Iñaki Ezkerra-El Correo

Hay libros que te descubren una realidad que tenías delante de los ojos, pero que hasta esa lectura no habías sido capaz de ver gracias a unas tramposas lentes que nublaban u oscurecían o desviaban tu mirada de ese objetivo obvio. Uno de esos libros, que ha caído recientemente en mis manos, es ‘Bienvenido, Mister Chaplin’ y habla de la intensa relación de los españoles de entreguerras con la cultura norteamericana. Su autor, el historiador barcelonés Juan Francisco Fuentes, inicia su exposición citando una encuesta que el periódico El Sol hizo en 1929 a los jóvenes de nuestro país, y en la que se apreciaba la fascinación que esa generación sentía por la América de los rascacielos, el maquinismo, el deporte, el jazz y las películas de Chaplin, que se estrenaron en 1915 y que marcarían -según el autor- el comienzo de ese proceso de americanización de nuestros gustos y nuestros hábitos.

Mi sorpresa viene de que hablamos de una época y de una juventud a las que se supone marcadas por el peso ideológico del comunismo soviético y de las fuerzas del Eje, que polarizarían a la sociedad y la llevarían a la Guerra Civil. La lente exclusivamente política nos puede llevar a la falsa visión de una España dividida entre rusófilos y germanófilos cuando simultánea y exitosamente competía con unos y otros el amigo americano. En cualquiera de nuestras aldeas -nos dice Fuentes- Broadway o los ranchos del Far West se conocían mejor que la Castellana o que el Cid Campeador. Y la propia izquierda española no estaba todavía impregnada de la fobia a Hollywood y al imperialismo gringo del que sería pionera curiosamente la retaguardia franquista.

Quien hablaba curiosamente de Yanquilandia era Unamuno, un intelectual marcado por la crisis colonial del 98, en contraste con la fascinación que esa cultura, identificada con la modernidad, despertaba en el cineasta Buñuel y en toda la Generación del 27. El propio federalismo republicano tenía -según este revelador ensayo- su gran referencia en los Estados Unidos.

El ‘Bienvenido, Mister Chaplin’ de Juan Francisco Fuentes es muy anterior al ‘Bienvenido, Mister Marshall’ de Berlanga y no tiene las connotaciones de rechazo que tendría este último.