Ignacio Camacho-ABC
- El sanchismo ha esbozado en Sevilla el argumentario de campaña para buscar en las urnas una absolución plebiscitaria
La vida continúa y al despertar la justicia estaba allí. Al día siguiente del congreso del «vienen a por nosotros» han ido efectivamente a por ellos. Solo que el sujeto elíptico del predicado plural es, de nuevo, la Sala Penal del Tribunal Supremo. Y el imputado es Ábalos, esa persona de la que usted me habla, el hombre que fue aclamado en el anterior cónclave socialista con el mismo entusiasmo que este fin de semana saludó a su sucesor Santos Cerdán, aplauso más o aplauso menos. El exministro que hasta hace poco, antier por la mañana, era el hombre fuerte del partido y del Gobierno, el factótum a quien el presidente encargó durante la pandemia la compra centralizada de mascarillas, tarea que cumplió con el método y los resultados que vamos conociendo. Claro que ahora no lo consideran uno de los suyos –ay, la memoria selectiva de los políticos– y lo han echado a los perros de la «cacería humana» para que se entretengan con sus huesos durante un cierto tiempo.
El calendario de la legislatura, y su duración, depende de los tribunales. Tomada en firme la decisión de aguantar todo lo posible, la cuestión clave consiste en retrasar los momentos de soltar lastre. El fiscal general sólo caerá, si cae, cuando su procesamiento sea inevitable. En Moncloa han hecho cálculos sobre los plazos sumariales y adoptado la estrategia jurídica de dilatar al máximo los trámites. El único punto de inflexión sería una eventual aunque todavía improbable imputación de Sánchez. La testifical, presencial o telemática, va a ser difícil de eludir si Aldama o algún otro lo señala, pero ese mal trago se puede digerir con ayuda del aparato de propaganda. Los socios no pondrán demasiadas dificultades salvo que broten evidencias palmarias. El problema es Begoña, que no está aforada; ahí puede hallarse la línea de no retorno, la señal para buscar en las urnas una especie de absolución global plebiscitaria con el victimismo como eje de la campaña.
En todo caso, la citación de Ábalos demuestra que los jueces no se aflojan por los gritos de unos militantes enfebrecidos. Mala táctica porque si hay algo que irrite a los magistrados es el cuestionamiento de su autonomía de ejercicio. El sanchismo no alcanza a comprender que esa independencia es la principal garantía de un juicio objetivo. Y no lo entiende porque su planteamiento no es procesal sino político. Se dirige a los votantes, y lo hace con una plantilla populista copiada del trumpismo: la de la negación de la realidad sobre la base de los «hechos alternativos». Aun así, la atmósfera anímica del congreso de Sevilla no era de una convicción arrolladora; más bien parecía la de un grupo humano resignado, consciente de que la situación se ha vuelto tan fea que ya no le queda otro camino que el de unir su suerte colectiva a la del liderazgo. Ir hasta el final de la aventura cerrando los ojos y juntando las manos.