Isabel San Sebastián, ABC, 1/10/12
Artur Mas o Íñigo Urkullu no encuentran otra ocupación mejor que lanzar a sus ciudadanos monte arriba
RESULTA descorazonador comprobar cómo retroceden en el tiempo el País Vasco y Cataluña, de la mano del nacionalismo, hasta desandar todo el camino de progreso que durante siglos condujo a esas dos regiones a convertirse en la vanguardia de España. Decía lúcidamente un gran bilbaíno fundador del Foro de Érmua, llamado Vidal de Nicolás, que su ideario se resume en la sacralización de la berza y la vaca, a la que añadiríamos la barretina, a guisa de símbolo, en el caso catalán. Y tenía razón. Consiste este «pensamiento» en una invocación obsesiva y enfermiza de las raíces primigenias y por tanto primarias; en una apelación irracional a la «esencia» o la «nación», sin sustento alguno en la Historia, que únicamente ha hecho fortuna como proyecto de futuro merced a las ingentes cantidades de dinero invertidas por los gobiernos de sendas comunidades autónomas en políticas de «construcción nacional». O sea, de propaganda y manipulación de las conciencias en todas las modalidades que es posible concebir.
Ante la formidable crisis que está sacudiendo los cimientos de este país, amenazado de quiebra, líderes como Artur Mas o Íñigo Urkullu no encuentran otra ocupación mejor que lanzar a sus ciudadanos monte arriba, por el camino del desafío constitucional, en nombre de sendas presuntas patrias violentadas en un pasado indeterminado por el voraz «león» español. «Mil años de historia», afirmaba en falso hace unos días el presidente de la Generalitat que acumulaba a las espaldas un territorio que primero fue franco, luego, muy brevemente, condado, y enseguida parte del Reino de Aragón antes de integrarse en el de España, hace nada menos que quinientos veinte años. «Un estado vasco sin subordinaciones impuestas», exigía ayer el aspirante a lehendakari peneuvista. ¿Impuestas cuándo y por quién? Da lo mismo. Ellos crearon el mito y ellos lo alimentan a base de agravios inventados, apelando al victimismo.
No dicen una palabra estos caudillos nacionalistas sobre el hecho de que sean los trabajadores de Madrid, Baleares y Canarias quienes están pagando en este momento las pensiones de los jubilados catalanes y vascos, estos últimos los mejor retribuidos de toda España. Esa realidad inmediata y tangible no les interesa. Tampoco recuerda Urkullu a la Guardia Civil cuando habla de inundaciones. ¡Qué poca vergüenza! Aludir a las catástrofes meteorológicas acaecidas en esa región y no agradecer la labor de auxilio llevada a cabo por la Benemérita, que magistralmente recogió Mingote en una portada de ABC, cuando ETA asesinaba a un hijo del Cuerpo cada semana sin que desde el PNV se moviera un dedo por impedirlo. ¿Ése es el País Vasco que quieren construir? ¿Ésa es la Cataluña a la que aspiran? ¿Dos estados levantados sobre el embuste, la insolidaridad, la desmemoria y la ingratitud?
Es insoportablemente cansina esta exhibición de separatismo de vía estrecha, o mejor dicho de «vía embudo»: lo ancho para ellos, lo estrecho para los demás, cuya efervescencia ha roto todos los diques de pragmatismo y educación que regían hasta ahora al menos en Cataluña. No hacen asco al dinero de todos, piden rescate al Estado español, reciben de las arcas comunes los fondos que cobran sus pensionistas, lo que no les impide quejarse sin parar del trato que reciben e insultarnos a los españoles llamándonos sutilmente vagos, aprovechados y carceleros.
Isabel San Sebastián, ABC, 1/10/12