Arcadi Espada, EL MUNDO 05/01/13
Querido J:
La destrucción del Partido Socialista avanza a buen ritmo. Si en Cataluña han renunciado explícitamente a la oposición (implícitamente, bien lo sabes, renunciaron hace mucho), en el País Vasco ya formalizan una alianza con Bildu por la vía de los hechos: el acuerdo para aprobar los Presupuestos de la provincia de Guipúzcoa gobernada por Bildu y el acuerdo para tumbar los Presupuestos de la provincia de Álava, gobernada por el Partido Popular. Bildu, te actualizu, es ese partido al que votan decenas de miles de vascos que han renunciado al asesinato político porque los asesinos en que delegaron han sido derrotados. No porque el asesinato les parezca moralmente despreciable. A esas decenas de miles se añaden ahora otras decenas de miles que han votado socialista y que tienen una particularidad llamativa: entre sus filas se cuentan muchos asesinados por los asesinos. Entre los que asesinaban y los que se lavaban las manos siempre puede haber enjuagues. Pero una coalición de víctimas y verdugos tiene un deslumbramiento estético fascinante. Debe de ser ese deslumbramiento a lo que llaman reconciliación.
Pero respecto a la destrucción del Partido Socialista querría apartarme, ahora, de las cuestiones morales para subrayar hasta qué punto el socialismo vasco (salvo el alto señor José Antonio Pérez Gabarain) se ha aliado con la reacción. Bildu es el partido del encarcelado Otegi. El que, en una escena de la memorable película La pelota vasca, dijo: «El día que en Lekeitio o en Zubieta se coma en hamburgueserías, y se oiga música rock americana, y todo el mundo vista ropa americana, y deje de hablar su lengua para hablar inglés, y todo el mundo, en vez de estar contemplando los montes, esté funcionando con internet, pues para nosotros ése será un mundo tan aburrido, tan aburrido, que no merecerá la pena vivir». Nunca la caspa vasca habrá obtenido una formulación mejor, más sincera y detallada. Pero basta con echar un somero vistazo al programa de Bildu para darse cuenta de hasta qué punto aquellas palabras de Otegi de 2003 tienen vigencia y diseñaron lo que el difunto Vázquez-Rial llamó con tanto acierto «la izquierda reaccionaria». Observa, por ejemplo, la inquietante insatisfacción de Bildu con la democracia, oximorónica y pleonásticamente burguesa:
«Creemos imprescindible expandir la democracia actual, implantando mecanismos de democracia directa o democracia participativa: para pasar de la cultura de delegación y representación a una cultura basada en la responsabilidad propia y la participación. Es el momento de recuperar el sentido de la democracia, lo que se ha denominado ‘gobierno del pueblo’».
O este otro párrafo donde verás que Otegi sigue dándole puramente a la pelota. El programa de Bildu debe de ser el único lugar donde todavía se alude al american way of life:
«La globalización neoliberal de los últimos años pretende instaurar en todos los rincones del mundo y en todos los ámbitos de la vida social (en el económico, en el político, en el simbólico, en el cultural, en las relaciones interpersonales, en el ocio…) un modelo único basado en los valores del libre mercado, imponiendo un modelo político único (democracia liberal; más liberal que democrática) e implantando un modelo sociocultural único (modernidad occidental anglocéntrica, el denominado american way of life)».
Y un último ejemplo. Y no me preguntes: es cierto, está en el programa, lo votaron. Agua va.
«El modelo social de sexualidad masculina está estrechamente limitado a lo genital, lo coital y a la heterosexualidad, y por ende a fines reproductivos. Cualquier tipo de manifestación sexual o juego erótico distinto a este modelo tiene una categoría inferior, preliminar o incompleta en el mejor de los casos, o de patológica en el peor. Incluso aquellos juegos eróticos en los que no participan los genitales, sobre todo los masculinos, no son considerados relación sexual. El machismo y uno de sus mayores exponentes, la homofobia, sustentan lo que podemos llamar heteronormatividad masculina, la consagración de las relaciones heterosexuales dominadas por los hombres como las únicas socialmente aceptables. La homofobia está intensamente asociada a esta identidad masculina, que se construye en contraposición y exclusión de lo femenino, y que inhibe principalmente el desarrollo de actitudes y habilidades de cuidado y afecto entre los hombres, independientemente de su orientación del deseo erótico. Este modelo excluyente continúa prevaleciendo, y, además de castrar la diversidad y penalizar la libertad sexual de los propios hombres, es impuesto a los deseos, corporalidad y voluptuosidad de la sexualidad femenina».
Sí, amigo. De los tiempos de don Alfonso Sastre, doña Genoveva Forest y doña Lidia Falcón.
Es con esta subcultura con la que está pactando el Partido Socialista, aquel que se miraba en Clinton, en Blair, en Pettit, incluso, y dice mirarse ahora en Obama. La analogía está dictada: imagina por un momento que la derecha española pactara con un partido que estuviera en contra del aborto y hasta del divorcio, y que planteara algún tipo de corrección censitaria a la democracia. Eso es lo que han hecho. ¡Pero ay!: sin que el ambiente socialdemócrata denuncie lo que este pacto de Munik supone.
Acabo. No sé si te acuerdas. Creo que era la primera campaña de Patxi López. Un viejo txapelado cortaba un árbol con un hacha. Violencia rural. Entonces llegaba Patxi, y le venía a decir con un gesto: «Espera, que ya lo hago yo». No sé si añadía: «Espera, tronko».
El partido del joven Madina.
Sigue con salud.
Arcadi Espada, EL MUNDO 05/01/13