Miquel Giménez-Vozpópuli

Dice nuestra querida Mariyoli, la de las cosas chulísimas, que si los trabajadores estuvieran en los consejos de administración de las empresas todo iría mejor. Se queja de que hay que controlar lo que cobran los directivos empresariales, que menudos son, estos pájaros. Busca que trabajadores y empresarios estén en el mismo barco. Igual que Monsieur Jordan hablaba en prosa sin saberlo, nuestra vice Farmatin habla del Sindicato Vertical. Claro que en la oprobiosa no existía ninguna otra asociación de trabajadores, pero eso pasa también ahora desde que UGT y CCOO, la Pepsi y la Coca Cola del sindicalismo, adoptasen aquel malhadado plan de unidad de acción que les ha convertido en un solo macro sindicato; también puede alegarse que el Sindicato Vertical era un intento que pretendía aglutinar a trabajadores, técnicos y patronos dentro de una misma estructura bajo la tutela del Estado, que se reservaba algunas competencias vitales. O sea, también como ahora, que se pretende que el gobierno sea quien tenga la última palabra y pueda negociar con una de las partes sin el concurso de la otra. En total, que quien disponga lo que debe hacerse en materia laboral no sean ni los trabajadores ni los empresarios que para eso manda Sánchez y su combo latino. Aquí manda el estado y el estado soy yo.

No pretendo decir que la Organización Sindical fuese democrática, pero lo que tenemos en estos tiempos convulsos tampoco derrocha libertad. Todo está burocráticamente centralizado y nadie se sale de lo que mandan arriba. Dice la vicepresidenta que habrá que conocer cuanto cobran los empresarios. Pero a servidor, llámenme cotilla, me gustaría también ver por lo menudo que les estamos dando anualmente a esas dos centrales sindicales, en qué se lo gastan, para que sirve, porque hemos de pagar sindicatos ideologizados si no somos de su cuerda y otras cositas como comprobar las sagas familiares que no se extinguen dentro de los “liberados”, a quien se le otorgan determinadas viviendas “sociales” y minucias similares.

No habla de otros profesionales, estos de la política, que viven como un San Dios en áticos que dan al Retiro, que se compran casoplones en Galapagar

Todo esto es bastante confuso y uno ya no sabe si a Yolanda lo que le molesta es que profesionales cualificados cobren un buen sueldo por estar, de momento, en una sociedad donde existe la libertad de mercado. No habla de otros profesionales, estos de la política, que viven como un San Dios en áticos que dan al Retiro, que se compran casoplones en Galapagar, que practican la trashumancia de nóminas saliendo de una institución para colocarse en otra como si esto fuera el juego de la oca o de los que llevan años incrustados en el presupuesto sindical sin pegar palo al agua y llevándoselo crudo. Contra eso no la hemos oído decir ni mú, aunque ya se comprende que los anteriormente descritos son camarades entrañables mientras que el director de una fábrica ha de ser, forzosamente, Atila el Huno.

Este es el siguiente paso en la bolivarización a la que nos está sometiendo poquito a poco el sanchismo: metemos a gente nuestra en los consejos de administración para que los controlen. Ah, y de paso estigmatizamos a gente con tres carreras, cinco idiomas y un currículum profesional impecable, empeñados en producir mejor a menor coste para ser competitivo, afeándoles que cobran mucho porque son unos fachas. De ahí al “¡Exprópiese!” hay nada.