Luis Ventoso-ABC

  • Hoy otros están mucho peor, pero no hay cacería

Recordarán el famoso «brote de A Mariña». El 12 de julio se celebraron las elecciones gallegas, en las que al final barrió Feijóo por cuarta vez. Para intentar desacreditarlo, durante los días previos a los comicios no había telediario de las cadenas «progresistas», que son casi todas, que no abriese con el temible «brote de A Mariña» (aunque por entonces los datos de Aragón eran horribles y los de Cataluña, muy malos). Se trata de una hermosa comarca costera del norte de Lugo, donde viven en total unos 71.000 vecinos. No es exactamente Nueva York, pero la Xunta decretó un cierre de cinco días allí y se cayó el mundo. TVE envió a una reportera en guardia permanente, que iba buscando con tesón testimonios del drama, pero no encontraba más que plácidos paisanos soplándose una Estrella, o tomándose un «café con leite» en las terrazas. La Sexta se estremecía también con el «brote de A Mariña», prueba palpable de la impericia casi criminal de la Xunta pepera. «Feijóo no se plantea atrasar las elecciones pese al brote de A Mariña», denunciaba asombrado el ferrerismo. Si un extranjero viese aquellos telediarios concluiría que allá, en el litoral umbrío de Lugo, se estaba jugando a cara o cruz el futuro de España. Pasaron las elecciones. Ganó Feijóo. Del brote de A Mariña nunca más se supo. Ya no era útil.

Ahora tocaba buscar otro chivo expiatorio para camuflar la incompetencia de Sánchez, Illa y Simón, que no dieron una en la primera ola y se negaron a ver la segunda. ¿Qué mejor que Madrid, la capital y ciudad más poblada, el mayor altavoz mediático de España? Arrancó entonces la campaña Ayuso es Maléfica y Madrid, el Apocalipsis zombi. Bombardeo mañana, tarde y noche. El tertulianismo «progresista» ardía en tal ira justiciera que por momentos parecía que algún comentarista se iba a quemar a lo bonzo. Ayuso era una analfabeta funcional, empecinada en chaladuras como cierres quirúrgicos en las zonas más castigadas y en intentar mantener la economía lo más abierta posible. ¡Un suicidio! Illa, compungidísimo, asaltaba las televisiones para regañar a la Comunidad de Madrid. Simón cabeceaba contrito. En el telediario de TVE salían cada día un par de sanitarios sindicalistas poniendo a parir al Gobierno local. Incluso el feloncillo Aguado dudaba si pasarse al otro bando… Hoy la ocupación UCI por enfermos de Covid en Madrid es del 35%. Seria, sí. Pero desde luego no es el 51% de Aragón, el 45% de Navarra y el 44% de Cataluña. Las defunciones de Madrid sobre el total nacional han caído en veinte puntos desde su pico de octubre. La media española de contagios por cien mil habitantes es de 514 casos. La de Madrid, 332. Sánchez incluso ha incorporado los controles PCR en los aeropuertos… que la loca de Madrid venía pidiéndole infructuosamente desde mayo.

Pero lo que se repite cien veces en televisión pasa a ser la verdad. Y ese es el hándicap de la oposición en una España donde el oxígeno democrático se va enrareciendo.