Wikihistoria

Ignacio Camacho-ABC

  • La historia como proceso diacrónico, como secuencia temporal, es una antigualla en el enfoque adanista de la enseñanza

No iba a ser sólo la filosofía la materia privilegiada con la desaparición de los planes de estudio por el Gobierno de Sánchez. Previo incumplimiento, qué novedad, de una promesa hecha a un colectivo de profesores que se la creyeron quizá porque pese a ser filósofos no debían de pertenecer a la saludable escuela del pensamiento escéptico. Ahora el Ministerio le ha metido también mano a los contenidos de Historia de España en el Bachillerato, suprimiendo del currículum episodios menores como los Reyes Católicos y los Austrias, los ocho siglos de presencia musulmana o la insignificante huella de los romanos. Todo lo anterior a la Constitución de 1812 va a quedar reducido a tres vagos epígrafes generales de un plumazo para que los alumnos se centren en el período contemporáneo, que a menudo se quedaba a medio impartir por razones de calendario. Y claro, no es cuestión de preterir la ‘memoria democrática’, los felices años republicanos o el surgimiento de las «identidades nacionales» (sic) por detenerse en Al Andalus o en el reinado de Isabel y Fernando. Eso con un par de días en Primaria, pinta y colorea, va bien despachado.

En el fondo, los ideólogos de la pedagogía sanchista han sido bastante generosos. Pudiendo haber comenzado directamente en 1931 han extendido a la Pepa el período de conocimiento obligatorio para que nadie les acuse de quedarse cortos o de escamotear los orígenes del liberalismo histórico. Al fin y al cabo de ahí hacia atrás no hay más que avatares de escasa relevancia para la formación de los españoles del mañana, cuya mentalidad dinámica no debe quedar lastrada con el aprendizaje de acontecimientos prescindibles y efemérides rancias. En el enfoque adanista de la enseñanza, la Historia como fenómeno diacrónico, como proceso secuencial donde el tiempo funciona como eje de coordenadas, es una antigualla. Y estorba el objetivo de una Selectividad centrada en el revisionismo dogmático, las particularidades identitarias, la sostenibilidad de las ciencias y la economía o el «sentido socioemocional» -otra vez sic- de las matemáticas.

‘Aggionarmento’ se llama el método. Puesta al día. De qué le sirve a un estudiante moderno aprender latín y griego, conocer a Séneca o a Descartes, saber qué hicieron Alfonso el Sabio o Abderramán primero o cargar con el añejo relato de la época del imperio. Los curiosos siempre podrán acudir al acervo wikipédico. Hay que tomar ejemplo de los nacionalistas catalanes, gente práctica atenta a los hechos verdaderamente trascendentales que sólo imparte Historia de 1714 en adelante. Las generaciones actuales afrontan un mundo complejo, de cultura mosaico y avance tecnológico inabarcable, y es menester dotarlas de competencias y habilidades genéricas, globales, sin agobiarlas con peripecias anecdóticas que son un lastre. En el próximo plan quizá sobren también las Cortes de Cádiz.