- El ex primer ministro francés, frente a las aberrantes acusaciones de Sudáfrica contra Israel, acusa a Hamás de actos genocidas contra la población palestina de Gaza.
La masa se muestra delirante. La inmensa mayoría de los hombres presentes llevan la kufiya palestina alrededor del cuello; los cánticos y los saltos hacen bailar las banderas que ondean sobre sus cabezas, animados por la idea de una extraña victoria.
A pocos metros, el ambiente es más bien luctuoso. Las banderas israelíes ondean lentamente siguiendo los pasos agotados de sus respectivos portadores. Los rostros, abatidos. Muchos llevan la foto de un rehén. Desde el 7 de octubre, viven días de dolor.
La víspera, Jean-Luc Mélenchon se felicitaba en X por haber sido invitado a este acto. En calidad de qué, nos preguntamos, pero ahí está, «presente por la paz», en el bando que celebra lo que, para algunos, es el juicio del siglo.
Es una «postura», dice, «que se opone a la ley del más fuerte, del más armado o a los mandatos de teorías asesinas como el ‘choque de civilizaciones’ o la ‘guerra del bien contra el mal». En resumen, una postura política.
Tras los muros, frente a los manifestantes, se encuentra la Corte Internacional de Justicia, ante la que Sudáfrica ha acusado a Israel de perpetrar un genocidio contra los palestinos de Gaza en el marco de una «nakba continuada desde hace 75 años».
Una grotesca iniciativa del Gobierno del Congreso Nacional Africano, roído por la corrupción, que busca desviar la atención en un momento en que el país padece un 30% de desempleo y se enfrenta a 30.000 asesinatos y 40.000 violaciones cada año.
«El alegato sudafricano es desolador. Se basa en vídeos que han sacado de redes sociales y de frases impactantes publicadas en la prensa y en internet»
Si la indecencia política ha causado estragos en todos los países del mundo en estos últimos meses, lo cierto es que por fin ha alcanzado la cima en el principal órgano judicial de las Naciones Unidas. El juicio del siglo, decían, o el asunto Dreyfus de nuestra era.
«Como ellos han tenido la osadía, yo también me atreveré». 126 años después, me toca a mí contar toda la verdad.
En primer lugar, la verdad sobre el juicio y las acusaciones falaces formuladas contra Israel.
El alegato sudafricano es desolador. Se basa en vídeos que han sacado de redes sociales y de frases impactantes publicadas en la prensa y en internet. Los abogados se suceden en el estrado para trasladar un solo mensaje: el único objetivo de los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza es destruir el «subgrupo» de palestinos de Gaza.
Se trata de una idea especialmente seductora para los antisionistas que piensan en Israel como el gran tirano de Oriente Medio. Pero ¿qué pasa con las 1.200 personas que han sido asesinadas, víctimas del odio más salvaje, descuartizadas, violadas, decapitadas y quemadas?
¿Qué hay de los más de 7.500 heridos y 139 rehenes, incluidos 19 cadáveres que han sido secuestrados, durante la masacre del 7 de octubre de 2023, por no hablar de los 110 israelíes ya liberados y traumatizados para el resto de su vida?
¿Qué hay de las 500.000 personas desplazadas dentro del territorio israelí?
¿Qué pasa con el constante lanzamiento de misiles por parte de Hamás?
¿Qué pasa con el sentido común y la legítima defensa?
El mito de un país sediento de sangre palestina (mito alimentado por las acusaciones sudafricanas) es una mentira descarada. Además, las acusaciones de genocidio parecen muy frágiles si se formulan contra el único Estado democrático de Oriente Medio.
Sería rebajarse tener que recordar los considerables esfuerzos de Israel para proteger a los civiles de esta guerra, a pesar de lo mucho que se ha esforzado Hamás por usarlos como escudos humanos.
Sería rebajarse tener que recordar que, para un Estado que desea la desaparición de los palestinos en Gaza, sería contraproducente tratar a niños gazatíes y a terroristas en sus propios hospitales.
Sería rebajarse tener que señalar que un Estado genocida probablemente no acogería a decenas de miles de palestinos de Gaza y Cisjordania y, en paralelo, trabajaría en aras del objetivo último de crear las condiciones que podrían conducir a su desaparición.
Y ante eso sería una vergüenza para un país tercero persistir en su condena a Israel por actos genocidas.
Luego está la verdad sobre una clase política que se alimenta del odio antisemita y vive impulsada por una insaciable sed electoral.
