Cristian Campos-El Español

La sorpresa de la moción de censura de Santiago Abascal a Alberto Núñez Feijóo ha sido la presencia de Ramón Tamames, economista y veterano dirigente del Partido Comunista, en el Congreso de los Diputados.

Y no en los asientos del gallinero reservados a los invitados, donde por cierto alguna dama ha apoyado elegantemente sus pies descalzos en el respaldo del asiento de delante a falta de una cuba para prensar uvas, sino en una butaca del hemiciclo, como si fuera un diputado más. Probablemente, un gesto de deferencia de Meritxell Batet, la presidenta de la Cámara, en razón de la edad de Tamames (90 años).

El viejo profesor, que quizá haya sido invitado por algún nostálgico de la revolución castrista (habría que apostar por Yolanda Díaz), ha asistido impertérrito al discurso de Abascal contra la prensa española, la dictadura China y el Partido Popular. Como es lógico, Tamames no ha aplaudido el discurso del líder de Vox contra Feijóo. No le debe de haber gustado nada el desprecio con el que Abascal ha hablado de Xi Jinping.

Es probable también que Tamames haya sentido extrañeza al ver que el censurado Feijóo no estaba presente en el Congreso para defenderse de su propia moción.

Pero con total seguridad no tanta sorpresa como cuando ha visto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sumarse a la moción de Vox contra Feijóo. «¡Cómo ha cambiado la política en 40 años!» debe de haber pensado Tamames. «¡El socialismo haciendo pinza con los herederos de Blas Piñar en contra del partido de Fraga!».

A Tamames, y hablando ya sin sarcasmo, se le advirtió durante semanas sobre el error que suponía encabezar una moción de censura que no iba dirigida contra el presidente del Gobierno, sino contra el líder de la oposición.

Que iba a resultar tan contraproducente para los intereses de los españoles como conveniente para los de la coalición gobernante.

Que iba a derivar en un mitin electoral más de los portavoces del PSOE, de Podemos y de Vox a cargo de los contribuyentes.

Y que en el mejor de los casos iba a suponer un circense punto final a una carrera bastante más digna de lo que sugiere este grotesco colofón.

Por supuesto, eso es exactamente lo que ha ocurrido.

Lo mejor que se puede decir de Tamames es que ha resultado casi entrañable en su comicidad. Ha defendido a China, otorgándole el papel de paloma de la paz en la guerra de Ucrania, cuando Santiago Abascal la había atacado minutos antes por su responsabilidad en la propagación de la Covid. Ha mencionado Tenochtitlan. Ha reclamado Gibraltar. Y ha protestado como un abuelo que le grita a las nubes por esa inveterada costumbre sanchista que consiste en leer respuestas programadas a preguntas que no se le han hecho, como en los mejores diálogos de besugos.

Pero ¿qué pensaba Tamames que iba a ocurrir?

Vox le ha concedido al presidente la posibilidad de solidificar su coalición con Podemos, ERC y Bildu en su momento de mayor debilidad.

Le ha dado a Yolanda Díaz, en el peor momento posible para los intereses de aquellos que desean un gobierno alternativo al actual, foco y protagonismo, confirmando que por fin existe en España un ego capaz de competir con el de Sánchez.

Ha obligado al PP a justificar su abstención frente a una pantomima que el presidente del Gobierno ha agradecido con entusiasmo.

Y, eso sí, ha confirmado que Vox no es un partido serio, sino una plataforma de agitación con ocurrencias de bombero que se conforma con agitar las redes a la espera de no se sabe bien qué y cuya razón de ser (aglutinar al antisanchismo más visceral e impulsivo) se perderá tan pronto como Sánchez salga del Gobierno.

Esta moción de censura ha sido, efectivamente, un NO-DO gubernamental a dos meses de unas elecciones clave para la viabilidad futura del sanchismo.

Ha servido para presentar con cohetería al partido con el que Pedro Sánchez planea gobernar hasta 2028 (el Sumar de Yolanda Díaz, en detrimento del Podemos de Ione Belarra e Irene Montero).

Y ha demostrado que el Congreso de los Diputados es ya poco más que un plató de televisión en el que los presentes responden a preguntas que no se han hecho, mienten a boca llena convirtiendo la mentira con datos descontextualizados en la verdad oficial y utilizan los mecanismos constitucionales para sus intereses electorales particulares.

La moción contra Feijóo, como se sabía desde hace semanas, saldrá adelante con el voto de Vox, PSOE, Podemos y nacionalistas. A Ramón Tamames, y como premio de consolación menor, le quedará el consuelo de contarle a sus nietos que él estuvo en el Congreso de los Diputados el día que en él se juntaron los egos de los tres mayores narcisos de la península ibérica: el suyo, el del presidente y el de la sumatriz.