Miquel Giménez-Vozpópuli
- Esa debería ser nuestra máxima ambición, con vacaciones y sin vacaciones, pasárnoslo bien sin hacer daño a nadie
Este artículo es el último que escribo antes de tomarme unos días libres, porque no hay nada en el periodismo más estomagante que escribir de política. Especialmente en España. La indigestión neuronal que provoca es tal que resulta imprescindible hacer un régimen de abstinencia severa y no ocuparse más que de las cosas que realmente importan al menos unas semanas. Qué sé yo, de si la tortilla de patatas es una porquería cuando se sirve con el huevo casi sin cuajar, que lo es, o si es mejor ponerle cebolla o no hacerlo, que con cebolla es mejor; otrosí digo, meditar si se debería ilegalizar esa marranada del melón con jamón –solo admito el melón del Lazio y el prosciutto italiano, que es un jamón al que todavía le quedan tres asignaturas para sacarse la carrera porcina– o debatir a qué temperatura debe servirse el helado. Personalmente, creo que los presentamos excesivamente fríos, privándoles de su sabor. El helado debería ser mantecado y no al revés.
Pero no todo se reduce a la gastronomía. Se puede discutir de forma amigable y serena, dos conceptos que ligan maravillosamente, acerca de los libros que nos llevamos de vacaciones y ahí tenemos un terreno inabarcable. Los Cozy Crimes tan de moda, los de autoayuda, los ultimísimos best seller, la novela histórica o, como es mi caso, los de toda la vida, los que has leído mil veces y todavía siguen sorprendiéndote en una frase, una idea, un hilo de la trama en el que no habías reparado. Verne, Salgari, Conrad, Conan Doyle, Agatha Christie, Sax Rohmer, Maurice Leblanc, Poe, Lovecraft, Sven Hassel, Souvestre y Allain, Mark Twain. Borges, Bierce, Javier Tomeo, Quevedo, Pérez Reverte, Robert E. Howard, Ellery Queen, S.S. Van Dine, Maxwell Grant, Seabury Queen… sería un no parar.
El mío es que no pillen una insolación mental, que pongan crema protectora factor diez a su alma, que se protejan de la que está cayendo con la sombrilla de lo familiar, la amistad, la fantasía, la bondad y la esperanza
Estos días de vacaciones en buena y grata compañía, con lecturas que nos acarician el alma al igual que las viandas hacen lo propio con el estómago, son un bálsamo para la endurecida y callosa piel del espíritu de quien ha hecho profesión escarbar a diario en el basurero político. Pasear al atardecer, oliendo a hierba recién segada, escuchando el ladrido alegre de los perros a lo lejos, la algarabía de los críos que ponen la mesa como si de un juego se tratase, el lejano y familiar motor del tractor del paisano que vuelve a su hogar tras un día de trabajo o saber que te espera una buena sopa de pescado y un queso admirable en tu propia mesa son cosas que solo se entienden cuando te pasas la vida entre artículos diarios, prisas, trenes arriba y abajo, ultimísimas noticias, agruras políticas, decepciones humanas y rabia constante. Todo eso es malísimo para el colesterol, no lo duden. Así pues, mi consejo para estas vacaciones no trata de la hidratación y demás cosas que nos repiten a diario los medios. Que sí, que tienen razón, pero el mío es que no pillen una insolación mental, que pongan crema protectora factor diez a su alma, que se protejan de la que está cayendo con la sombrilla de lo familiar, la amistad, la fantasía, la bondad y la esperanza.
No lo comenten por ahí, pero servidor piensa irse de vacaciones –mi mujer me ha dado permiso para que nos acompañen– con Sherlock Holmes, el Doctor Watson y toda una pléyade de personajes porque voy a aprovechar para escribir algunos relatos holmesianos –o sherlockianos – sin que nadie me los haya encargado y sin otro objetivo que pasármelo bien. Esa debería ser nuestra máxima ambición, con vacaciones y sin vacaciones, pasárnoslo bien sin hacer daño a nadie y mucho menos a nosotros mismos. Dicho lo cual, les deseo a todos ustedes un feliz verano, les reitero mi agradecimiento por el generoso interés que muestran por mis pequeñas cosas y, si Dios quiere, a finales de agosto nos volveremos a encontrar. Mi más cordial y veraniego saludo. ¡Vamos, Watson, comienza el juego!