Para una parte de la clase política europea e internacional, ninguna de las abominaciones cometidas por Hamás contra la población de Gaza y de Israel, en particular las del 7 de octubre de 2023, ha sido suficiente.
«Las izquierdas francesa y británica ya no gozan de ninguna credibilidad en la defensa de los valores humanistas y universales»
Con Jean-Luc Mélenchon y Jeremy Corbyn a la cabeza (por cierto, invitados de honor al juicio de La Haya en la CIJ, aunque no está claro en calidad de qué), ni la malversación, ni la toma de rehenes, ni los asesinatos, ni las decapitaciones, ni los descuartizamientos o violaciones son suficientes para considerar a Hamás un grupo terrorista.
Otra bajeza más añadida a las respectivas largas listas de comentarios infames, antisemitas y que supuran odio. Una verdadera debacle para las izquierdas francesa y británica, que ya no gozan de ninguna credibilidad en la defensa de los valores humanistas y universales.
Su visión maniquea del poder y de las minorías los priva de toda lucidez, pues hallan legitimidad en la barbarie y se convierten en cómplices de actos y crímenes que deberían hacer tambalear sus convicciones más profundas, si es que aún les queda algo de eso.
Esa izquierda nauseabunda ha aceptado vender sus enclenques ideales en beneficio de un supuesto nuevo proletariado que se han propuesto conquistar: esa gran masa de inmigrantes y musulmanes. Y al carajo con defender a las clases populares y obreras, que ya no suman suficientes víctimas para seguir resultando atractivas.
De una vez por todas: la verdad sobre esta «guerra del bien contra el mal».
«El martirio es, sin duda alguna, el gran secreto de nuestro éxito. El adversario [siempre] busca matarte, pero, si no te importa morir, si lo que cuenta es alcanzar tu objetivo, el enemigo pierde todo el control sobre ti». Estas palabras de Naïm Qassem, número 2 de Hezbolá, reveladas en una serie documental del canal France 2, encarnan la cristalización de esta guerra, que no es una lucha del bien contra el mal, sino de valores.
De Hamás a Hezbolá, de Dáesh al conjunto de los grupos terroristas islamistas contemporáneos, el objetivo es el mismo: aniquilar a Occidente y librar una yihad mundial. Para Hamás, Hezbolá, los hutíes y, tras ellos, Irán, el objetivo es acabar con la «entidad sionista» (a la que también llaman el «pequeño Satán») y, sobre todo, de aniquilar la amenaza estadounidense, «el gran Satán».
Comprender lo que ocurre hoy en Oriente Medio es entender también los retos a los que nos tendremos que enfrentar mañana. La barbarie y la inhumanidad de los actos del 7 de octubre nos han dado a todos una lección sobre los enemigos, los islamistas y el terrorismo a los que los israelíes tienen que combatir. Los nuestros, en Francia y en Europa, no han sido ni son muy diferentes.
En esta guerra de la vida contra la muerte, ni los bombardeos israelíes ni las palabras de sus dirigentes son genocidas, sino que es la propia existencia del Estado de Israel lo que se considera un genocidio en sí mismo.
Durante demasiado tiempo, la bandera palestina ha dejado de ondear para llorar la pérdida de civiles. No, durante demasiado tiempo, la bandera palestina ha ondeado con rabia encarnizada como símbolo político de una guerra que se libra contra los judíos e Israel, y mañana se librará contra las democracias y Occidente.
Ese odio visceral a los valores que encarnan los judíos e Israel es justo lo que une a terroristas, a Estados soberanos y a líderes políticos, que no tienen otra cosa en común aparte de esa. Esta «guerra del bien contra el mal», como la llama Jean-Luc Mélenchon, no es más que una contienda de valores entre dos mundos, una repetición incansable de la historia y la caída precipitada en el abismo de una época que nos hubiera gustado olvidar.
Por las razones aquí expuestas, acuso a los terroristas de Hamás de actos genocidas contra la población palestina de Gaza y, concretamente del asesinato y tortura de homosexuales y opositores políticos.
De graves atentados contra la integridad física y mental de los gazatíes al utilizar a la población, mujeres y niños, a modo de escudos humanos, así como de valerse de las escuelas, las universidades, los hospitales y las ambulancias con fines terroristas.
Los acuso de someter de manera deliberada a los gazatíes a unas condiciones de vida que conducen a su destrucción parcial.
