Nacho Cardero-El Confidencial
- La verdadera crisis de Gobierno, la que sí marca un antes y un después, comenzó el 15 de marzo. Ese día, Iglesias anunciaba su salida del Ejecutivo
Se acaba de cumplir un mes de la crisis de Gobierno. Son numerosos los rapsodas que han glosado la escabechina de Pedro Sánchez laminándose a los tres pesos pesados de su Ejecutivo. Emplean un tono homérico para la narración, como si el final de Redondo, Calvo y Ábalos supusiera el renacer del PSOE, muy tocado tras los resultados del 4-M, y permitiera a Ferraz armarse para los próximos comicios municipales y autonómicos.
Siendo ello así, los cambios resultan irrelevantes para frenar el cambio de ciclo que apuntan las encuestas y, sobre todo, para recomponer una izquierda maltrecha y enormemente fragmentada que no termina de encontrar su camino.
La verdadera crisis de Gobierno, la que sí marca un antes y un después, comenzó unos meses antes. Concretamente, el 15 de marzo. Ese día, Pablo Iglesias anunciaba su salida del Ejecutivo y nominaba a Yolanda Díaz como vicepresidenta segunda y futura candidata a las elecciones de 2023, al tiempo que ascendía a Ione Belarra a ministra de Derechos Sociales.
Iglesias se cortó la coleta tras el 4-M y abandonó su perfil de Twitter. Es difícil retirarse y él supo hacerlo. Al César lo que es del César
Luego vinieron las elecciones madrileñas. Otro seísmo. La estrepitosa derrota de Unidas Podemos se presentó como la excusa perfecta para que Pablo Iglesias cogiera las de Villadiego y dijera adiós a la política, consciente de que en el partido restaba más que sumaba. Se cortó la coleta y abandonó su perfil de Twitter, que permanece en un estrepitoso silencio desde el 4-M. Sanseacabó. Es difícil retirarse a tiempo y él supo hacerlo. Al César lo que es del César.
A diferencia de los cambios del Ejecutivo de hace un mes, la desaparición de Iglesias de la escena política y el ascenso de Yolanda Díaz sí que suponen un movimiento tectónico en el flanco izquierdo. Las consecuencias empiezan a notarse. Lo cuenta Marcos Lamelas en El Confidencial: la ministra de Trabajo está ultimando un nuevo proyecto político que busca trascender Podemos y aglutinar unas confluencias territoriales hoy desafectas con los morados. Entre ellas, los comunes de Ada Colau. La regidora de Barcelona encontraría en el proyecto de Díaz una ocasión pintiparada para dar el salto a la política nacional, su ambición más profunda.
La vicepresidenta segunda se lo dice a quien la escucha. Ella, siempre muy agradecida a Iglesias, no quiere tutelas ni tutías. Ella quiere construir, no heredar. Construir una gran plataforma con Colau, Oltra, tal vez Errejón, quién sabe si con Teresa Rodríguez, y donde Unidas Podemos sería apenas un elemento más. Habrá que ver dónde acaba semejante quilombo.
“Estamos trabajando para ensanchar el espacio político. Somos un montón de gentes que desde espectros diferentes queremos caminar en una dirección”, dijo recientemente en una entrevista en Televisión Española.
La marca Yolanda Díaz se muestra como un efectivo producto de mercadotecnia política y estimula a un electorado morado en hibernación desde la llegada de Unidas Podemos al poder. También lo hace con sindicatos y empresarios, véase el caso de Garamendi, al que le cuesta tener una mala palabra con la vicepresidenta y, cuando la tiene, suena impostada. Y lo mollar de todo: es capaz de arañar votos al PSOE. A esos socialistas a los que Pedro Sánchez cae antipático, que jamás hubieran entregado su papeleta a Iglesias, mucho menos al PP, y a los que la gallega les soluciona ese sentimiento de orfandad política.
Díaz deberá cuidarse de los idus de marzo. Su proyecto supone un serio contratiempo para Sánchez y las aspiraciones del PSOE
La cuestión no es baladí. El nuevo proyecto de Yolanda Díaz supone un serio contratiempo para Pedro Sánchez y para las aspiraciones de un PSOE que no termina de remontar en las encuestas y al que le va a costar hacerlo con semejante contrincante compitiendo por la izquierda.
El espaldarazo definitivo a Díaz se lo dio el CIS de Tezanos. En el último barómetro, salía muy bien valorada, con una media de 4,7, aventajando en cuatro décimas al propio Pedro Sánchez y en 1,3 puntos a Pablo Casado, esto es, sacando mejor puntuación que el actual presidente del Gobierno y que el líder de la oposición que aspira a sucederlo. La mayoría de sociólogos destacan la transversalidad de su perfil, tanto desde el punto de vista ideológico como sociodemográfico.
En este escenario, Ione Belarra está llamada a tener un papel secundario, lo cual no parece muy compatible con su objetivo de resucitar Unidas Podemos tras ser elegida secretaria general el pasado junio en Vistalegre. No pretende quedarse en mera comparsa de Díaz.
La estrategia de Belarra parece justo la contraria que la de la vicepresidenta: hacerse notar y distanciarse del Gobierno, lo cual hace presagiar una difícil cohabitación en el Ejecutivo. Ahí están las declaraciones del portavoz de Podemos, Pablo Echenique, animando a la población a salir a la calle y dar “la batalla en todos los espacios para poner fin al expolio de los oligopolios eléctricos”.
Pero el mayor cortocircuito para la izquierda no viene tanto por la subida del recibo de la luz como por la aparición de este nuevo espacio, el de Yolanda Díaz, que supone un aviso a navegantes en el PSOE y una amenaza para la supervivencia de Unidas Podemos. Es por ello que la vicepresidenta deberá cuidarse (y mucho) de los idus de marzo.