JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Creo que Sánchez tendría que haber despachado a Iglesias cuando era Iglesias en una corrida instantánea como la de Xi con Hu
Xi ha hecho una faena para la historia. Lo digo literalmente, no como los titulares de fútbol. Pasarán los siglos y, cuando se estudie la China, aparecerán en la realidad virtual didáctica Xi y Hu en la soleada tarde pequinesa, matador estatuario el uno, toro de buena lámina el otro, aunque pronto humillado. Xi es un diestro de los que casi no se mueven, a lo José Tomás: «Yo lo único que hago es quedarme quieto». Le ha hecho Xi una tijera a Hu que está pidiendo foto finish: cuando el animal giraba la testuz abatido por un rayo, Xi volvía a estar en la misma postura. La psicología nos dice que muchos se han perdido la repentina suerte merced a la ilusoria quietud de Xi. En mi opinión, Xi mezcla su raíz española con arcanas artes marciales que apenas dejan rastro de movimiento; adivinamos que ha habido un golpe por el sonidito gutural del luchador. Sin la gorgorita que se escapa, aguda y grave a un tiempo, ni siquiera sabríamos qué le pasa al contendiente, por qué cae fulminado.
Quizá ignoraran que Xi tiene raíz española, y lo digo en singular. Yo tampoco lo sabía hasta que asistí a un acto en el Senado cuando pasó por aquí. Esperaba enfrentarme al típico rollazo, lengua de madera. De roble. Lo más pesado suele corresponder a los presidentes visitantes, a quienes todo se perdona porque se da por descontado que no pretende decir nada. Si dijeran algo sería injerencia. Las injerencias son a veces necesarias, como cuando se acude a una dictadura y se mencionan los derechos humanos. Pero si es el dictador quien nos visita, lo habitual es que suelte cuatro generalidades con elegancia. ¡Pues no! Ni mucho menos fue tal el caso de Xi. Lo que hizo Xi fue regalarnos una impagable conferencia sobre el Quijote. Sé que recelarás: que si eso viene preparado, que en España toca Cervantes, que le escribieron algo bonito. No y no.
Tú piensa lo que quieras, pero yo te aseguro aquí, ante tantos testigos, que Xi se planta en un seminario sobre el hidalgo de La Mancha y no es que mantenga el nivel, es que acaba dando él la clase y el profe tomando notas y, a poco sensible que sea, emocionado. Es lo que me pasó a mí aquel día en el Senado. Será un dictador cruel, que lo es; estará recrudeciéndose con él la tiranía, que lo está; tendrá millones en campos de concentración, que los tiene; pero en el fondo de su ser están Quijote y Sancho. La obra le marcó desde muy joven y las reflexiones que le suscita no vienen prefabricadas. O sea que su alma tiene una raíz básicamente española, que es lo que queríamos demostrar. Pero, ¿puede un autócrata dar lecciones? Hombre, depende. El de aquí, por ejemplo, no sé de qué las daría. Xi, sí; mira la que le ha dado a Hu. Creo que Sánchez tendría que haber despachado a Iglesias cuando era Iglesias en una corrida instantánea como la de Xi con Hu, delante de todo el sanchismo institucional y con cientos de cámaras para dar fe.