GAIZKA FERNÁNDEZ SOLDEVILLA-EL CORREO

  • Los homenajes a Txabi Echebarrieta persiguen rehabilitar al «mártir» y, desde la perspectiva de la izquierda abertzale, legitimar la posterior violencia de ETA

El 7 de junio de 1968 en Aduna Txabi Echebarrieta e Iñaki Sarasketa asesinaron a José Antonio Pardines, la primera víctima mortal de ETA. Aquel crimen no fue obra del destino ni del «conflicto», sino de una decisión de Echebarrieta, quien descartó otras alternativas como entregarse, huir o desarmar al guardia civil. Prefirió sacar su pistola y descerrajar tres tiros en el torso a Pardines, que estaba desprevenido. Sarasketa le disparó otras dos veces. Cuando el camionero Fermín Garcés les hizo frente, escaparon de allí.

Los asesinos se refugiaron en casa de Eduardo Osa, un colaborador de Tolosa. Estaban a salvo, pero Echebarrieta sufrió un ataque de pánico a consecuencia del consumo de centraminas: sulfato de anfetamina, la misma composición que el speed. El dirigente de ETA exigió a Osa que les llevara en su automóvil a otro punto.

Una pareja de la Guardia Civil de Tráfico detuvo el Seat 600 en Benta-Haundi y cacheó a sus ocupantes. El jefe de la patrulla vio el arma de Echebarrieta. Cuando el etarra intentó sacarla, el guardia civil y él se enzarzaron en una pelea. Tras intercambiar varios disparos con el otro funcionario, Sarasketa huyó, lo mismo que había hecho Osa. Echebarrieta y el jefe de la pareja siguieron luchando en el suelo. Tanto el etarra como los agentes hicieron fuego, aunque solo fue alcanzado el primero. En Benta-Haundi se encontraron cinco casquillos de bala de la pistola de Echebarrieta, cuatro de la de Sarasketa y otros cuatro de las armas reglamentarias de los guardias. En total, trece vainas.

Echebarrieta había recibido una herida de bala en la espalda y otra en el torso. Su estado era grave, así que el jefe de la patrulla (iban en motocicleta) paró el primer coche que pasaba por la carretera para trasladarle a la clínica de San Cosme y San Damián de Tolosa. Lo ingresaron y fue atendido por un médico, pero no pudo hacer nada por su vida. Falleció «a los 10 minutos de ingresar».

Al día siguiente la prensa franquista reflejó los hechos de manera incompleta y sesgada. A su vez los miembros de ETA se inventaron versiones fantasiosas de lo ocurrido, que divulgaron mediante pasquines. Divergían entre sí, pero se repetían algunos elementos. Por un lado, Pardines desaparecía del relato o se convertía en un anónimo «txakurra» agresor contra el que Echebarrieta habría tenido que defenderse con una pistola heredada de un gudari de la Guerra Civil. Por otra, en Benta-Haundi los etarras no habrían disparado, sino que Echebarrieta habría sido detenido y luego ejecutado extrajudicialmente (según un panfleto, esposado y contra una tapia). Por último, haciendo un paralelismo con el Ché Guevara, se nombró a Txabi el «Primer Mártir de la Revolución». En los años siguientes ETA y su entorno lo instrumentalizaron para captar y movilizar a simpatizantes.

No obstante, no consiguieron borrar la verdad histórica. Solo había que buscarla. En 2016 el Centro Memorial, la UNED, la Diputación de Gipuzkoa y la Xunta de Galicia impulsaron un proyecto de investigación en el que participamos historiadores, politólogos, sociólogos, juristas y periodistas.

En 2017 el Archivo Intermedio Militar Noroeste (Ferrol) permitió el acceso parcial al sumario 16/68 en el que se incluyen los informes oculares, los testimonios, las autopsias… También había fuentes sobre el caso en el Centro Documental de la Memoria Histórica, la Mario Onaindia Fundazioa, Lazkaoko Beneditarren Fundazioa, el Archivo General de la Administración y los archivos histórico-provinciales.

En 2018 los resultados de nuestro trabajo se publicaron en el libro ‘Pardines. Cuando ETA empezó a matar’. Dos años después, cuando ya era posible consultar el sumario completo, cerramos ciertos flecos con un artículo en la revista Sancho el Sabio (‘Crímenes ejemplares’) y otro en este periódico (07-06-2020).

Con todo, el nacionalismo radical ha preferido aferrarse a los mitos de ETA. Se editaron o reeditaron varias obras hagiográficas sobre Echebarrieta, en cuyo honor se creó una asociación. Cada 7 de junio recibe un homenaje en Benta-Haundi y otro en la plaza Unamuno de Bilbao. Además, este año se ha anunciado el descubrimiento de una documentación que los historiadores llevamos utilizando desde hace años. Por descontado, no era más que una excusa para hacer una reinterpretación tan imaginativa de los acontecimientos como la que se hacía en 1968.

Tales iniciativas tienen el doble objetivo de borrar a la víctima y rehabilitar al «mártir», lo que desde la perspectiva de la izquierda abertzale legitimaría la posterior violencia de ETA. Sin embargo, la propaganda no puede cambiar el pasado: Txabi Echebarrieta no fue una víctima, sino el asesino de José Antonio Pardines.