EL CORREO, 10/9/11
Hoy se cumplen 25 años desde que ETA asesinara a una de sus históricas dirigentes por dejar la organización
«Mi futuro inmediato está en juego. Ahora que he terminado la carrera querría irme a Francia, como tantas veces he dicho, y para eso conviene tener las cosas claras tanto con la ‘poli’ como con ETA sobre mi alejamiento total del mundo en el que estuve desde hace un montón de tiempo. Pero parece que los últimos no quieren aceptarlo, como si fuera un marido al que la mujer ha dejado pero que, mientras no todo el mundo lo sabe, mantiene la esperanza de que ella vuelva. (…) Estoy en una situación muy delicada, entre la espada y la pared. Unos me acusan de ser dirigente, con lo que pueden matarme si piso Francia, y otros (ETA) ponen el grito en el cielo, con lo que tiene de peligroso, como si se tratara de una traición».
María Dolores González Katarain, más conocida como ‘Yoyes’, recogió en un diario sus reflexiones y temores más profundos tras dar un paso que la marcaría para siempre: abandonar ETA. Renegar del uso de la violencia con fines políticos y hacerlo de forma pública, pese a que su deseo era cortar con su pasado de forma discreta, le costó la vida. El 10 de septiembre de 1986, tal día como hoy hace 25 años, los que fueron sus compañeros en la banda terrorista durante más de una década la asesinaron en su pueblo natal, Ordizia, delante de su hijo, Akaitz, de tres años. La valentía que demostró ‘Yoyes’ en una época en la que las víctimas de ETA se contaban por decenas contrasta con el escenario que vive hoy Euskadi: en plena tregua de la banda y con la apuesta de la izquierda abertzale tradicional por las vías pacíficas. Pero entonces, dejar las armas se pagaba caro.
González Katarain nació el 14 de mayo de 1954 en el seno de una familia que, pese a las diferencias ideológicas, estaba unida por «unos lazos muy sólidos», señalan desde sus círculos cercanos. Su madre procedía de una tradición de agricultores vascos con fuerte identidad nacionalista, mientras que su padre, que creció en Castilla, se consideraba «más español que vasco», según aparece reflejado en el libro ‘Desde su ventana’, que un año después de su asesinato publicarían varios de sus familiares y amigos. ‘Yoyes’ era la segunda de ocho hermanos, parte de los cuales simpatizaban con ETA. «Para éstos supuso una auténtica sorpresa que dejara la banda», aseguran quienes compartieron con ella aquel momento.
Católica practicante, a principios de los setenta, en plena etapa escolar, empezó a formar parte de un grupo clandestino de discusión política. Como «aficionada a la lectura» se interesó por la teoría marxista y los ensayos sobre el nacionalismo vasco. En 1972, cuando se trasladó a San Sebastián para estudiar Magisterio, ya se había incorporado a la disciplina de ETA y sólo un año después escapó a Francia, donde permaneció en activo durante otros doce. Se alineó con la vertiente militar y llegó a ser la única mujer con alta responsabilidad en la banda. Tras el asesinato en 1978 del miembro de la cúpula etarra José María Beñarán Ordeñana, ‘Argala’, a manos del Batallón Vasco Español, ‘Yoyes’ pasó a ocupar su puesto en la organización. Un relevo que apenas duró un mes. González Katarain dejó el cargo y comenzó a distanciarse de la banda. «No quiero actuar en apoyo de una lucha que ha degenerado en algo terrible, dictatorial y mítico, contrario a mis valores y sentires más profundos y constantes en mi trayectoria», llegó a declarar.
No sería la única. Ni siquiera la primera. Varios meses después abandonó ETA y se trasladó a México. Sus compañeros le pidieron que mantuviera su marcha en silencio, algo que, en contra de su voluntad, resultó imposible. Permaneció en el exilio hasta 1985, periodo en el que tuvo a su hijo Akaitz, y acogiéndose a la amnistía de 1977 que se aplicó a todos los miembros de ETA, optó por regresar a casa. En una primera etapa se instaló en París, donde esperó sin éxito conseguir una beca para un doctorado en Sociología. Más tarde volvió a Euskadi, junto a su marido, Juanjo Dorronsoro, con la esperanza de que todos la hubieran olvidado.
De heroína a objetivo
Pero ‘Yoyes’ no era un miembro cualquiera de la banda. «La vuelta al ámbito familiar era su mayor deseo, era como una necesidad vital», reconocen en su círculo. Un reencuentro del que apenas disfrutó un año. En 1986, meses antes de su asesinato, la revista ‘Cambio 16’ publicó un número con el titular ‘El retorno de la etarra’, que hizo saltar las alarmas en ETA. La noticia dio pie a que la banda y Herri Batasuna emprendieran una campaña en su contra mediante pintadas amenazantes en Ordizia, que antes la había encumbrado como una heroína, en las que se la tachaba de «traidora» y «chivata». El Gobierno veía en ‘Yoyes’ la posibilidad de colgarse la medalla de la reinserción, algo que la organización terrorista no estaba dispuesta a permitir. González Katarain «vio su estancia cada vez más insegura». Temía que la situación fuera más allá. «Es como si todo el mundo quisiera matarme», se sinceró en su diario.
