Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Quien hoy exhibe una senyera —todavía bandera cooficial— es tenido por traidor en la Cataluña enferma de odio y envidia. ¿Media Cataluña? Puede que solo un tercio en los sondeos. (Se mantiene el equívoco de que el PSC no es separatista

Tenía que llegar. Lleva el PSOE demasiados años empreñado en ser el PSOE. Pudiendo ser el de González-Guerra, oportuna formación homónima, ha querido, desde Zapatero, asumir los genes homicidas y guerracivilistas de aquel otro PSOE que había muerto de aburrimiento y de vejez y de distancia y de exilio. La simbología y la falsificación oficial de la historia son armas temibles. Piensen en la sustitución de la senyera por la estelada como símbolo Cataluña (una aberración donde lo medieval y real se descarta en favor de la borrachera de lo imaginario, vomitada por un loco de esos que da mi tierra, inspirado hacia 1900 por la bandera cubana). ¿Cómo se logró la sustitución? Con infinitas estelades, estrelladas, en cada plaza, escuela, facultad, aula, estatua, carpeta estudiantil, balcón. Y en mil campanarios rurales. Así, un símbolo nacido para la separación, esto es, para la hostilidad, esto es, para la destrucción, se impuso. Quien hoy exhibe una senyera —todavía bandera cooficial— es tenido por traidor en la Cataluña enferma de odio y envidia. ¿Media Cataluña? Puede que solo un tercio en los sondeos. (Se mantiene el equívoco de que el PSC no es separatista. No, es peor: es su caballo de Troya y su chacha).

Por mecanismos parejos, contra la historia fáctica del PSOE (dos partidos con las mismas siglas separados por un abismo de nada, de vacío), los socialistas actuales —maldición Zapatera mediante, y con olvido de los elevados costes de la Transición— han llegado a convencerse de que no hay solución de continuidad entre la etapa Prieto-Largo y la etapa ZP-Sánchez. Absurdo. Y peligroso, porque tampoco podrá haberla entre los matones de la motorizada de don Indalecio —los asesinos de Calvo-Sotelo— y ese tipejo embozado que espera a que salga un octogenario para insultarle gravemente, amenazarle y —de no ser por el auxilio de los transeúntes— golpearle.

Así que la familia Sánchez, los Ceaucescu españoles, la casta del plagiario, la levantafondos y el portugués de Badajoz (que es una diputación en sí mismo por lo opaco y por lo intocable), ya tienen, además de una Fiscalía de parte, además de una Abogacía del Estado familiar, además de una prensa encantada de que revienten a los medios valientes, además de sus abogados preceptivos y sus preceptivas amenazas a los jueces en el Congreso, además de sus dos catedráticos de Derecho mercenarios, además de un proyecto de censura para acallar a quien escriba sobre la famiglia; ya tienen, digo, sus matones profesionales. Esos tipejos no asustarán a Bernad ni a Vox, los únicos que a la hora de la verdad llevan a los Sánchez ante la Justicia. Pero sí disuadirán —esperan los matones socialistas— a quienes pensaran sumarse a los denunciantes, querellantes o demandantes. «¡Deja de poner denuncias a la familia de Sánchez! ¡Eres un hijo de puta y un asqueroso!» El nuevo lenguaje socialista es muy viejo y apesta. Pero lo conocemos muy bien los que sabemos historia real, como sabemos hasta dónde son capaces de llegar.