«Acuso a Hamás de ser el único responsable de la dramática situación de Gaza para los palestinos desde que tomó el poder en la Franja»
De desviar la ayuda internacional para la fabricación de armamento y la financiación del terrorismo.
De confiscar la ayuda humanitaria destinada a la población civil y de tener a su población como rehén a pesar de los avisos israelíes de bombardeos.
De aplicar medidas destinadas a impedir los nacimientos al privar a las mujeres palestinas de Gaza de una atención sanitaria de calidad, ya que los hospitales se usan de manera generalizada como depósitos de armas.
Acuso a Hamás de ataques incesantes dirigidos a amenazar la seguridad territorial israelí y de crímenes de guerra y toma de rehenes que llevaron al Estado de Israel a lanzar una respuesta militar en legítima defensa.
Acuso a Hamás de ser el único responsable de la dramática situación de Gaza para los palestinos desde que tomó el poder en la Franja y de la guerra que se libra allí con Israel.
Acuso a Hamás, a Hezbolá, a los hutíes y a Irán de hacer declaraciones genocidas contra la comunidad judía, contra Israel, contra los Estados y las naciones occidentales.
Acuso a Sudáfrica y a sus partidarios de llevar la voz de Hamás y su propaganda a las más altas instancias judiciales del mundo.
Los acuso de guardar un silencio culpable cuando lo apropiado hubiera sido condenar a Siria, a Afganistán, a Yemen, a Sudán, a Irak y a Irán por genocidio y crímenes de guerra.
Acuso a Sudáfrica y a sus partidarios de incumplir su deber de prevenir y castigar las declaraciones genocidas que se han pronunciado de manera directa y pública contra Israel.
Acuso a Sudáfrica y a sus partidarios de ignorar las masacres del 7 de octubre y a no tenerlas en consideración para enmarcar la respuesta israelí.
Acuso a Sudáfrica y a sus partidarios por las razones aquí expuestas, de presentar una denuncia sin fundamento alguno y con motivaciones políticas ante la Corte Internacional de Justicia. Una denuncia que se basa en el rechazo del derecho del Estado de Israel a existir y a gozar de una seguridad territorial estable.
Acuso a Jean-Luc Mélenchon y a Jeremy Corbyn de actuar como enlaces políticos con el antisionismo de Hamás al negarse a tacharlos de organización terrorista y atribuirles actividades de resistencia.
Acuso a la ONU por su falta de imparcialidad con Israel, que fue objeto de 17 resoluciones en 2020 frente a las 7 del resto del mundo (entre ellas, una contra Irán y otra contra Siria).
Acuso a la ONU de hacer gala de una ceguera incomprensible hasta el 8 de enero de 2024 con respecto a las violaciones y mutilaciones sexuales cometidas el 7 de octubre de 2023 en Israel.
«Condeno la malversación de fondos europeos e internacionales por parte de Hamás para financiar libros de texto antisemitas, armas e infraestructuras de guerra»
Acuso a la ONU de falta de perspectiva ante la información proporcionada por Hamás sobre las muertes y atentados que achacan a los israelíes. El penoso eco que se hicieron en Naciones Unidas de la información falaz de Hamás con respecto al Hospital Al-Shifa debería habernos puesto sobre aviso.
Acuso a UNRWA de complicidad con los terroristas de Hamás en detrimento de la población civil.
Condeno con la mayor contundencia posible la malversación de fondos europeos e internacionales por parte de Hamás para financiar libros de texto antisemitas, armas e infraestructuras de guerra, y el racionamiento de alimentos por parte del grupo terrorista.
Hace ya más de cien días del mayor pogromo que ha vivido Israel y del intento de genocidio que ha tenido que combatir. Condeno las acciones de Hamás.
Condeno que se haya requerido (escandalosamente) la presencia de Israel para responder ante las acusaciones de actos genocidas y ofrezco mi apoyo a la democracia israelí en esta intolerable guerra política de la que está siendo blanco.
Me uno a los israelíes en el duelo por sus muertos y comparto su terror al saber que, en un momento en el que Israel está siendo juzgado por genocidio, 120 israelíes siguen siendo rehenes de grupos terroristas en la Franja de Gaza, siguen siendo víctimas de toda esa clase de abusos de los que sabemos que esos grupos son capaces.
Espero que Francia demuestre el mismo grado de compromiso con los israelíes que Alemania. Un compromiso total y claro, y que condene sin paliativos la iniciativa de Sudáfrica.
*** Manuel Valls es ex primer ministro de Francia.