Del blog de santiago González-
Setenta mil muertos después de comenzada la pandemia, Pedro Sánchez ha visitado un hospital. El jueves estuvo en los laboratorios Rovi, la empresa que se va a encargar del abastecimiento de la vacuna de la empresa Moderna fuera de EEUU. Acompañaba al doctor su ministro astronauta, Pedro Duque. No se me ocurre una compañía más adecuada. El ministro de Ciencia e Innovación fue un adelantado en esto. Hace casi ocho meses, el 2 de abril avanzó que la ciencia española tendría antes del final de abril una vacuna que se estaba investigando en el Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Estuvo a punto de despeñarse por los cerros de la sintaxis al señalar el carácter familiar de la empresa visitada: “Es justo subrayar el compromiso interpretacional (sic) de vuestros padres y vuestros abuelos que demuestran el compromiso de Rovi con España”. Luego habló de la luz del fin del túnel y alertó sobre la necesidad de no confundir vacuna con vacunación.
Tal vez su Iván Redondo le dijo que ya era hora de visitar un hospital. Pudo hacerlo en primavera y sin moverse de Madrid, cuando la Comunidad Autónoma puso en marcha en un tiempo record el hospital de campaña de Ifema para atender la pandemia, pero Pedro es un gobernante prudente, conservador, si me permiten el calificativo y él esperó para visitar su primer hospital a haber visitado previamente la empresa que va a fabricarnos la vacuna. Siempre las soluciones antes que los problemas. Y si ya antes habíamos contraído con él un deuda de gratitud imprescriptible cuando nos anunció el 17 de junio que “hemos vencido al virus”, prueba evidente de su modestia. En realidad debió decir: “he vencido al virus, he doblegado la curva y he salvado 450.000 vidas”.
El pueblo rara vez es agradecido y quizá por eso, su visita en compañía de la amable inutilidad que nombró ministro de Sanidad y otra vez del astronauta Duque a su primer hospital, el de La Paz, fue recibida con protestas, gritos de ‘fuera’ y abucheos por una treintena de personas que le esperaban a la entrada del centro, y que en cambio aplaudieron al alcalde de Madrid, que se enteró in extremis de una visita que no fue comunicada a las autoridades madrileñas y que se giró aprovechando la ausencia de la presidenta de la Comunidad que había ido de visita a Barcelona. El portavoz de Ayuso en la Asamblea de Madrid, Alfonso Serrano, ha calificado la visita de ‘insulto a los madrileños’ y que para completar su gesto de desprecio solo le faltaba haberse hecho acompañar por Rufián y Arnaldo Otegi, unos tipos que aspiran a la independencia de Cataluña y Euskadi mientras reclaman a su impresentable socio la subida de impuestos a los madrileños.
El doctor Embustes lleva camino de necesitar un confinamiento para evitar las muestras de desafección del público. Mientras, Isabel Díaz Ayuso, una política salida casi de la nada, coronaba con éxito un viaje a Cataluña en el que tendió la mano a los empresarios catalanes ofreciéndoles el refugio que les niegan los nacionalistas. En lo que llevamos de año se han trasladado a Madrid 433 empresas catalanas, 3.558 desde el golpe de estado del 1 de octubre. Esta es la coherencia de Sánchez: entre Ayuso y Rufián prefiere a éste, natural es un problema de coherencia ética.