Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • Sánchez es el más listo de la clase en la asignatura de la manipulación y el engaño masivo

El problema de hacer depender tu futuro político de los casos de corrupción del adversario, sobre todo cuando son multitud y la mayoría de la gente ha perdido la cuenta, es doble: por un lado, que algunos de los casos podrían quedar en poco o en nada, no tanto porque los hipotéticos culpables no lo sean sino porque, siéndolo, no se han recabado pruebas suficientes para localizar y condenar a (todos) los responsables; por otro lado, que la gente tiene poca memoria o memoria selectiva o recuerda lo que le interesa, o siempre podrá recurrir, por interés propio o por conveniencia sectaria, al argumento de que corruptos son todos o que todos son iguales, o incluso echar cuentas y concluir que tampoco es para tanto. O que, en fin, es cosa nada más que de cuatro pillos sin vergüenza y sin escrúpulos.

Conste que yo ya tengo bastante desde hace mucho tiempo y lo primero que tengo claro es que el PSOE es el primer problema de España (lo es, de hecho, desde Zapatero) pero no toda la gente ve la misma cosa de la misma forma; y, además, se trata de convencer a los que, a pesar de todo, no están convencidos, sobre todo si lo que necesitas para gobernar es al menos acercarte a la mayoría absoluta. Como, además, Sánchez es el más listo de la clase en la asignatura de la manipulación y el engaño masivo, las cosas podrían no resultar tan fáciles como, por otro lado, está quedando de manifiesto. Quien más quien menos todos hemos dado por muerto a Sánchez; y, contra todo pronóstico, ahí sigue: vivito y coleando, para desgracia de la mayoría.

Acorralado políticamente

Es cierto que Sánchez vive rodeado de presuntos casos de corrupción que lo acorralan políticamente y por los que, si tuviera un mínimo de decencia, debería haber dimitido. Pero ni la oposición puede presentar una moción de censura que lo desaloje de la Moncloa ni él va a someterse a una cuestión de confianza que acabaría con su carrera política. Además, a pesar de que sigue sin presentar los presupuestos generales ante el Congreso de los Diputados incumpliendo la Constitución Española y de que ha perdido la mayoría parlamentaria que lo convirtió en presidente, ahí sigue, y es tan demócrata que afirma sin vergüenza que no convoca elecciones porque las perdería. Al menos en este caso no miente, lo cual en él es una extravagancia.

La imputación de su hermano, de su mujer, de su Fiscal General del Estado, los tejemanejes de la fontanera socialista Leire Díez para desacreditar a determinados mandos de la Guardia Civil que investigaban el entorno del PSOE o la corrupción de sus colaboradores y manos derechas Koldo, Ábalos y Cerdán son razones más que suficientes para exigir su dimisión inmediata, pedir elecciones y jubilarlo para siempre de la política; por lo menos por responsabilidad in vigilando e in eligendo. Sin embargo, como decía arriba, casos de corrupción los ha habido siempre y no siempre han servido para tumbar gobiernos. Es cierto que nos encontramos ante el peor gobierno de la democracia y los escándalos se amontonan, pero a lo que voy es que toda esta corrupción podría no ser suficiente para finiquitar la carrera de Sánchez y pasar una de las peores páginas de nuestra historia. Con la habilidad que lo caracteriza, podría bastar con que uno sólo de los sospechosos fuera declarado inocente para que Sánchez volviera a atacar a la Justicia independiente y a los periodistas libres y resurgiera de sus cenizas.

Las negociaciones en Waterloo

Por todo esto, recomiendo no olvidar las otras corrupciones perpetradas por Sánchez que, en el fondo, y siendo estas gravísimas, son más graves que las económicas. Desde luego, la corrupción económica debe denunciarse, pero lo mismo debe hacerse con la política. Entre ellas, la supresión del delito de sedición, los indultos o la amnistía; o las negociaciones en Waterloo para decidir la investidura de Sánchez; o las cesiones a los nacionalistas e independentistas que quieren romper España; o haber amnistiado políticamente a Bildu; o la posible concesión de un concierto económico para Cataluña que rompiera definitivamente la muy precaria igualdad ciudadana ya suficientemente perjudicada; o el ataque a los jueces independientes para condicionarlos; o el asalto a todas las instituciones públicas; o el recurso a la mentira como forma de acción política; o el propósito de dividir a los españoles por conveniencia política, lo cual, por cierto, podría convertirse en violencia expresa en el caso de que la derecha llegara al Gobierno porque «cualquier medio vale para frenar al fascismo». La corrupción económica, siendo gravísima, al menos puede limpiarse y encarcelar a los responsables; la política, sin embargo, podría tener repercusiones que duraran décadas.

Porque, además, ni siquiera es suficiente con censurar tanto la corrupción económica como la política. Es indispensable presentar una alternativa política completa al sanchismo. Agustín Valladolid hace unos días reclamaba en Vozpópuli el surgimiento de un partido de centro. Yo no sé si debe ser de centro, de centro izquierda o mediopensionista. Ojalá surja un nuevo partido de izquierdas auténticamente progresista que finiquite al PSOE. Y radical, en el sentido de que vaya a la raíz de los problemas. Mientras esto no ocurra, los partidos que ya existen deberían hacer correctamente sus deberes: denunciar todas las corrupciones y plantear medidas políticas alternativas a las sanchistas, además de deshacer las perpetradas por Sánchez.

No apto para despistados

Para mucha gente, la corrupción de unos no es motivo suficiente para votar a los otros. Ni la propia corrupción es tan grave como la ajena. Qué se le va a hacer, son los bueyes con los que tenemos que arar. Así que si yo fuera jefe de la oposición o hipotética alternativa a Sánchez, diversificaría las razones para recibir el voto; pero, a la vez, concentraría los mensajes y las ideas-fuerza, porque quien mucho abarca, poco aprieta, y son obvios cuáles son los temas que movilizan a la gente. Y quien no los vea tiene un problema. O no puede dedicarse a la política o ser alternativa. No se trata de decir lo que la gente quiere oír pero sí de que a uno lo entiendan. Y de apurar el tiro… si no quieres que te salga por la culata. Y como Sánchez es muy listo en esas lides, es mejor no equivocarse más de lo humanamente comprensible. Y a falta de colmillo, al menos se trata de ser listo y oportunista, que es aquel que aprovecha al máximo las circunstancias y saca de ellas el máximo beneficio posible. Qué se le va a hacer, la política no está hecha para gente… despistada.