Antonio Jiménez-El Debate
  • Pero gracias a que Junts rechazó la propuesta, Yolanda Díaz no se salió con la suya y por fin todos estamos de acuerdo, incluida la desnortada ‘vice’, en que el partido de Puigdemont no es progresista sino reaccionario

Yolanda Díaz llevó al Congreso su reducción de la jornada laboral a sabiendas de que estaba condenada al fracaso, en un gesto de osada ignorancia y alguna dosis de soberbia. ¡Por mis rizos que se la monto a Junts!

Sánchez hizo pellas, se fue al cine con Begoña y su Gobierno sufría un revés más en el Congreso, abriendo el curso parlamentario como lo cerró antes del verano: de derrota en derrota hasta la victoria final, supongo que así lo creerán, y exhibiendo la misma debilidad congénita que le aqueja desde la investidura de Sánchez. Yolanda Díaz mostró, además de una relevancia política descriptible, una evidente soledad en el banco azul. Los de Sumar pueden terminar cabiendo en un taxi con Yoli al volante por más que se esfuerce el desvergonzado Tezanos en inflar sus expectativas electorales.

El pensamiento Alicia de la vicepresidenta y su determinación de llevarlo a la práctica es más nocivo para España que el polonio que su ‘amigo’ Putin receta a los disidentes.

La reducción de la jornada laboral suponía trabajar menos y cobrar lo mismo, una bicoca con consecuencias muy negativas para el empleo y la productividad, detalles no menores, que Yolanda Díaz pretendió imponer en contra de los empresarios y, sobre todo, de los más pequeños y autónomos, asfixiados ya por los costes sociales. La medida les condenaba a ser menos competitivos y en el peor de los casos a cerrar sus negocios ante la imposibilidad de ampliar sus plantillas. Ante esa evidencia habrá que concluir que a Yolanda Díaz la ideología la confunde en la misma proporción que la noche confundía a Dinio. Síntoma de una cierta irresponsabilidad e incompetencia.

Pero gracias a que Junts rechazó la propuesta, Yolanda Díaz no se salió con la suya y por fin todos estamos de acuerdo, incluida la desnortada ‘vice’, en que el partido de Puigdemont no es progresista sino reaccionario.

Con las veces que ella y Sánchez han presumido de liderar un gobierno de progreso respaldado por todas las fuerzas progresistas del Congreso, incluido Junts, para descubrirnos a estas alturas de la legislatura que los diputados «puigdemones», según Yoli, son unos «reaccionarios y no forman parte del bloque progresista». La caída del caballo de Yolanda Díaz la lleva a afirmar incluso, con ese aire de impostada dignidad con el que dice las cosas para enfatizar sus declaraciones y maquillar el simplismo de sus palabras, que ella «tiene límites y no va a entregar su país» en referencia a los votos de Junts con los que podría haber aprobado su medida si hubiera cedido al chantaje. Quién lo diría, sino una hipócrita que forma parte del mismo gobierno sin límites que está entregando «su país» al independentismo y cuyo presidente se ha puesto tantas veces de hinojos y cedido ante el chantajista Puigdemont, que tiene residenciada su dignidad allí donde la espalda pierde su casto nombre.

Es el mismo gobierno que ha dispuesto por exigencias del independentismo romper la Agencia Tributaria para privilegiar a Cataluña con una quita de su deuda y un sistema fiscal propio en detrimento y grave perjuicio de los demás españoles, cuyo chantaje pagarán con más impuestos.

En política, dijo el expresidente de la Generalidad Tarradellas se puede hacer todo menos el ridículo y eso ha hecho Yolanda Díaz, el ridículo, con sus risibles invectivas hacia Junts para justificar la derrota parlamentaria. Supongo que nada de esto romperá la entente cordiale del prófugo con Sánchez y su escudero Illa. Puigdemont sabe muy bien que no tendrán inconveniente alguno en restañar la ofensa de Yolanda postrándose tantas veces haga falta a sus pies en Waterloo. Una bochornosa e infame sumisión a cambio de seguir en la Moncloa.