Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 22/7/12
Los cientos de miles de personas que el jueves se manifestaron en España contra los recortes del Gobierno, cada una de su padre y de su madre desde muchos puntos de vista, podrían agruparse, sin embargo, en dos grandes bloques si nos fijásemos nada más en sus respectivas intenciones: de un lado estaban los que, cansados de un ajuste que se lleva repartiendo de un modo socialmente injusto desde que comenzó a mediados del 2010, querían expresar su malestar, su ira o el hecho de que se está acabando o se ha esfumado ya por completo su paciencia; de otro lado, los que compartiendo en mayor o menor grado tales sentimientos, ven en ellos una ocasión para acosar a un Gobierno que lleva apenas medio año en el poder.
Ambas actitudes son legítimas, pero no son, desde luego, políticamente equiparables. Y es que quienes van a por el Gobierno de Rajoy tienen la obligación de explicar a la sociedad su alternativa. No lo harán, por una sencillísima razón: porque no hay alternativa. Y no la hay por dos motivos: porque el Gobierno está apoyado por una amplia y sólida mayoría en el Congreso y el Senado; y porque cualquier otro Gobierno imaginable, de ser posible hoy -lo que no se ve por parte alguna- pasaría por una confluencia entre el PSOE y las fuerzas situadas a su izquierda, fuerzas con las que, en materia de política económica, los socialistas tienen muchos menos puntos en común que con el Partido Popular.
La cuestión es, por tanto, meridiana: que, como ayer titulaba este periódico con el encabezamiento de las grandes ocasiones, España está «al límite». Y que, por estarlo, los ciudadanos tenemos derecho a esperar de los dos grandes partidos españoles, a los que sería fácil sumar para la tarea que queda por delante a otros varios (CiU, PNV o UPyD), la única política que podría ya sacarnos del angustioso atolladero en el que estamos: la de unidad nacional.
Esa unidad nacional, construida por los partidos pensando no en las futuras elecciones sino en las futuras generaciones, solo será posible si podemos contar con la generosidad de todos, empezando obviamente por la de quien, por tener mayores responsabilidades, debe ser el más diligente en la búsqueda del gran acuerdo que necesita este país: el presidente del Gobierno.
Estamos en un momento crucial de nuestra historia reciente: aquel en el que, los que pueden hacerlo, deben decidir si nos encaminaremos por un senda creciente de confrontación social, lo que equivaldría a escribir la crónica de un desastre anunciado; o si abriremos la vía a una amplia política de unidad nacional, que nos permita, paso a paso, sacar al país del maremagno en el que está como consecuencia, en gran medida, de no haber optado por aquella política cuando, hace ya muchos meses, todo apuntaba hacia su necesidad inaplazable.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 22/7/12