José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Se diluyen las marcas de ese espacio de la izquierda y Sánchez se alía con Díaz para hacer posible lo improbable: repetir cuatro años en la Moncloa. Ese es el plan que ayer se puso en marcha en Madrid
Para el PSOE de Sánchez es imprescindible que el «espacio de Yolanda Díaz» sea amplio, porque el del socialismo tiende a mermar de manera irreversible. No es verosímil una nueva coalición progresista si la izquierda a la izquierda del PSOE tiene tan desastrosos resultados como los de Andalucía, Galicia, País Vasco o se concentra en unas siglas concretas de ese espectro como ocurrió en mayo de 2021 con Más Madrid.
Hubo un momento en el que el espectro ideológico más izquierdista llegó a cifras espectaculares. En las generales de 2016, Podemos e Izquierda Unida obtuvieron 71 escaños y cinco millones de votantes; en abril de 2019, comenzó el bajón: 42 diputados y 3.700.000 papeletas y en noviembre de ese mismo año, ese territorio lo ocuparon 35 diputados respaldados por 3.120.000 electores. La tendencia marca el crecimiento de Bildu a costa del PNV y Podemos.
La situación actual —tomando como referencia las seis elecciones autonómicas celebradas desde la investidura de Pedro Sánchez— ofrece muy mal pronóstico para la izquierda a la izquierda del PSOE que, en realidad, se reduce a la estructura consistente, pero muy pequeña, del Partido Comunista de España al que pertenece Yolanda Díaz con la que colaboran los dos grandes sindicatos españoles, CCOO y UGT. Podemos es una marca en descomposición —Iglesias la creó e Iglesias la destruyó— y los partidos y plataformas regionales se han ido diluyendo.
En Andalucía el cisma es completo como se vio el 19-J, en Valencia, la caída de Mónica Oltra deja a Compromís en un brete, y en Cataluña, los Comunes interactúan con Podemos, pero son algo diferente al partido de Belarra. No hay muchos más caladeros en los que echar las redes, así que lo que hace la ferrolana es abrir el angular, ofrecer un discurso solo en apariencia distinto y colaborar activamente con Sánchez para intentar llegar a un número de diputados que permita reeditar en condiciones diferentes la entente actual en la Moncloa.
Tiene todo el sentido que Díaz pretenda distanciarse de unas organizaciones declinantes y sin arraigo y se aferre al PCE en una versión Disney, es decir, edulcorada con ese lenguaje de confitería que emplea la vicepresidenta segunda y ministra de trabajo: «maravilloso», «ilusionante», «participativo», una semántica hiperglucémica que no impide entrever a una política que prologa el ‘Manifiesto comunista’ como si de una carta internacional de libertades se tratase y que amaga siempre con enfrentarse al presidente del Gobierno, pero al que de continuo asiste y rescata.
No es una casualidad que la presentación de su proyecto coincida en el tiempo con el Congreso del PCE que reelegirá secretario general al duro Enrique Santiago, ni tampoco que los colaboradores más estrechos de Díaz estén vinculados a ese partido e, incluso, a lo que fue el Partido Socialista Unificado de Cataluña, es decir, el comunismo catalán.
La urdimbre del proyecto de la política gallega consiste en la infraestructura resistente del PCE y de los sindicatos bajo un liderazgo personalista (el suyo) pero también tributario de otro (Enrique Santiago) y que prescinde de la clase dirigente de todo el espectro que es claramente perdedor en este momento político español.
Yolanda Díaz ha remedado a Lola Flores: «si me queréis, irse». Y ha pedido a los dirigentes de Podemos y de otros partidos que no apareciesen por las naves del Matadero de Madrid. Ella sabe que, en vez de sumar, restan. En muy reciente encuesta de Metroscopia, los consultados vapuleaban a los políticos. El 75% pensaba que «no actúan de forma honesta»; el 78% que no «están bien preparados para gestionar asuntos públicos; el 79% que no «tienen experiencia para los cargos que desempeñan»; el 81% que no «son personas con vocación de servicio público»; el 84% que no «tienen ideas claras para solucionar los problemas de la sociedad y el 87% que «no prestan atención a lo que realmente preocupa a los ciudadanos».
«Díaz ha remedado a Lola Flores: ‘si me queréis, irse’. Y ha pedido a los dirigentes de UP y otros partidos que no apareciesen por Matadero»
Sin embargo, los partidos políticos —que expresan la pluralidad ideológica y son los instrumentos para la participación política según el artículo 6 de la Constitución— son necesarios en una opción electoral en los comicios generales. Las plataformas cívicas tienen sentido y funcionan en el ámbito municipal y autonómico, pero no en las legislativas.
¿Se van a diluir Podemos, Más País, Comunes, PCE, Izquierda Unida ‘et alii’, bajo el liderazgo de Yolanda Díaz? ¿Y con una denominación que abarque todas esas marcas con mayor o menor arraigo? Dudoso. Es mucho más factible que el bastidor sea el PCE sin mayor explicitud de las siglas, que el soporte sea el sindical, igualmente de manera oblicua, y que el apoyo se reciba por Díaz del propio PSOE.
Es una operación triangular de altísimo riesgo que se irá urdiendo desde el poder —la vicepresidenta no dejará de serlo hasta el borde mismo de la convocatoria electoral— que contará con los apoyos mediáticos que arropan a la actual coalición y la neutralidad activa de los independentismos vasco y catalán si sus opciones electorales no se ven amenazadas. Tanto EH Bildu —que crece a costa del PNV— como ERC —que lo hará a costa de JXC— son versátiles: sostienen a Sánchez y a Díaz con trueques interesantes y si no es posible se aplican el principio de que «contra el PP, vivíamos mejor».
Resumen: Vuelve el telar del PCE para la izquierda a la izquierda del PSOE y lo hace en versión edulcorada por la dialéctica mullida y cómoda de Díaz; se diluyen las marcas de ese espacio y Sánchez se alía con su vicepresidenta para, entre los dos, hacer posible lo improbable, que consiste en repetir cuatro años en la Moncloa. Ese es el plan que ayer se puso en marcha en Madrid.