Olatz Barriuso-El Correo

  • El fabuloso listado de exigencias del independentismo catalán para apoyar la investidura de Sánchez apunta ahora a las cosas del comer

Que la política española recuerda al camarote de los hermanos Marx es un hecho incontestable. El fabuloso listado de exigencias del independentismo catalán para apoyar la investidura de Pedro Sánchez hace pensar en la famosa escena de ‘Una noche en la ópera’ en la que Groucho detalla la comanda al camarero y Harpo y Chico apostillan: «Y también dos huevos duros». A lo que nuestro protagonista replica: «En lugar de dos, pon tres».

Algo así se les ha ocurrido a los soberanistas de Junts y ERC que, tras reclamar la amnistía que Sánchez abona ya sin llamarla por su nombre, la mediación internacional y los golpes de pecho en señal de contrición, han pasado al capítulo de las cosas del comer. Al de la pela. Ya el lunes, el Govern hizo públicas sus estimaciones sobre el déficit fiscal anual de Cataluña, que cifra en 22.000 millones. Junts subió la apuesta y echó cuentas sobre el montante total de la «deuda histórica» del Estado: 450.000 millones.

A eso se añade el pacto fiscal que enarbolaba Artur Mas y que acabó sirviendo de coartada para echar a rodar el ‘procés’ y la exigencia de transferir las competencias de Hacienda para que la Generalitat recaude sus propios impuestos. O sea, un Concierto a la vasca, un acuerdo que, según la versión que el PNV lleva aireando cuatro décadas, Jordi Pujol rechazó porque cobrar los tributos no era precisamente una actividad popular entonces (ni ahora). El expresident negó la mayor en una conferencia en noviembre de 2021 y echó la culpa de la negativa al Gobierno de Adolfo Suárez. Pedro Luis Uriarte, que estuvo en aquella reunión, insistió entonces en que el ex ‘molt honorable’ declinó la oferta de firmar un Concierto.

Sea como sea, ahora interesa, por muchas razones. La más prosaica, aterrizar las negociaciones fuera de la pista de la amnistía, que amenaza con hacer descarrilar la investidura, máxime tras la estelar aparición del dúo González-Guerra. ¿Se atreverá Ferraz a enseñarles la puerta de salida como a Redondo o desviarán la narrativa hacia los dineros? Otra, no menor, es que los soberanistas puedan exhibir, en capilla ya de las autonómicas catalanas, logros contantes y sonantes más allá de la épica puigdemontista. Lo que nos lleva a intuir que la competencia entre Junts y ERC podría hacer subir la factura del apoyo hasta la estratosfera.

Aun así, los potenciales socios de Sánchez, que ayer votaron juntos en simbólico anticipo de lo que estaría por venir, están convencidos de que algo caerá para Cataluña. Y no precisamente una pedrea. Frente a eso, el PNV aguarda «con paciencia y resignación» -palabras literales de Ortuzar- su parte de la tarta. Un pastel goloso con el que Feijóo quiso tentar a Sabin Etxea, que habría dicho ‘no’ a sustanciosos acuerdos para optimizar la gestión de los fondos europeos, entre otras cosas, por la línea roja que ha trazado con Vox. Los jeltzales no han escrito aún carta a los Reyes Magos socialistas (tampoco Bildu), en teoría porque negocian con más discreción. En la práctica, porque su ‘sí’ a Sánchez está cantado desde hace tiempo y es más operativo políticamente vender lo que hayan podido rascar cuando esté en la saca. La lógica política apunta a un paquete ‘plus’ de transferencias a Euskadi pero la lógica sanchista suele discurrir por sus propios caminos.