EL MUNDO 16/12/12
SALVADOR SOSTRES
Parece el pacto más natural pero es el más difícil. La letal mezcla de desconfianza y desprecio que Mas y CiU sienten por ERC es sólo comparable al resentimiento -sobre todo social- y al odio que Esquerra siente por el primer partido de Cataluña. El PSC y el PP son los adversarios políticos de Mas, ERC es el enemigo. Históricamente, CiU ha preferido cualquier otro pacto al pacto con los republicanos. Igualmente, Esquerra hizo dos tripartitos y Mas, que es tan rencoroso como gafe, ni olvida ni perdona.
Tanto ERC como CiU saben que no tienen ahora más remedio que entenderse, y por eso en público lanzan mensajes positivos y guardan las formas. Pero en las reuniones privadas el recelo es máximo. ERC teme ser materialmente timada por CiU y por eso exige que Mas se comprometa por escrito a celebrar la consulta sobre la independencia en una fecha o plazo de tiempo concreto.
CiU busca una legislatura larga y estable y no quiere comprometerse por escrito a una fecha para la consulta porque, como todo el mundo tendría que saber a estas alturas, no quiere hacer la consulta, y si Mas buscaba esa fallida mayoría absoluta era para marear la perdiz soberanista y parecer que hacía mucho y no hacer nada. La misma pregunta que quería plantear en la supuesta consulta -«¿Quiere usted que Cataluña sea un nuevo Estado de Europa?»- era un insulto a la inteligencia y una descomunal chorrada. No deja de ser significativo que Mas huyera como de la peste de la palabra «independencia» durante toda la campaña. Por ello, muchos independentistas no se tragaron la farsa y votaron a ERC.
La excusa que tiene CiU para evitar la consulta es que previamente hay que buscar el marco legal para hacerla, cuando es evidente que este marco no existe ni en Cataluña, ni en España ni en Europa. CiU sabe que si se compromete a una fecha concreta, ERC dejará de apoyar al Govern una vez el plazo expire. Sin fecha concreta, en cambio, la perdiz se puede marear eternamente y en ese arte los convergentes son unos auténticos maestros.
En el fondo, todo se resume en que hay algo que CiU sabe y que ERC parece ignorar, y es que esta consulta no va a realizarse de ninguna manera. España no la va a autorizar y Europa tampoco. El amparo legal que Mas pretende hallar en la UE se lo va a dar la Unión a España, en tanto que es un Estado miembro perfectamente democrático. El único horizonte posible es el de convocar unas elecciones, anticipadas o no, de carácter plebiscitario, con los distintos partidos independentistas unidos en una sola candidatura. De darse tal escenario, tendría gracia ver dónde se posicionaría CiU, la reina de la ambigüedad y de las picardías.
Mas trata de ganar tiempo comprometiéndose lo mínimo posible con ERC, y en Esquerra tratan de buscar un equilibro casi imposible entre que Convergència no les tome el pelo y que el electorado independentista no les acuse de irresponsables, de frívolos o de estropear el presunto proceso secesionista. Que ERC favorezca casi gratis la investidura de Mas hay que interpretarlo en este sentido. Lo peor que le sucede a Junqueras es que está negociando sin alternativa, porque Mas es hoy el único presidente posible.
Hay una pregunta fundamental y es qué va a pasar al final, después de tanto sufrimiento y tantas esperanzas. La respuesta es simple y la misma de siempre: nada.