IÑAKI EZKERRA-EL CORREO
Yolanda Díaz no puede quedar de lista y a la vez de ética cuando se decidió callar
Si Pedro Sánchez había logrado que dejáramos de hablar del 8-M, Yolanda Díaz lo ha resucitado con su discurso del ‘yo ya lo sabía’ y el ‘yo ya lo advertí, pero no me hicieron caso’. Resulta obvio que los intereses de Yolanda Díaz no son los de Pedro Sánchez, o que son contrarios a los de Pedro Sánchez más bien. Lo son hasta el punto de que tienen por objetivo reemplazarle.
Yolanda Díaz está en campaña electoral y, como se le ha visto el plumero, ha añadido a esas declaraciones la coletilla de que «la gestión del Gobierno en la crisis sanitaria fue ejemplar». Se trata de una afirmación que, seguida de la otra, es absurda y responde a una vacua retórica del mal disimulo. Yolanda Díaz juega a ignorar, en esta España sin lógica, el principio aristotélico de no contradicción: una proposición y su negación no pueden ser simultáneamente verdaderas. Si, como sostiene la ministra de Trabajo, ella fue la única que tuvo conciencia de lo que se nos venía encima, pero fue calificada de alarmista por sus demás compañeros de Gabinete, parece no ya difícil sino sarcástico atribuir a este último ninguna clase de ejemplaridad.
En este festín de desafíos a la lógica desatado por la líder comunista, sale a colación la guía de prevención que su ministerio publicó el 4-M de 2020 y que desestimó todo el Gobierno, incluido Illa, entonces ministro de Sanidad, ante el interés que se imponía como prioritario: el éxito de la fatídica manifestación. En un desesperado intento de esparcir responsabilidades, se intenta ahora homologar la voluntad sanchista de silenciar esa guía con la desconfianza que inspiró su cuestionamiento por el propio Gobierno en la oposición.
Como Yolanda Díaz ha pretendido levantando esta liebre, es el sanchismo el que queda más comprometido por su actuación en aquellos días, pero los hechos también le comprometen en una buena medida a ella, que, finalmente, se plegó a la consigna gubernamental y ni se le pasó por la cabeza la dimisión. Estamos hablando de una conducta negligente que causó miles de muertos, no de una discrepancia en materia presupuestaria o legislativa que pudiera responder a criterios susceptibles de discusión o matiz. Estamos hablando de una tragedia nacional sin precedentes desde la Guerra Civil y de una persona que no tenía un irrelevante puesto subalterno sino una cartera ministerial. Es probable que, en una causa judicial, esa guía que publicó Yolanda Díaz y desactivaron sus colegas le sirviera de atenuante o la exculpara incluso. Pero no la libraría de responsabilidad moral. No se puede quedar de lista y a la vez de ética cuando se decidió callar y tuvo un coste tan grave ese silencio. Creo que la campaña le ha salido mal.