De puertas para fuera, optó por guardar silencio. Incluso, al contrario de otros exmilitantes que se unieron a Euskadiko Ezkerra, González Katarain se mantuvo al margen de la política. «Aunque le hacía mucha ilusión ver que amigos suyos estaban en las instituciones», aseguran fuentes cercanas. «¿Aún seguís confiando en ellos? Si utilizan los votos para seguir matando», advirtió ‘Yoyes’ a unos amigos apenas una semana antes de que la acribillaran a balazos, en alusión a Herri Batasuna.
Para ETA, la publicidad del caso supuso una «traición» imperdonable, y ‘Yoyes’ no tenía ya quién la apoyara. Antes de volver a Euskadi, Txomin Iturbe, entonces máximo dirigente de la banda, le garantizó que no actuarían en su contra. No obstante, su detención en Francia, en abril de 1986, acabó con el pacto de no agresión. La nueva cúpula, formada por Francisco Mújica Garmendia, ‘Pakito’; José Luis Álvarez Santacristina, ‘Txelis’, y José María Arregi Erostarbe, ‘Fitipaldi’, ordenó su asesinato para evitar futuras deserciones. Los encargados de ejecutarla fueron José Antonio López Ruiz, ‘Kubati’, y José Miguel Latasa Guetaria, ‘Fermín’. Cuatro de los cinco son ahora disidentes de ETA, como muchos otros presos de la banda. ‘Txelis’ llegó incluso a pedir perdón a la familia de González Katarain por decidir su asesinato.
«Vengo a ejecutarte»
Aquel 10 de septiembre de 1986, ‘Yoyes’ se encontraba de paseo con su hijo por Ordizia, que celebraba su tradicional feria. Akaitz estaba subido a un tractor cuando un etarra, ‘Kubati’, se acercó a su madre. La sentencia dictada por la Audiencia Nacional cuatro años después recoge la breve conversación que mantuvieron ambos antes del mortal desenlace:
– ¿Tú eres ‘Yoyes’?
– Sí.
– ¿Sabes quién soy yo?
– No.
– Soy miembro de ETA y vengo a ejecutarte.
María Dolores González Katarain se abalanzó sobre su verdugo, pero éste logró disparar tres tiros que le alcanzaron en el muslo y el tórax. Tras caer al suelo, el terrorista la remató con un tiro en el cráneo. Al día siguiente, mientras Ordizia y el Goierri guipuzcoano respondían al atentado con una huelga general, ETA reivindicó el asesinato a través de un comunicado en el que la acusaba de «colaboradora en los planes represivos del Estado opresor español y traidora al proceso de liberación que el pueblo trabajador vasco lleva a cabo».
Muchos rechazaron la decisión de la banda e incluso hubo quienes se negaron a creer que fuese la autora del asesinato. La propia familia de la exactivista pensaba que ETA sería incapaz de hacer algo así, pese a que días antes del crimen, ‘Txelis’ le transmitió un mensaje a una amiga de ‘Yoyes’: «Dile que se ande con mucho ojito». Se equivocaron. Hubo entonces a quienes se les cayó la venda de los ojos, pero «la mayoría optó por «guardar silencio, evitar hablar del tema y tragaron con aquella barbarie». A día de hoy, algo así resultaría impensable.
El 25 de noviembre de 1987 fue detenido José Antonio López Ruiz, ‘Kubati’, como autor del atentado. La Policía lo localizó en una cabina telefónica de Tolosa, mientras intentaba ponerse en contacto con la dirección etarra. Fue condenado a 29 años de reclusión mayor por un delito de asesinato y otros 7 por un delito de estragos. Un primo de ‘Yoyes’, en una carta dirigida al terrorista, le llamó «cobarde» por no reconocer la comisión del crimen. «Eres un héroe de pacotilla que lo único que has hecho es matar por la espalda», le espetó. Agradeció incluso que ‘Kubati’ no hubiese aceptado acogerse a las medidas de gracia para no encontrarse con él por la calle. «Que cumplas toda la condena y que lo pases lo peor posible», le deseó.
La Audiencia Nacional también condenó a José Miguel Latasa Guetaria, ‘Fermín’, a 27 años, 8 meses y un día por el mismo caso. Este último, vecino de Ordizia, fue el que realizó las labores de vigilancia de ‘Yoyes’. Cuando salió de prisión, ETA intentó matarle por su «actitud colaboracionista con el Estado español». Había sido expulsado de la organización en 1994.
Desde el asesinato de ‘Yoyes’, bastantes destacados dirigentes etarras han decidido romper con la disciplina de la banda y renunciar al uso de la violencia con fines políticos. Entre ellos, quienes ordenaron su ejecución. Han pasado 25 años, durante los cuales el caso de González Katarain fue llevado incluso al cine. ¿Qué pensaría hoy ‘Yoyes’ si fuese testigo de la situación que vive Euskadi? «Estaría encantada», consideran desde su círculo cercano. El paso de los años no ha hecho más que darle la razón.
EL CORREO, 10/9/11