo» también. Cuatro años más de esta deriva populista nos situarían definitivamente en parámetros no democráticos en el terreno de la libertad de expresión y de prensa.