Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 9/11/11
Ha sido como un tortazo de la realidad: los contendientes del debate nos habían dejado en la vana discusión de quién estuvo mejor o peor, en qué fallaron o acertaron, e incluso en qué se parecen sus zapatos. Y en esa discusión aparece un informe del BBVA y nos hace poner los pies en el suelo: no os asustéis con el nivel de paro actual, que es pequeño ante el que veremos el año que viene; no os lamentéis del estancamiento de la economía, que es probable que ahora mismo estemos metidos en recesión. Y de eso no dijeron nada nuestros brillantes y máximos aspirantes a la presidencia del Gobierno.
Yo lo comprendo: estaban allí, en aquel grandioso escenario donde parecían puntitos cuando se abría la cámara, y estaban para vender otra mercancía. El uno, el socialista, metido en un jardín de números del que no sabía salir. El otro, el popular, ensayando recursos de Pontevedra para llamarle Rodríguez Zapatero a su contrincante. No estaban para definir la situación de España, sino en una maniobra de seducción para llevarse el mayor número posible de votos del ejército de los indecisos, que son los que al final decidirán la magnitud de la mayoría absoluta o la rebaja del desastre electoral.
Pero, claro: si el desempleo sube un punto el año que viene, habría que saber si seguirá siendo culpa de Zapatero o de la estructura económica de España. Si la economía no solo no crece, sino que desciende, habrá que saber si es por la penosa herencia recibida, o por otros factores no estrictamente políticos. Si no hay actividad económica, habría que empezar a preguntar cómo se pueden cumplir los objetivos del déficit. Y si al señor Rajoy le corresponde, como parece, hacer el milagro de la recuperación, convendría ir poniéndole una fecha de referencia para que no pasemos el año 2012 en la decepción, diciendo aquello de que «contra Zapatero vivíamos mejor».
Se me dirá que esos detalles no podían estar en el debate, porque se trata de un informe que el banco publicó después. Pero yo tengo que objetar que un político que aspira a gobernar tiene la obligación de conocer esas previsiones a corto plazo. Y tiene el deber de advertirlas a los ciudadanos, aunque solo sea para hacer posible un voto informado y responsable. Y los ciudadanos tenemos el derecho a conocer sus soluciones, si las tienen, aunque solo sea por un motivo tan material como este: si no hay actividad económica y hay que pagar más subsidios de desempleo, a lo peor no queda más remedio que subir impuestos o reducir más las prestaciones sociales del Estado y de sus comunidades autónomas. Es mi temor, dicho sea como una pesimista coda a un debate que, recordado hoy, empieza a parecer que se celebró hace una eternidad.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 9/11/11