LUIS VENTOSO – ABC – 09/04/17
· No son Obama ni Trump el problema de Siria e Irak.
Aun chico refugiado kurdo de 17 años, que esperaba de noche un bus en una población suburbial de Londres, una turba de bárbaros que salían achispados de un pub le dieron una paliza de hospital pateándole la cabeza. Ayer hubo allí una manifestación de protesta. Muchos asistentes portaban pancartas con fotos… ¡de Trump! ¿Qué tendrá que ver Trump con la locura violenta de unos pandilleros xenófobos en un arrabal londinense?
A raíz de que el presidente de EE.UU. ha ordenado –con razón– bombardear la base desde la que salieron los aviones de Assad que gasearon a ochenta civiles (treinta niños), ahora resulta que el problema de Siria se llama Trump. Pablo Manuel Iglesias, que tiene el raro don de equivocarse siempre, no dedicó una palabra de su prolijo tuiteo a condenar el gaseamiento, un crimen de guerra prohibido desde 1928 (se da la casualidad de que un aliado estelar de Assad es Irán, que sufraga la televisión donde trabaja).
Tampoco le pareció interesante hacer la más mínima alusión al atentado de Estocolmo. El terrorismo islamista es un chascarrillo, el problema son la Coca Cola y la misa en La 2. Sin embargo no faltó un puntual mensaje justiciero sobre el bombardeo estadounidense: «Trump ataca sin autorización del Consejo de Seguridad. Hoy la paz y la seguridad en Siria están más lejos», lamenta apesadumbrado el tertuliano comunista.
La retirada apresurada de Obama en Irak le puso la alfombra al Daesh. Además se desentendió por completo de la Libia post Gadafi. También es verdad que Trump improvisa sin conocimiento y por impulsos ciclotímicos y de márketing. En 2013 advertía a Obama que no se le ocurriese atacar Siria ni hacerlo sin permiso del Congreso. Ahora es él quien hace ambas cosas.
Además cuesta no relacionar el súbito ataque con su delicada situación política en Washington, donde estaba acorralado por los coqueteos de su campaña electoral con el putinismo, tema ahora opacado por sus Tomahawk. Pero cuando Trump estaba empezando a vender pisos y Obama andaba de mochilero por Europa, Hafez al-Assad, el padre del carnicero actual, ya mantenía en Siria una dictadura terrible, que duró 21 años y legó a su hijo (un genocida que iba para oculista). En fecha tan lejana como 1982, el viejo Assad perpetró la matanza de Hama, una de las mayores atrocidades de un gobernante árabe contra su gente.
Los Assad no son un problema nuevo y su alternativa también es funesta: el yihadismo. Irak e Irán se mataron en los años ochenta en una guerra de ocho años, que dejó un millón de bajas. La primavera árabe acabó en otoño hórrido, y con el agravante de que ha exacerbado el terrorismo islamista en Europa. Los países árabes plutócratas han exportado el radicalismo wahabista y financiando la perenne guerra civil de suníes y chiíes.
Esas ricas satrapías se lavan las manos ante el éxodo de refugiados, fruto de una inestabilidad en gran medida costeada por ellos. Irán cuelga a los díscolos de las grúas. Egipto es la dictadura de siempre y con su industria turística arruinada por el terrorismo.
Pero ya saben: la culpa es de Obama, Trump, la UE y, sobre todo, del diabólico Israel, que ha construido unas casas en Cisjordania.
LUIS VENTOSO – ABC – 09/04/17