Eduardo Uriarte-Editores

Esperar que los electores vascos se escandalizaran con lo que Otxandiano dijo sobre la naturaleza de ETA es por creer que en Euskadi hubo mucha gente que se opuso a ella y, la otra falsificación, consecuente con lo anterior, fue que el pueblo vasco venció a ETA. Posiblemente me confunda sobre el autor de la frase, creo que fue Camus el que en una recién liberada París le dijo a De Gaulle aquello “todos sabemos que es una gran mentira”. Algo parecido ocurre con los discursos oficiales sobre ETA. No hay lugar para la sorpresa ante el resultado electoral de Bildu, hasta en sus episodios más crueles ETA tuvo apoyo social y excesiva comprensión.

Fue la Guardia Civil, fue el Estado, el que venció a ETA a pesar de todos los intentos de ZP por otorgarle un arco de triunfo para su acceso a la democracia, culminado en la legalización de sus herederos por el Constitucional. Si la Guardia Civil la venció operativamente, cosa que no pueden sobrepasar, ya se encargó la irresponsabilidad socialista, o el perverso cálculo de aliarse con el tiempo con ella, de entronizarla en la política.

Que nadie se sorprenda ahora ante esta enorme victoria del nacionalismo, no sólo porque en Euskadi desde hace tiempo el Estado visualmente ha desaparecido, que la nación española es algo ajeno y odiable, sólo reivindicada por esos alemanes en Mallorca, atrincherados en sus cubículos, que son los del PP. Con el mutis por el foro del delegado del Gobierno, del PSOE, y el dejar hacer a Kubati, orquestan los ongi etorris a los héroes recién salidos de la cárcel, alguno de ellos con más muescas en su historial y en la pistola que un forajido de leyenda. Ahora no las necesitan, las pistolas, quiero decir, les basta con el trato recibido por el Gobierno de España y el apoyo de una sociedad que en gran medida reconoce la necesidad de que ETA existiera frente a la opresión española, confirmada en la Memoria Democrática, la Memoría Histórica, que hacen presentes a Franco, Mola, Queipo, y hasta a un regular, si hace falta, de un Tabor perdido en Elgeta. Ni se le ocurra plantear quién es el que paga las pensiones a los de esta bendita tierra del Cupo y del pintxo, o haciendo un alarde historicista explicar que hubo muchos más vascos en el bando del alzamiento que en el republicano. No se menciona la rendición de Santoña.

Para colmo, esta nación, aunque pequeña, pero con el idioma más antiguo del mundo, un pueblo de muchos miles de años de antigüedad, hecha con el sacrificio y la sangre de los gudaris, ofrece hoy una gran hermanad social, una gran fraternidad, una patria, una nación, una creencia común en los mitos de esta seductora ficción nacional incomparable con esa España cainita donde el Gobierno tacha de herederos del Alzamiento al facherío de la derecha. Donde el Gobierno no sólo no sabe lo que es una nación, sino que la destruye en cada acto y hecho. No hay comparación, hay que optar por lo de aquí, por algo excelso, o te conviertes en el PP, ni siquiera en alemanes en Mallorca, clochards sin papeles deslegitimados socialmente no sólo por el nacionalismo, que viene de lejos, sino por el Gobierno de España desde que llegó Sánchez.

Con tal que no gobierne la derecha se forja una alianza con los que quieren separarse de España, y, mediante esta estratégica posición, es evidente que conseguirán la secesión. Sánchez, en su contestación a Feijóo en el Congreso se arroga el caudillaje del bloque vencedor en las elecciones vascas, un bloque destinado a la disolución del Estado. Tras el desastre cubano llegaron los nacionalismos catalán y vasco, España prosigue su proceso de autodisolución, y esta vez, por procedimientos democráticos apoyados en el constructivismo jurídico. No hay necesidad de enemigo externo, está dentro, la nación reside, es cierto que en su versión conservadora, pero reside ahí arrinconada en la oposición. Asistimos a la aberración histórica de un Gobierno liquidando su Estado ante el regocijo de todos los frívolos nacionalismos e izquierdismos. Hasta que no truene nadie se acordará de Santa Bárbara.

No caerá esa breva

Sánchez, cual frívolo monarca se declara en huelga. Pero recordemos, juega siempre al límite, no es famosos por su sinceridad, es un ansioso de adhesión inquebrantable, de ahí su relación directa con el pueblo mediante la carta, y, de paso, avisa a sus extorsionadores aliados nacionalistas que si se marcha él, el necesario, se les acaba el chollo. Además, de irse no lo hará  con buenas maneras y sin crear problemas.

Cual personaje autócrata se dirige directamente al pueblo por carta para expresarle su posibilidad de dimitir ante el acoso que padece. Si algo ha fomentado la agresividad en la política hasta alcanzar la violencia -no hay más que observar a ETA, al islamismo terrorista, al mismo Putin- es el victimismo, la última arma que ejerce Sánchez para rearmarse y volver con mayor ímpetu contra todo contrapoder o adversario que se cruce en su camino. El problema es que su narcisismo le puede jugar una mala pasada, que su carta al pueblo ha internacionalizado la noticia del affaire de su señora, y que se desenmascara ante las democracias serias y serenas como un bolivariano de manual. Su intención era otra, pero le puede salir mal. Concluyamos: no caerá esa breva, es una operación chavista.