- «En un país normal se marcharía» es una de las frases más manidas de nuestra política doméstica desde, por lo menos, el último lustro del felipismo
Lo pulcro sería que cuando ustedes lean estas líneas el presidente de la Audiencia Nacional hubiera dimitido. Si ese ayudante de ZPSánchez sigue en el cargo, saldrá al mostrador otra anomalía española, tan útiles para un desahogo y tan deprimentes para cualquier otro uso. «En un país normal se marcharía» es una de las frases más manidas de nuestra política doméstica desde, por lo menos, el último lustro del felipismo. Aquella etapa tan añorada por la secta moderadita. Contra toda evidencia, dicho colectivo está persuadido de la existencia de un socialismo bueno, o de otro PSOE. Como lo del Yeti, que nadie ha visto, peroeen el que algunos creen. El otro PSOE no suele nombrarse así: «el otro PSOE», básicamente por la dificultad que entraña responder a la pregunta inmediata: ¿Cuál? El otro PSOE es un concepto implícito y de necesaria existencia para todos aquellos que usan el sintagma «este PSOE». No necesito contarles por qué, si no dispusieran ustedes de comprensión lectora no estarían visitando este medio.
Bien, si el presidente de la Audiencia Nacional ha dimitido, significa que un poquito sí nos hemos acercado a la normalidad. No mucho, porque ahí sigue la banda de Sánchez con su menguante capo luciendo esos recién adquiridos rayones en los pómulos. Ahí sigue Bolaños en su poquedad, que rebaja la ferocidad antidemocrática de sus proyectos. No sé qué será de Bolaños después del sanchismo, pero como no lo contrate Pepiño para una delegación lobista en la Romana, va a pasar mucha vergüenza. Ahí sigue la indescifrable Yolanda, en permanente búsqueda de un cierre de frase aseado. Una quimera. Jamás la abrazará. De momento podría ir ampliándonos a trompicones eso tan interesante de su cultura familiar, que la habría llevado a entrar y salir de su despacho antes de entrar para no salir ni que vayan los GEO a sacarla. Pinceladas antropológicas de enorme atractivo, conste, si no fuera porque la revelación formaba parte de una respuesta que nunca llegó. Algo relativo a marcharse por la corrupción. Por el mismo precio, hija, te marcas una risa loca, con la ventaja de que la risa no tiene subordinadas con las que tropezarse.
Pero si el presidente de la Audiencia Nacional no ha dimitido cuando usted me lee, un nuevo grano de arena se añade a la cumbrecita del montón. El momento en que el montón se viene abajo se conoce en inglés como ‘tipping point’ y, por mucho que ustedes me tilden de pedante, ignoro su nombre técnico en español. Llamémosle punto de desbordamiento o de catástrofe. Un suceso cualquiera, tan abusivo e ilegal como tantos que le precedieron, lo derrumba todo por razones que no aclarará satisfactoriamente ningún análisis, pues responde a la lógica de los juegos de fuerzas altamente complejos. De repente el personal ya no traga más y brrrrummm… el sanchismo entero, que es el Gobierno más sus medios, más sus órganos sectarios y su imaginaria impunidad, se cae con todo el artesonado.