Tonia Etxarri-El Correo
El Congreso de los Diputados se ha convertido en un patio resbaladizo para el PSOE. Territorio hostil para Pedro Sánchez, que no consigue sacar adelante las iniciativas legislativas. La enésima pérdida de votaciones, que se registró ayer cuando Junts dejó caer el proyecto de ley de la reducción de la jornada laboral para defender los intereses de las pymes, añadió otra cruz en el currículum de un presidente que se acaba de refugiar en la causa antiisraelí para intentar ampararse en la recuperación del liderazgo perdido en el área internacional. Una legislatura con más de 140 derrotas parlamentarias deja en evidencia la fragilidad del Gobierno, que no puede sacar adelante ninguna votación sin pactar con otros partidos. La de ayer tenía nombre propio: Yolanda Díaz. La vicepresidenta segunda sufrió una doble derrota. Por haber perdido la votación y porque en el Ejecutivo la dejaron sola al insinuar que la negociación la había llevado sólo ella.
Con estos mimbres, el inicio del curso parlamentario no podía pasar desapercibido, como si no fuera con Pedro Sánchez. Por su coincidencia con la declaración de su esposa, Begoña Gómez, ante el juez Peinado (en este caso por un presunto delito de malversación de fondos públicos). Por su enésima derrota parlamentaria y por la consabida bronca política con la oposición, con la que se intercambió el cromo del genocidio por el de su corrupción. Todo muy didáctico. Sánchez se ha abrazado a la bandera palestina tras la que se esconde Hamás para volver a partir en dos el mapa político. Los míos, los buenos; los tuyos, los malos. En este contexto, después de que Sánchez recurriera a su palabra talismán (genocidio) Bolaños volvió a exhumar a Franco, mientras la presidenta Armengol excluía del diario de sesiones los insultos proferidos por Abascal contra el presidente del Gobierno pero permanecía impasible cuando el ministro Bolaños insultó a la popular Cayetana Álvarez de Toledo. Todo muy respetuoso y ecuánime.
Por mucho que el Ejecutivo y la oposición naveguen por los archivos para desgastar al contrario, de la búsqueda por la memoria sale manifiestamente más perjudicado el presidente socialista. No hay foto de Feijóo posando con un narcotraficante gallego hace más de treinta años que pueda superar las imágenes de Sánchez con sus propios colaboradores, dos de ellos exsecretarios de organización del partido, uno imputado y el otro en prisión preventiva. Feijóo lo sabe y ayer le recordó a Sánchez que accedió al poder gracias a una moción de censura defendida por el ministro Ábalos «prometiendo ejemplaridad». No parece que esté el PSOE para dar clases de comportamientos modélicos.
Y así hasta las elecciones. No hay sesión parlamentaria en el Congreso en la que la oposición pregunte a Pedro Sánchez por las causas judiciales que envuelven a su esposa, hermano, ex secretarios de organización y ‘su’ fiscal general, y él se ponga el chaleco de la oposición para preguntar qué han hecho los demás por el país. Pero vamos a ver, ¿quien está en La Moncloa no es quien debe gobernar? Este Gobierno no va a caer «ni de coña», dice Yolanda. Este es el nivel.