EN esa Cataluña que los independentistas creen bajo estado de alarma, el sol continúa saliendo cada mañana. La gente se levanta, va a su trabajo y sigue sus libres rutinas: come, duerme, ríe, llora, sufre, ama. Exactamente igual que en cualquier otro lugar de España. La autonomía está intervenida, con poca convicción, por el Gobierno «opresor» sin provocar la menor interferencia en la vida cotidiana. La gestión administrativa no ha cambiado un ápice (por desgracia): las instituciones –incluido el Parlamento– funcionan, los servicios públicos abren con normalidad, los proveedores cobran y las nóminas se pagan. Incluso en las escuelas se adoctrina a los niños con patrañas, el orden público lo custodian los Mozos de Escuadra y TV3 persiste en la intoxicación y la propaganda. Los nacionalistas tampoco han cesado de dar con plena libertad su incansable matraca. La única diferencia respecto a octubre, aparte de que la ley está restaurada, consiste en que la Liga la ha sentenciado el Barça.
Así las cosas, el separatismo puede prolongar cuanto desee este interregno; no parece que las cosas vayan mucho peor, tal vez al contrario, que durante la fase paroxística del «proceso». Si se empeñan en que Puigdemont sea presidente, el paréntesis durará bastante tiempo porque es legalmente posible elegir a un candidato en prisión preventiva, pero no a uno que pretenda ser investido desde lejos. Roger Torrent sostiene, y está en lo cierto, que el Tribunal Constitucional no puede decidir quién gobierna Cataluña, pero sí puede y debe establecer quién NO está en condiciones de hacerlo. Y Puchimón no lo está en este momento, ni lo estará hasta que asuma sus responsabilidades ante el Estado de Derecho.
Los soberanistas tienen en sus manos la posibilidad de levantar la vigencia del Artículo 155. Basta con que busquen a un candidato «limpio». Nadie dirá que se le exigen demasiados requisitos. No sería mucho pedir que viva en el país y que no esté en la cárcel, pero como mínimo debe comparecer físicamente para ser elegido. Mientras eso no suceda, ya se pueden andar con estratagemas y casuismos jurídicos. El bloque separatista debe saber que España está cómoda con la situación, que los partidarios de la recentralización han aumentado a consecuencia de su desafío y que estos tres meses de intervención (blanda) han demostrado que la supuesta invasión o secuestro del autogobierno no provoca ningún cataclismo. Si los partidarios de la secesión quieren recuperar el poder, el procedimiento a su alcance es muy sencillo. Y acaso lo deberían poner en marcha pronto porque como los catalanes se acostumbren al «impasse», su hegemonía política va a correr serio peligro.
Nota al margen. Tiene razón Piqué, ese magnífico futbolista que no debería jugar en la selección española: el resultado de las elecciones no se está respetando. Esas elecciones las ganó Ciudadanos.