En España vamos a tener un problema serio cuando no estén Fernando Savater, Félix Ovejero o Andrés Trapiello porque a ver qué socialista da entonces los discursos en las manifestaciones de la derecha.
Por supuesto, siempre podremos recurrir a otros intelectuales de izquierdas como Guillermo del Valle, Paula Fraga o Daniel Gascón, pero también para ellos llegará el día fatal en que no puedan subirse a un escenario para decirle a la derecha española que la solución a los problemas generados por el socialismo es el socialismo.
Estoy siendo irónico, no me lo tengan en cuenta. Entiendo perfectamente los motivos por los que mis admirados Savater, Ovejero y Trapiello son invitados una y otra vez a los actos de la derecha. Y pocas cosas me gustarían más que ver a Guillermo del Valle, Paula Fraga o Daniel Gascón sobre ese escenario.
Pero también es cierto que cada uno de esos motivos, tres en concreto, es más deprimente (para la derecha) que el anterior.
El primer motivo es el optimista. Savater, Ovejero y Trapiello no son «socialistas», sino «demócratas», y por eso son los encargados de dar la cara en una manifestación en defensa de la Constitución y del Estado de derecho. Eso demuestra, además, que la oposición a la Ley de Amnistía de Pedro Sánchez es transversal y no cosa de «la ultraderecha», como las cotorras mediáticas de la Moncloa repiten a todas horas.
El segundo motivo es el cínico. Vale, sí, Savater, Ovejero y Trapiello han sido intelectuales tradicionalmente asociados al socialismo hasta que el sanchismo ha convertido en ultraderechista a todos aquel que demuestre públicamente el más mínimo escrúpulo democrático desde la izquierda. Pero esa es, precisamente, la circunstancia que puede atraer a los votantes socialistas moderados y convencerles de hacer el clic intelectual y moral que supone dejar de votar al PSOE y coger la papeleta del PP.
El tercer motivo es el pesimista. Los discursos en las manifestaciones de la derecha los dan Savater, Ovejero y Trapiello porque no hay nadie a su diestra 1) con el mismo aura de referente intelectual y ético que ellos tres y, sobre todo, 2) dispuesto a negar públicamente la condición divina del PSOE en la pira mediática de la calle.
Todos esos motivos son demoledores para la derecha y explican en buena parte por qué es hoy presidente Pedro Sánchez y no Alberto Núñez Feijóo.
El primer motivo demuestra la necesidad psicológica de la derecha de que sus causas, incluso cuando son impecablemente transversales y exquisitamente democráticas, sean avaladas por el socialismo. Por el único socialismo, en concreto, que sigue dirigiéndole la palabra y no tratándola como a una apestada en los márgenes de la vida civilizada, que es la feminista, ecologista, sindicalista, migrante y LGBTI. Es decir, la socialista.
El segundo motivo demuestra la incapacidad de la derecha para construir un relato capaz de apelar a los socialistas moderados. Porque lo que le está diciendo esa derecha a los españoles de izquierdas no es que su proyecto político sea más igualitario, justo, libre y sensato que el del PSOE, sino que el verdadero proyecto socialista «no es eso que te está vendiendo Sánchez, sino lo que dicen Savater, Ovejero y Trapiello».
Lo que está haciendo la derecha, en fin, es decirle a la izquierda que su proyecto es el correcto, pero que Sánchez lo está aplicando mal, y que por eso el mal menor es, coyunturalmente, el voto a la derecha. «No somos tan buenos como la izquierda cuando la izquierda es buena, pero somos mejor que la izquierda que está ahora en el poder, así que vótanos para que podamos arreglar lo que el PSOE ha destrozado».
El corolario a ese razonamiento es de carril. Después de que la derecha haya arreglado lo que el PSOE ha arruinado, y una vez que el PSOE renueve su liderazgo con un nuevo e ilusionante líder, este sí exquisitamente constitucionalista, ¿qué motivos tiene el votante socialista para seguir votando a esa derecha si el proyecto moral, política y ontológicamente correcto, y lo dicen los propios conservadores, es el socialista?
El tercer motivo es el peor de todos ellos. Lisa y llanamente, no hay nadie hoy en España a la derecha de Savater, Ovejero y Trapiello dispuesto a decir sobre un escenario y frente a un millón de personas lo que sí se dice sin embargo a diario en columnas de opinión, radios y televisiones. A Carlos Alsina, por ejemplo, lo escuchan cada día medio millón de personas más que las que este sábado estaban en Cibeles.
Pero Carlos Alsina no se subiría a ese escenario ni borracho para repetir, frente a menos gente que la que le escucha a diario, lo mismo que dice en un editorial cualquiera de su programa. Y hace bien.
Porque un editorial es un editorial y puede molestar más o menos en la Moncloa. Pero un millón de personas en la calle son una amenaza existencial para un PSOE que siempre ha presumido de ser el partido que más se parece a los españoles. Y nadie razonable querría ser la Libertad guiando ese misil contra el PSOE.
Recen ustedes, en fin, por la salud de Savater. Porque el día que no esté, a ver quién es el guapo socialista que nos confirma que la derecha hace bien defendiendo la libertad y la igualdad de todos los españoles (siempre y cuando el remedio a esa pérdida de libertad e igualdad sea, por supuesto, más socialismo).
A ver si vamos a estar otra vez en el lado incorrecto de la historia con eso de la defensa de la democracia y no nos enteramos hasta que un socialista nos pase el contador Geiger y confirme que no emitimos radiación nucleofacha.