RAMÓN PÉREZ-MAURA-EL DEBATE
  • Pedro Sánchez pasó de apoyar el 155 –sin permitir la intervención de TV3 para que siguiera siendo la voz del independentismo– a respaldar todas las aspiraciones de Puigdemont y sus compadres. Próxima estación, autodeterminación
El discurso de Carles Puigdemont el pasado jueves en la localidad francesa de Elna es una de las mayores humillaciones que hemos sufrido los españoles conjuntamente, como nación. Porque él no hizo más que constatar verdades incuestionables. Entre las más destacadas la humillación a la que él mismo ha sometido al Gobierno español. Como bien sostuvo, no hay precedente de una democracia occidental gobernada por un tipo que tiene que negociar el respaldo para su elección fuera del territorio nacional. Pero esta vez ha ocurrido. Y Puigdemont lo ha proclamado al mundo entero para denigrar a todos los españoles, empezando por el propio Sánchez.
Como es lógico en la situación a la que nos ha llevado el presidente del Gobierno, el todavía prófugo reiteró que volverá a hacer exactamente lo mismo que perpetró en 2017, aprovechando lo aprendido entonces para no volver a fracasar en el proceso. Quién puede pretender que no lo haga si ya no tiene las barreras legales que le impulsaron a convertirse en un prófugo. Y con razón, visto cómo ha actuado el Gobierno de España, Puigdemont se atreve a tirarse el farol de que no es que él huyera por interés propio, sino que lo hizo para defender la dignidad de su Generalidad. Dignidad supuestamente amparada en el maletero de un coche por más que ahora lo niegue y diga que salió sentado.
Los sondeos parecen indicar que el próximo Parlamento de Cataluña tendrá tres grandes partidos que en la práctica son todos o han aceptado ser independentistas. El PSC-PSOE desde el momento en que ha apoyado la amnistía de los golpistas y Junts y ERC desde que Artur Mas puso en marcha el procés en 2012. Lo que ahora vemos es que el independentismo va a ganar con una combinación o con otra. No sé cuál. Pero va a ganar. Puigdemont pidió el jueves una lista común de su partido y Esquerra. Algo que ya hubo en el pasado y que les permitió ser la lista más votada. No parece que las cosas ahora vayan por esa vía porque Junts acaba de derribar el gobierno de Esquerra y no apunta a que Pere Aragonès y Oriol Junqueras estén por la labor de recompensar a Puigdemont dándole su apoyo. Porque claro, cuando el prófugo habla de lista unitaria, se refiere a unidad en torno a él. La caridad bien entendida empieza por uno mismo. Asumiendo que se cumplan los sondeos y el PSC sea el partido más votado, habrá que ver si los independentistas suman suficientes escaños para formar Gobierno sin los socialistas –entre los dos partidos mencionados y la CUP podría ser. Alternativamente habría que pasar por el PSC, que debería escoger con quién aliarse, si esa alianza implica el Gobierno de Salvador Illa o en bien de la continuidad de Sánchez en Madrid aún ganando ceden la presidencia a otro. El problema es que tanto si escoge a Junts como si opta por ERC, el que se quede fuera puede molestarse y retirar su apoyo en Madrid. Claro que yo no creo que eso ocurra. Puigdemont y Aragonès saben que éste es el momento dorado para las aspiraciones independentistas. Tienen todas las de ganar. La clave es mantener a Sánchez en Madrid para poder seguir ordeñándole. Y que el todavía prófugo siga cargándose de razón: todo lo que él dijo que quería hacer en 2017 en realidad era posible. Y prueba de ello es que Pedro Sánchez pasó de apoyar el 155 –sin permitir la intervención de TV3 para que siguiera siendo la voz del independentismo– a respaldar todas las aspiraciones de Puigdemont y sus compadres. Próxima estación, autodeterminación.