El espacio de Díaz solo existe en las páginas de los periódicos y en los espacios televisivos. Es un espejismo generado por la prensa amiga y los intelectuales orgánicos, deseosos de tener por fin una mujer que encarne sus sueños ecofeministas y socialistas.
Yolanda Díaz está inflada por los medios. La comunista va de una entrevista a otra en la que sale más relajada que como entró. Entre sonrisas, maquillaje y alta costura va despachando con respuestas chulísimas las preguntas amables. La prensa está creando una vez más a un personaje político sin talla ni bagaje, sin experiencia ni provecho.
Yolanda Díaz, vicepresidenta de nuestro desgraciado Gobierno, ha sido incapaz de hacer que los de Podemos presenten a tiempo los papeles para entrar en la coalición andaluza. Ya sabemos que eso de madrugar y trabajar no está hecho para nuestros bolivarianos de zona residencial, pero su líder ha sido incapaz de que actúen. ¿Qué se puede esperar de un partido que no llega a tiempo a un registro cuando no tiene otra cosa que hacer?
Estos falsos representantes del proletariado militante han culpado a la burocracia, lo que tiene su gracia. Los mismos que quieren reglamentar, con doble sello y timbre, hasta las conversaciones y gestos entre particulares, quejándose del aparato administrativo. Luego está el señalamiento a IU, perros viejos de colmillo retorcido, de un supuesto “error material” que los habría dejado fuera. Si no hay buena voluntad y colaboración en el papeleo, ¿cómo la va a haber en el gobierno?
La vicepresidenta del “nuevo laborismo”, Yolanda Díaz, no ha tenido tiempo para revisar el acuerdo y el procedimiento porque estaba en la Feria de Sevilla luciendo palmito y posando para la prensa. Mientras tanto, la carpa del frente amplio y despejado se caía estrepitosamente en su estreno. Díaz, la laborista laboriosa, tenía que haber estado ahí, a pie del registro, supervisando a sus camaradas.
La negociación para formar la coalición empezó en febrero. Lo único que ha importado en esas conversaciones ha sido repartir los puestos de salida en la lista electoral; es decir, quiénes van a tener cargo público y quiénes se quedan en el paro. No es fácil renunciar a unos sueldos y prebendas que jamás se tendrían fuera de la política. Repartieron por género, autoridad y lealtad, que son los tres parámetros que sirven para confeccionar las listas electorales en todo partido, y se echaron a dormir.
Díaz, dicen sus periodistas amigos, se dejó la piel para que Inmaculada Nieto, de IU, fuera la cabeza de lista de la coalición en detrimento del podemita Juan Antonio Delgado. Casualmente, o no, faltó la firma de Podemos en los papeles del registro.
Eso sí, sus juntaletras están contentos porque se ha conseguido el hito de que los partidos a la izquierda del PSOE se presenten en una sola lista. Ya, pero Adelante Andalucía, de Teresa Rodríguez, dio un portazo, y Más País y Equo no son nada en esa autonomía. A estos dos se han sumado otras tantas organizaciones de masas, de las que abarrotan las plazas y agotan las papeletas en los colegios electorales, como son Alianza Verde, otros avispados que no llegaron al registro, e Iniciativa del Pueblo Andaluz.
La cosa no acaba en Andalucía porque el acuerdo quería ser el primero de uno a nivel nacional para 2023. Era el bautismo del Frente Amplio que se presentaría a resucitar a la izquierda con el nuevo laborismo yolandista, para impedir el gobierno de la “ultraderecha”. Sin embargo, la pifiada anuncia el fracaso en los próximos pasos, lo que no nos evitará los meses de propaganda personal de Yolanda Díaz.
No todo ha sido culpa suya. Detrás ha estado Pablo Iglesias. Cómo no. Ya atesora otro fracaso. De derrota en derrota hasta la tertulia radiofónica. El jarrón chino es un lastre, y hasta que no lo lleven al guardamuebles no van a tener una oportunidad, si es que la tienen más allá de la ficción creada por los medios.
El espacio de Yolanda Díaz solo existe en las páginas de los periódicos y en los espacios televisivos. Es un espejismo generado por la prensa amiga y los intelectuales orgánicos, deseosos de tener por fin una mujer que encarne sus sueños ecofeministas y socialistas.
El asunto es que Díaz no solo no ha conseguido unir a los grupúsculos izquierdistas, sino que meter a sindicalistas en las listas es un error. Lo llevan claro si creen que los trabajadores van a votar a los Unai Sordo y compañía cuando ni los votan en las elecciones sindicales ni atienden a sus movilizaciones.
En el mejor de los casos, Por Andalucía, nombre de la coalición de izquierdas, obtendrá el 19-J un 11% de los votos, lo que es entre 8 y 10 escaños. Perderá unos 7 diputados en relación a 2018, con Adelante Andalucía, que ya era esa unión de fuerzas ecofeministas andalucistas y comunistas. Ahora caerán en todas las franjas de edad, incluidos los nuevos votantes, y serán la última preferencia para los mayores de 30 años. Incluso Ciudadanos será más votado que esa coalición en las poblaciones de más de 50.000 habitantes.
Yolanda Díaz está inflada, insisto. Vive en una burbuja creada por sus amigos de la prensa. A la hora de la verdad se quedará como Pablo Iglesias en las elecciones del 4-M de 2021 en Madrid: con el gulag al aire.