Iñaki Ezkerra-El Correo
- Pensamos lo peor de un Gobierno que une fatalmente incompetencia y resiliencia
Lo pensé en la primera hora de esa media jornada que viví sin luz el lunes y que se alargó las veinticuatro horas para muchos españoles: ‘Si el presidente del Gobierno fuera Suárez o Calvo Sotelo, o González, o Aznar, o Rajoy, uno estaría tranquilo. Tendría la seguridad de que cualquiera de ellos estaría trabajando denodadamente para devolvernos el suministro eléctrico en un cabal plazo de tiempo. Pero, con el actual huésped de La Moncloa, uno no tiene esa certeza. Se puede esperar cualquier cosa menos eso’.
Es así por desgracia. Lo que uno podía esperarse de este presidente y de todos los miembros de su colorista Gabinete, sin excepción, es que en el mediodía de ese lunes insólito estuvieran reunidos, no para solucionar con la urgencia que requería el grave problema energético, sino para ver a quién podían echar la culpa del mismo, de qué modo podían rentabilizarlo y si convenía o no prolongar el apagón varias jornadas para sacarle mayor rédito político y hasta económico. No exagero. Tenemos a un Ábalos imputado porque, entre otras veleidades, se puso presuntamente a hacer negocios con las mascarillas en los días terribles de 2020 en que la pandemia se cobraba vidas humanas. No hablamos de un pícaro cualquiera que se sirve de sus relaciones con el poder para sacar provecho de la tragedia colectiva sino de un sujeto que era el hombre fuerte de Sánchez y que ha estado al frente de dos ministerios: en aquellas fechas era ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana.
Se burlaba la ‘clá’ de Bolaños de la tarima que reclamó el juez Peinado para interrogarle en La Moncloa, pero una tarima y no otra cosa es lo que busca Sánchez en ese simulacro que anda escenificando de chequeo a los que llama operadores privados y que no son más que productores de electricidad pues aquí el único operador real y efectivo es Red Eléctrica, la empresa que se ha encargado de controlar él mismo.
Hasta aquí hemos hablado del ‘después’ del apagón. Pero, si hablamos del ‘antes’ y de esas causas aún no esclarecidas oficialmente, tenemos todas las cartas para pensar lo peor de un Gobierno que une fatalmente la incompetencia con la resiliencia y que ha hecho un ‘modus operandi’ de actuar por las bravas ideológicas sin medir los efectos adversos en la cuestión de los violadores, de la entrega del Sáhara a Marruecos, de la intimidación a empresarios e inversores, del cierre de pantanos y centrales nucleares, de la persecución al saneamiento de los ríos y a las energías combustibles… ¿En vez de una Agenda 2030, no podríamos tener una menos ambiciosa de 2025 que atendiera los informes técnicos que ya advirtieron de este peligro en la red eléctrica y previera todas estas calamidades del presente?