JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA-El Mundo

¿RECUERDAN haber leído u oído algo sobre cómo los votos de los independentistas permitieron al PSOE de Sánchez ganar una moción de censura? ¿Y de cómo la pérdida de esos apoyos malogró la aprobación de los Presupuestos Generales forzando a Sánchez a disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas?

La aritmética de la legislatura pasada no tenía secretos: si de los 180 que votaron a favor de la moción de censura en junio pasado quitábamos los 19 de ERC, PDeCAT y Bildu, nos quedábamos con 161 escaños, ocho por debajo de los 169 que apoyaron la continuidad de Rajoy. Y la de esta tampoco tiene mucho misterio: desde el 28 de abril sabemos que el PSOE solo tiene 123 escaños y que los 15 diputados de Esquerra más los siete de Puigdemont más los cuatro de Bildu suman 26 escaños. Pero de repente, ¡oh sorpresa!, alguien ha descubierto que la abstención de ERC sería muy conveniente para asegurarse un Gobierno que anda muy justo de escaños. Así que vuelta a empezar con la matraca del conflicto político, el diálogo sin condiciones previas, el referéndum de autodeterminación pactado y Gabriel Rufián como cobrador del frac.

Uno puede buscar las fórmulas imaginativas que le dé la gana y retorcer el lenguaje y los conceptos tanto como le plazca, pero la realidad política de este país sigue siendo la misma. Se resume en una línea muy sencilla de entender con la que deberíamos empezar cada conversación: en ausencia de consenso entre los constitucionalistas, el Gobierno queda en manos de los independentistas. Repitan conmigo: en ausencia de consenso entre los constitucionalistas, el Gobierno queda en manos de los independentistas.

PSOE y Ciudadanos suman (casualidad) ese mismo número de escaños (180), con la diferencia de que éstos, al contrario que aquéllos, permitirían terminar de limpiar las instituciones de corrupción, emprender un muy necesario programa de reformas y afrontar unidos el desafío catalán. Pero Sánchez y Rivera se niegan a pensar en los intereses a largo plazo de este país, así que no dudan en buscar apoyos en los extremos del espectro político. Ciudadanos con PP y con Vox, PSOE con los independentistas y un Podemos que cree que en España hay presos políticos pero en Venezuela no. La pregunta obvia es: ¿por qué hacer algo distinto que pueda funcionar si podemos asegurarnos el fracaso cometiendo el mismo error? Dos elecciones generales, una moción de censura y otras elecciones generales para acabar en el mismo sitio. Y todavía hay quien se plantea otras elecciones para asegurarse de que todo está bien.