ABC-LUIS VENTOSO

El deterioro de la seguridad en Barcelona no viene del cielo

ALGUNAS historias se cuentan mal, o a medias. Por ejemplo, cuando en Cataluña se evoca el exitazo de Barcelona 92 suele venderse como un logro estrictamente local. Y sin duda los barceloneses, empezando por Maragall y Samaranch, desempeñaron un rol estelar. Pero Barcelona no era una ciudad flotando en el espacio sideral. Sus Juegos Olímpicos constituyeron también una enorme y onerosa operación de Estado, sufragada por todos los españoles. Un proyecto nacional que ilusionó a todo el país y que fue respaldado al máximo por la Corona del Rey Juan Carlos y el Gobierno de Felipe González. Ese esfuerzo de toda España obtuvo excelentes resultados. Barcelona, siempre encantadora y sugerente, pero ahora recién bruñida y modernizada por el pastón olímpico, se convirtió en un logo universal, el «icono de lo cool», un imán que atrajo a todo el planeta.

Los réditos de aquella formidable operación de márketing se han prolongado durante más de dos décadas. Barcelona semejaba una marca irrompible. Pero cuando parte de un pueblo pierde la brújula, abraza el desorden, cree que pisotear las leyes es súper chachi y que las normas son una gañanada de los fachosos de «Madrit», el resultado puede ser que la convivencia se enrarezca, el orden público se deteriore y la imagen maravillosa comience a apolillarse. Como español que admira la segunda de nuestras ciudades y la considera una de las tres más hermosas del país, me da rabia que Barcelona sea presentada por la BBC, por los dos mayores medios alemanes y por la diplomacia de Estados Unidos como una ciudad de riesgo para sus visitantes. Pero lo hemos ganado a pulso: los robos con violencia han aumentado un 30%, el paisanaje antisistema se ha vuelto endémico y hasta se han disparado los homicidios.

Ada Colau, una hija de soriana que da coba a los independentistas, incapaz de acabar su carrera universitaria y de pírrica experiencia laboral, distrajo toda su juventud como activista antisistema. No había manifa sin nuestra Ada: la lucha contra las cumbres del G-8, el No a la Guerra, el No a los desahucios. Ada como okupa. Ada disfrazada de Súper Woman contra los malvados propietarios de viviendas. Ada contra la invasión turística (de la que vive su ciudad). Situar al frente de la segunda metrópoli española a una resentida pro-okupa y enemiga de los empresarios no fue la mejor idea. Barcelona derivó en parque temático de manteros y okupas. La tolerancia mal entendida de Colau, que se llama aparcar las leyes, supuso un abono perfecto para chorizos, carteristas, trapicheros y navajeros. Y solo ahora, al ver que la prensa internacional denuncia la cara fea de la ciudad bonita, se empieza a llorar sobre la leche derramada…

Tampoco ayuda a crear un clima de orden y convivencia el disfrutar de un Gobierno autonómico que predica el odio al vecino y la burla a las leyes, que se encoge de hombros y sonríe zorruno cuando sus jóvenes vándalos separatistas cortan trenes y carreteras. Barcelona paga una atmósfera política muy concreta. Está en manos de los catalanes decir basta y girar.