Tras ver tumbados sus presupuestos por Junts, Vox, la CUP, Comuns, Ciudadanos y el PP, Pere Aragonès ha decidido adelantar las elecciones autonómicas al día 12 de mayo, unos días después de las elecciones vascas y un mes antes de las europeas; en todo caso, nueve meses antes de lo previsto. Los Comunes, quienes han sido el apoyo clave del Ejecutivo catalán durante los últimos años, ansiosos por marcar perfil propio, se han negado a ceder en su reivindicación de que el Gobern prohibiera la construcción del complejo de ocio y juego que Hard Rock proyecta en Tarragona. Y Aragonés, que no acepta el tipo de chantajes que él impone al Gobierno de España y que este acepta dócilmente, se ha negado a aceptar la exigencia de los Comunes que hubiera salvado la legislatura. El rechazo de los presupuestos es el mayor fracaso que puede cosechar un dirigente político, pero Aragonès confía en hacer de la necesidad virtud en un panorama político enloquecido que puede deparar casi cualquier cosa.
Es posible que Sánchez decida prorrogar los presupuestos y seguir arrastrándose el tiempo que considere necesario, pero retrasar la resolución del problema no implica solucionarlo, más bien suele ocurrir lo contrario
Es complicado hacer previsiones en un tiempo político caracterizado por la inestabilidad política y los sobresaltos continuos, pero hay algunas cosas más probables que otras. Para empezar, es seguro que, consecuencia del adelanto electoral en Cataluña y la guerra fratricida que llevan tiempo librando ERC y Junts y que probablemente se recrudezca en las próximas semanas, Sánchez se quedará sin presupuestos, con todo lo que ello implica. Sin presupuestos no hay estabilidad ni futuro político, menos incluso del que Sánchez llegó a tener nunca. Es lo que tiene hacer depender la gobernabilidad de España de quienes quieren romperla. Por tanto, la convocatoria electoral en Cataluña puede provocar un efecto dominó de consecuencias imprevisibles: Sánchez, sin presupuestos, carece de estabilidad política, y sin estabilidad política carece de legislatura, por lo que podría convocar elecciones a partir del 23 de julio, y cuando convoque elecciones es posible que el PSOE sufra un varapalo de envergadura. Para evitar este desenlace, es posible que Sánchez decida prorrogar la agonía y seguir arrastrándose el tiempo que considere necesario, pero retrasar la resolución del problema no implica solucionarlo, más bien suele ocurrir justo lo contrario.
Un escenario explosivo
Aragonés quiere ver una oportunidad en el adelanto electoral al que lo han obligado: por un lado, quiere aprovecharse de la debilidad en la que se encuentra el PSOE, asediado por la corrupción económica del Caso Koldo y la corrupción política que implica la Ley de Amnistía, aunque el PSC confía precisamente en sacar rédito de lo segundo y de la lucha encarnizada que protagonicen los independentistas; por otro lado, ERC confía en que Junts no pueda presentar a Puigdemont, aunque los republicanos ya han adelantado que su candidato será el prófugo de la Justicia y beneficiario de la Ley de Amnistía, una ley que, sin embargo, se dilatará en el Senado, por lo que no es seguro que Puigdemont pueda finalmente presentarse. Por lo demás, el resto de partidos se encuentran en una situación de debilidad extrema; salvo el PP, que confía en aglutinar el voto constitucionalista harto del independentismo.
Así que nos encontramos ante un escenario explosivo y de consecuencias imprevisibles. La Ley de Amnistía y el derecho a la autodeterminación serán los grandes asuntos de la campaña electoral que ya puede darse por iniciada, y cuyos resultados condicionarán los resultados de las elecciones europeas y, sobre todo, la situación política del conjunto de España. El PSOE ya ha decidido prorrogar los presupuestos de 2023 y comenzar a trabajar en los siguientes. Pero es posible que estos no lleguen nunca. Y que, ahora sí, estas elecciones catalanas se conviertan en una etapa más del fin definitivo de Sánchez