Mquel Giménez-Vozpópuli

La situación política es tan extraña que, como viejo guionista, me pregunto cómo piensan solucionar el capítulo final

Igual lo dejan abierto, de cara a otra temporada, es decir, otras elecciones. Pero, por muy torpes que sean los que escriben esta mezcla bizarra de tragedia griega y persecución a lo Benny Hill, alguna resolución habrá que dar a este culebrón que arrastramos desde que el ínclito tribuno Bruto Sánchez se alzó pidiendo la cabeza de Claudio Rajoy y la masa rugió entusiasmada. Porque, para los españoles, las elecciones no son más que una venganza contra lo que sea, el político que no nos gusta, el partido que vota nuestro jefe o lo que aconseja votar el cuñado de turno. El voto a la contra, el del “ahora se van a enterar” podrá ser muchas cosas, pero un ejemplo de lo que debería ser el ciudadano sensato va a ser que no es. Deberíamos empezar a analizarnos a nosotros mismos para comprender porque nuestro sistema va como va.

Una de las claves radica en que, en un mundo monopolizado por la imagen y la ficción, hemos acabado creyendo que la política es Juego de Tronos. No es casual que Pablo Iglesias le regalase ejemplo al Rey alguno de sus libros o que a Susana Díaz sus compañeros la apoden la Khaleesi.

Dicho esto, les propongo un juego. Pensemos en esa serie y apliquémosla a la situación presente, como si el parlamento fuera Netflix o HBO, y la política un juego mortal entre diferentes casas. Dejo a su imaginación el casting. Decidan ustedes quienes son los Stark o los Lannisters, quien es la Khaleesi y quien Arya, quien Sersei y quien John Nieve. ¿A quien imaginan como Madre de Dragones? ¿Carmen Calvo o Laura Borrás? ¿Irene Montero o Inés Arrimadas? Ojo con esta, que está embarazada y tiene un carácter que paquelasprisas cuando se enfada. Por lo que afecta a la trama, lo que les preocupa a los protagonistas es saber que hay detrás del Muro, y tiemblan pensando en el día en el que lo que allí habita lo atraviese y arrase con todos los reinos conocidos. Pongamos a que ese muro lo llamamos elecciones. Desde luego, no hay nadie sensato que se crea que, una vez destrozado, lo que pueda venir sea nada bueno. Y entre las huestes separatistas, ¿habrá una boda roja? ¿Tardá y Rufián acabarán siendo precipitados al vacío por Aragonés, mientras este musita “Las cosas que tengo que hacer por amor a Cataluña”? ¿Varys y sus pajaritos son del PSC o no?

Da la impresión de que los guionistas de este embrollo se han ido complicando la vida cada vez más con tal de mantener el interés de su audiencia y ahora no saben por dónde salir

Yo no sé ustedes, pero a mí todo esto me tiene en un sin vivir, porque me da la impresión de que los guionistas de este embrollo se han ido complicando la vida cada vez más con tal de mantener el interés de su audiencia y ahora no saben por dónde salir. Tiene mal final, lo reconozco. Tanta intriga, tanto pacto, tanta traición, tanto despecho, son tramas y sub tramas que se entrecruzan de manera tan intrincada que ni los mismos Moffat, Gattis y Javier Olivares juntos sabrían encontrar un desenlace que complaciera a todo el público.

Habrá que esperar a ver el final para opinar, aunque me asalta una duda de última hora. Atribuyo a estos políticos de regate corto y cuenta de gastos larga pertenecer a una saga tan compleja y llena de matices como Juego de Tronos, pero ¿y si no? ¿Y si la serie que nos están vendiendo los políticos patrios no fuese una producción de calidad, lejos de The Wire, Penny Dreadful o The Crowns?

Dicho en plata: ¿y si lo de Sánchez, Iglesias, Casado y Esquerra no fuera nada más que un sueño de Resines? Miedo me da.