HOMBRE, NO. Todos los nacionalistas no son pederastas. He oído y leído algunos comentarios sobre la cabalgata de Vic y se diría que al atardecer del 5 va a producirse allí la gran cabalgada. Entre los comentarios destaca el del editorialista catalán de guardia de la prensa socialdemócrata. Un esófago capaz de tragarse la ley, la lógica y la propia democracia, y sostener que ni Artur Mas, ni el resto de desleales, debería ser juzgado, porque la política no comete nunca delito. O que califica de inocente gamberrada, ¡de juego de niños! en uso de su libertad de expresión, la humillación de los símbolos comunes de los ciudadanos. Estos tipos que se ponen tan flamencos con los reyes de pacotilla, dada su impotencia a la hora de defender al único Rey verdadero. Pero, en fin: por algún lugar ha de aflorar una conciencia tumefacta y débil. Algunos papás dan mala vida a sus niños, sin duda. Solo hay que ver cuando los llevan a manifestaciones contra el aborto. Y en Cataluña no digamos: cada fin de semana hay algo que hacer en familia por la puerilidad nacional, aunque sea el pino. En Cataluña los niños no llevan píxel. Pero este desgarro general por los tiernos infantes de Vic es del mismo origen del que lleva a la alcaldesa y madraza Colau a sacar a militares y policías de la vista de los niños. No vayan a malograrse para siempre las bestezuelas. Se podrá decir que la cabalgata expulsa a la mitad más uno de la población de Vic, e incluso de la población de Cataluña, teniendo en cuenta lo de TV3, esa televisión que emite siempre en horario infantil. Y se dirá con razón. ¿Pero qué es lo que está haciendo desde hace cuatro años el gobierno desleal de Cataluña? ¿Y qué hace la radiotelevisión pública y la del grande Godó? ¿Y qué el club de fútbol Barcelona, cualquier domingo que de pronto le apetece insultar a la mitad más uno de los catalanes y al 80% estadístico de los españoles? Un paisaje infectado de inmoralidad, sostenida y cobijada por un número tan devastador de papás, y ahora pretenden lavar una raspa de culpa convirtiendo la levítica ciudad en la playa de Aylan. Hasta mis apreciados, pero tan poco agudos, constitucionalistas han perdido la ocasión de subrayar lo obvio. Es decir, que por primera vez el secesionismo, con la estrellada y el resto de equipaje, se encuentran en el lugar que le corresponde, escribiendo con fervorosa ilusión la enésima carta a los Reyes Magos, hasta que de una puñetera vez crezcan y se hagan hombres.