Lo que me sorprende de las declaraciones de Otegi es la importancia que se le da a lo insuficiente, como si fuera el oprimido Mandela en su celda por luchar contra el apartheid, y esto una dictadura de racistas; a la equiparación de las violencias de ETA y del Estado; a las víctimas de cada lado; al tono frío y autoritario que se le percibe…
Desde marzo, que lo escribí, era más que previsible. Previsible incluso cómo iban a ser los equívocos y silencios que aderezarían el mensaje doctrinario, pues a este género nos acostumbró el dictador. En aquellos discursos, los inmovilistas encontraban la esperanza de que nada iba a cambiar y los tecnócratas, pragmáticos ellos, creían ver una apertura. Unos que nada cambiase, y los otros limitándolo, es decir, ambos optando para que de una manera u otra perdurase. Hasta que algunos duros del régimen, algunos azules del Movimiento, no dijeron «esto se acaba», el resto hubiera seguido haciendo la pelotilla esperando, y otros poniendo obstáculos. El resultado es que aquellas actitudes le permitieron a Franco seguir mandando hasta su muerte, y unos y otros entendían lo que querían entender. El tipo de género se repite; al fin y al cabo, ETA y su mundo no son más que los hijos bastardos de aquel régimen.
Lo que no era de esperar es que fuesen tres páginas en este diario, más titular en toda la plana anterior con el mensaje más optimista, lo que diera lugar al discurso. Otegi, entrevistado por el biógrafo del mismísimo Nelson Mandela, supone el último y grandilocuente relato que ha merecido, si bien todavía bajo la calificación de insuficiente, algo más que la indeferencia: una consideración positiva por los que así desean verlo.
Lo curioso es que cuando se le han impuesto al mundo radical sin contemplaciones todas las condiciones objetivas para que reflexione, represión policial exitosa e ilegalización de Batasuna -auténtico origen de la reflexión-, y se le exige que siga reflexionando, como las mulas del duque de Alba, que estuvieron en múltiples guerras y no aprendieron nada, se puedan volver a cometer los errores de anteriores procesos. La mínima apreciación positiva hacia ese mundo torna su pequeñísima capacidad de reflexión en pura prepotencia, alejándola no sólo de cualquier negociación, sino que la anima de nuevo a la violencia. Hay demasiadas cuestiones importantes para el que las quiera tener en cuenta en la entrevista de Otegi, como afortunadamente observara Patxo Unzueta en la página de análisis anexa, que haría imposible negociar sin volver a dejar al borde del abismo al Estado de derecho, pues en lo sustancial el proyecto político de ETA sigue entero.
No me ha sorprendido nada lo que ha dicho. Lo que me sorprende es la importancia que se le da a lo insuficiente, como si fuera el oprimido Mandela en su celda por luchar contra el apartheid, y esto una dictadura de racistas; a la ecuación ETA-Estado democrático, a la violencia equivalente de ETA y del Estado; a las víctimas de cada lado, al olvido a todos los asesinados durante la democracia, al tono, frío y autoritario, que se le percibe… El que quiera ver algo positivo que lo vea, pero entonces necesitaremos otros acemileros, no vaya a ser que las mulas nos vuelvan a acercar al precipicio, porque ellas nada aprendieron de tantas negociaciones perdidas.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 26/10/2010